PHILOSOPHICUS,
26.09.2013
En
momentos en que algunos periodistas, al igual que el gobierno francés,
ponen en duda la lealtad de los franceses que cuestionan las acusaciones
de los servicios de inteligencia de Francia contra Siria, el general
Dominique Delawarde viene a poner el dedo sobre la llaga. Este general
francés estima que las pruebas incuestionables que ha presentado el
poder político carecen de toda credibilidad desde el punto de vista
militar.
Por haber sido jefe del buró de
Situación-Inteligencia-Guerra Electrónica del estado mayor interarmas de
Planificación Operativa de la región de París, por haber servido por
casi 2 años en el Medio Oriente –donde pasé 14 meses como jefe de la
oficina de inteligencia de la Fuerza Interina de Naciones Unidas en
Líbano (FINUL), por haber cumplido al menos una docena de estancias en
la región (Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait), por haber servido
durante 3 años en Estados Unidos como oficial de enlace ante la
Enseñanza Militar Superior estadounidense, me parece que puede decir que
conozco mejor que el ciudadano medio y también mejor que algunos
autoproclamados expertos lo que allí sucedía y los problemas del Cercano
y del Medio Oriente. Siempre me he mantenido informado sobre lo que
sucede en esa parte del mundo y, por ende, del tema que hoy nos
preocupa: una eventual intervención militar en Siria.
Este artículo tiene como objetivo exponer, respondiendo varias
preguntas simples. las razones precisas que motivan mis dudas en cuanto a
la pertinencia de una intervención. Se trata también de aportar
elementos de reflexión a quienes realmente desean estudiar el problema
sin conformarse con la verborrea del pensamiento predigerido ni con las
afirmaciones perentorias de los políticos de todos los bandos.
¿Son convincentes y creíbles las pruebas incuestionables que el primer ministro presentó a los diputados?
Cualesquiera que sean esas pruebas, mi respuesta es que no.
Es evidente que las pruebas pueden ser incuestionables en la medida
en que nadie dispone de elementos concretos para cuestionarlas. Pero
pueden ser falsas. Yo no tengo mala memoria y recuerdo muy bien al
general estadounidense Colin Powell presentando en Naciones Unidas, con
toda la tranquilidad del mundo, sus «falsas pruebas incuestionables»
fabricadas por la CIA sobre la existencia de armas de destrucción
masiva en Irak para justificar la intervención militar que vino después.
Yo sé que en Francia, país faro de la humanidad, nadie dice mentiras,
pero nunca se sabe…
Personalmente, yo tengo la íntima convicción de que, con la masacre
química de Damasco, estamos ante una nueva manipulación y trataré de
convencer de ello al lector.
¿Quién se beneficia con esta «masacre» del gas?
Podemos estar seguros de que no es Bachar al-Assad, quien nunca se
habría arriesgado a violar esa línea roja establecida desde hace tiempo
por los estadounidenses y los franco-británicos. Él sabía que todo uso
de gas tendría como consecuencia una intervención occidental y
significaría su propia caída a corto plazo. Él sabía que las
Naciones Unidas tenían un mandato para estudiar el uso de gases en
Siria. Él cuenta con arsenal suficiente como para golpear a sus
adversarios sin tener que recurrir a los gases. ¿Habría él asumido ese
riesgo, precisamente en aquel momento, sólo para matar a unos cientos de
adversarios en la periferia de Damasco, la capital del país,
relativamente cerca de las delegaciones diplomáticas extranjeras? Esa
afirmación absurda cae por su propio peso.
Esa «masacre», cuya verdadera magnitud nadie conoce, beneficia por lo tanto a los otros dos bandos implicados en el asunto.
En primer lugar, beneficia a los opositores que, de producirse una
intervención, tienen las mayores posibilidades de ganar rápidamente en
su lucha y de tomar el poder en Siria.
Y beneficia también a los estadounidenses y los franco-británicos,
que desde hace tiempo quieren debilitar al Hezbollah libanés y
sobre todo a Irán (que es de hecho el blanco principal debido a la
cuestión nuclear), ya que privaría a ambos [al Hezbollah y a Irán] de su
aliado de siempre: la Siria de Bachar al-Assad.
¿Existen precedentes de ese tipo de manipulación?
La respuesta es que sí existen.
Está el caso de Timisoara (diciembre de 1989) [en Rumania], cuando
los medios de difusión del mundo entero estuvieron repitiendo durante
casi 6 semanas la falsa información sobre una «masacre» de 4 600
muertos, contribuyendo así al derrocamiento de Nicolae Ceausescu. En
realidad, los opositores habían desenterrado cadáveres de los
cementerios de la ciudad, los habían atado con alambre de púas y habían
grabado imágenes horribles cuyo objetivo era poner a llorar a los
telespectadores occidentales. Luego, usando como pruebas aquellas
imágenes manipuladas, divulgaron la enorme cifra de 4 632 víctimas, que
ni siquiera existían pero que nadie se atrevió a poner en duda. Aquel
truco funcionó y provocó la caída de Ceaucescu.
Cuando ya todo había terminado los medios de difusión y los políticos
occidentales tuvieron la elegancia de disculparse por el error cometido
y confesaron que habían sido manipulados… pero ya habían logrado su
objetivo.
Hubo otras dos manipulaciones de ese tipo en Bosnia y en Kosovo
cuando yo estaba en funciones. También tuvieron éxito y la opinión
[pública] y los medios nunca supieron los detalles.
¿Cómo puede haberse organizado una manipulación con uso de gases por parte de la oposición?
Eso es bastante fácil de organizar…
La oposición toma un grupo de familias, hombres, mujeres, niños y
viejos sospechosos de estar a favor de Bachar y capturados en combates.
Utiliza gases sacados de los arsenales del Ejército Árabe Sirio por
algún personal desertor. Usa los gases contra esa gente y graba sus
últimos y horribles instantes. Luego recurre a la ONU y a Estados Unidos
y ya está. Para rematar utilizan algunos testigos de su propio bando
para que se encarguen de contar algo bien horrible y lanzan la cifra de
1 700 muertos, cifra imposible de verificar (como en Timisoara) y
empiezan a enviar a todo el mundo las imágenes más horribles.
Así se monta la manipulación…
Los servicios de inteligencia franceses afirman que los rebeldes
carecen de los conocimientos necesarios para utilizar esos gases. Pero
eso es olvidar demasiado rápido que los rebeldes tienen respaldo y
asesoramiento de los servicios especiales extranjeros, que a su vez
sí disponen de todos los conocimientos necesarios.
¿Por qué los alemanes, los canadienses e incluso los diputados británicos dudan que esté justificada la intervención militar?
Esos tres países se imaginan que muy probablemente se trata de una
manipulación. Ellos también tienen sus propios servicios de inteligencia
y un mínimo de sentido común. Y no quieren arriesgar la vida de sus
soldados basándose en pruebas que finalmente pueden resultar falsas. Y
también analizan las consecuencias de ese tipo de intervención. Así que
prefieren ocuparse de su economía en crisis y de su seguridad interna
en vez de prestarse –y a crédito, como lo ha hecho Francia– para ir por
el mundo haciendo el papel de justicieros.
Por otro lado, todo el mundo sabe que los gases son volátiles y que
el uso de gases en una zona urbanizada como Damasco –densamente poblada–
y cuyos habitantes son en su gran mayoría partidarios de Bachar
al-Assad podría volverse contra los autores de esa acción al menor golpe
de viento…
Ese uso de gases en la ciudad de Damasco simplemente no resulta creíble. Es verdad lo que suele decirse de que «mientras más increíble más creíble», pero en este caso es realmente demasiado…
¿Qué consecuencias regionales e internacionales tendría una intervención militar contra Siria?
Para la propia Siria, sólo una cosa estaría segura. La caída de
Bachar al-Assad, jefe de Estado laico, significará la debacle
y el exilio para la población cristiana y la población alauita que en su
mayoría lo apoyaron durante muchos años, e incluso para muchos
sunnitas… así que habría nuevas masacres y nuevas multitudes de
refugiados… ¿Eso es lo que estamos buscando?
Para los israelíes, un Egipto y una Siria debilitados, divididos y
con economías afectadas por retroceso de 50 años, dejan de representar
una amenaza seria por mucho tiempo. Una intervención estadounidense y
franco-británica no es mal negocio para ellos, a tal punto que tenemos
que preguntarnos si estamos «trabajando» para ellos…
Al ser Irán el próximo blanco, cosa que además todo el mundo sabe, es
probable que muy rápidamente después de la intervención haya
una explosión del precio del petróleo, lo cual se traducirá en nuevas
dificultades para nuestras ya frágiles economías.
La intervención tendrá un costo para un país ya exageradamente
endeudado como el nuestro [Francia]. Y, por supuesto, ese costo tendrá
que asumirlo, directa o indirectamente, el contribuyente. A menos que el
gobierno realice la operación manteniéndose dentro del actual
presupuesto de Defensa, lo cual llevará a escalonar los gastos
de equipamiento y a retrasar –de nuevo– la modernización de nuestras
fuerzas.
¿La participación francesa en una intervención tiene que ver con el derecho de injerencia humanitaria y/o con el respeto de las convenciones de Ginebra?
Si así fuese, ¿por qué no propuso Francia una intervención militar en
el momento de la masacre de Gaza, en enero de 2009, con 1 300 muertos
muy reales y bien comprobados, entre ellos 900 civiles y 300 niños?
El ejército israelí utilizó allí bombas de fósforo vivo prohibidas por
la Convención de Ginebra…
¿Será que hay un doble rasero? ¿Hay masacres autorizadas o toleradas y masacres prohibidas?
Otros aspectos nebulosos que deben hacernos reflexionar
El pasado 6 de mayo, Carla del Ponte, ex fiscal de la Corte Penal
Internacional, miembro de la comisión independiente con mandato de la
ONU para investigar sobre la utilización de gases en Siria, declaraba
que los rebeldes –no las fuerzas del régimen– utilizaron gas sarín.
Como no todas las verdades son bienvenidas en el marco de una ONU
ampliamente financiada por Estados Unidos, la comisión independiente
(que quizás lo es menos de lo que pensamos) declaró al día siguiente que
las pruebas no son suficientes para acusar formalmente a la rebelión de
haber usado gases…
Por otro lado, la misión de observadores de la Liga Árabe enviada al
principio del conflicto publicó un informe muy equilibrado sobre la
violencia en Siria, en enero de 2012. En ese informe yo noté lo
siguiente:
«28 – La misión observó la emisión de informes falsos provenientes de varias partes en los que se hablaba de varios atentados con bombas y de violencia en varias regiones. Cuando los observadores se dirigieron a esas zonas para investigar, los datos recogidos mostraron que aquellos informes no eran creíbles.
29 – La misión también observó, basándose en los documentos y los informes provenientes de equipos en el terreno, que hay exageraciones mediáticas sobre la naturaleza y envergadura de los incidentes y de las personas muertas o heridas como resultado de los incidentes y de las manifestaciones que han tenido lugar en algunas ciudades.» [1]
Aquel excelente informe elaborado por una comisión mayoritariamente
sunnita –y por ende más bien anti-Bachar– no era al parecer lo bastante
anti-Bachar como para que se mencionara en los medios de prensa
occidentales. Pero merece ser leído con la mayor atención. Para quienes
tengan intenciones de informarse más allá del predigerido pensamiento
político francés, basta con que lean ese informe.
En conclusión, a estas alturas ustedes ya deben haber entendido que no creo ni por un instante que las «pruebas irrefutables»
francesas, cualesquiera que sean, puedan justificar, hasta este
momento, una intervención militar, sea cual sea la envergadura de esa
intervención. Evidentemente, yo sé también que gran parte de las fuerzas
rebeldes se componen de mercenarios financiados por Qatar y Arabia
Saudita (sunnitas wahabitas) en el marco de su cruzada contra los
alauitas y los chiitas. Esa fuerza rebelde, respaldada por los
estadounidenses y los franco-británicos, no tiene por lo tanto nada que
ver con un «Ejército Sirio Libre».
La ONU presentará su informe a más tardar en unas semanas. ¿Será
imparcial? Así lo espero. Pero yo sé también que el financiamiento
proveniente de Estados Unidos es vital para la ONU y que a esta última a
veces le resulta difícil ser verdaderamente independiente.
Quisiera terminar diciendo que no soy un partidario de Bachar
al-Assad, lejos de ello. Pero Assad es muy probablemente menos peor que
el que pudiera tomar su lugar. La justificación y las consecuencias de
nuestros actos deben ser examinadas mucho más seriamente de lo que lo
han sido hasta hoy.
No puedo menos que resaltar al final de este trabajo que la «comunidad internacional»,
término que nuestros políticos usan indebidamente y que nuestros
periodistas repiten sin descanso durante todo el día, no parece contar
en este momento más que 3 países: Estados Unidos, Gran Bretaña y
Francia, 3 países que representan menos del 8% de la población mundial.
Las posiciones de China, de la India, Rusia, Brasil, Japón y Alemania
prácticamente no se mencionan en los debates internacionales,
incluyendo el debate sobre Siria, a pesar de que esos países constituyen
más del 60% de la población mundial. ¿Son o no esos países parte de la
comunidad internacional? También habría que reflexionar sobre eso…
[1] «Rapport du chef de la Mission des observateurs de la Ligue Arabe en Syrie pour la période du 24/12/2011 au 18/01/2012», Réseau Voltaire, 2 de febrero de 2012.