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DINAMITEROS DEL DIÁLOGO‏



El Perú entero respiró tranquilo, después de mucho tiempo, cuando los sacerdotes Cabrejos y Garatea dieron inicio al diálogo con las autoridades cajamarquinas. La administración Humala reconocía abiertamente el fracaso de su fórmula violentista, que había enlutado a las familias cajamarquinas, y se esperaba casi con seguridad que el estado de emergencia - en cuyo marco se habían dado las muertes de humildes ciudadanos- iba a ser levantado para crear un ambiente idóneo a las conversaciones entre las partes en conflicto. 
 Los sacerdotes habían trasmitido ese mensaje de pacificación, como también lo dio después el flamante premier Jimenez. Sin embargo con la prórroga del estado de emergencia en Cajamarca ese diálogo promisorio ha sido dinamitado. 
Porque los hechos nos revelan, por enésima vez el peso real del gran capital en el Perú, ante el cual la administración Humala ha abdicado en toda la línea. La gran burguesía, particularmente la minera, -asociada además al poder regional cajamarquino- ha logrado lo que estaban exigiendo: el no levantamiento del estado de emergencia, porque saben perfectamente que solamente a balazos, a puntapiés y a palazos lograrán imponer el proyecto Conga a un pueblo que está decidido no darle licencia social. 
 El señor Huaroc, Alto Comisionado de la Oficina de Conflictos del Primere Ministro, justificando la extensión de la emergencia ha dicho que la decisión se adoptó atendiendo la solicitud de un "sector importante de esa región". Lo que no dice Huaroc es que ese "sector importante" lo constituyen los que en los últimos 20 años se han beneficiado de la irracionalidad explotativa de Yanacocha en Cajamarca, y que anhelan - lo han dicho públicamente- que el proyecto Conga se haga realidad, claro está para que se engrosen sus niveles de acumulación. Las grandes mayorías, particularmente los campesinos agraviados y humillados hasta la muerte por la empresa minera han sido los que a través de sus dirigentes, desde un inicio, han exigido al gobierno el levantamiento del estado de emergencia, para que propio diálogo sea mucho más fructífero. ¿A quien ha escuchado entonces el gobierno? La respuesta cae por su propio peso. 
En ese mismo sentido, tratando de justificar lo injustificable, el mismo Huaroc y su jefe, el premier Jimenez, están sosteniendo, el primero "que no se está pensando en medidas represivas"; y el segundo, que con el estado de emergencia se garantiza "un clima de paz y tranquilidad en la región". Ambos quieren tomarle el pelo a los cajamarquinos y al país. Primero, porque el estado de emergencia en si, que implica la militarización de la región, es una medida coercitiva, violentista, sembradora del miedo y el temor; el verdadero rol represivo del estado aparece de esta manera en toda su dimensión. Segundo, porque no se puede hablar de un clima de paz y tranquilidad cuando esas fuerzas armadas y policiales han sembrado la muerte en Cajamarca, en acciones que hasta hoy permanecen en la impunidad. 
No hay hombre o mujer, niño, joven o anciano que en Cajamarca, Hualgayoc o Celendín pueda vivir tranquilo con los soldados y policías -habría que incluir a jueces y fiscales- dispuestos a defender el orden que exige ese estado de emergencia. Para esos soldados de la ley los opositores al proyecto Conga son perros - recuérdese la respuesta de un policía a la protesta de una cajamarquina ante la violenta detención de Marco Arana-, a los cuales no se les permite ni que vean por televisión el discurso presidencial. (Un periodista de Celendín fue detenido cuando filmaba el cómo un policía apagaba un televisor para que los celendinos no viesen el discurso del presidente Humala en el Congreso de la República). 
 Pero hay algo más: en ese contexto represivo, la administración Humala revela que lo que le interesa es la aplicación del proyecto Conga, a como de lugar y punto. El diálogo tal y como los sacerdotes Cabrejos y Garatea lo están llevando está poniendo sobre la mesa los problemas de fondo de Cajamarca, que no se reducen a la presencia de Yanacocha. Cajamarca quiere desarrollarse, pero quiere un desarrollo sostenible, integral, que siente las bases para el futuro de los cajamarquinos de hoy, pero también para sus hijos y para los hijos de sus hijos. De ahí que Cajamarca anhele que cuanto antes se proceda a discutir el ordenamiento territorial de sus espacios geográficos, a fin de alcanzar una explotación planificada y racional de sus múltiples recursos, que no son exclusivamente mineros; discusión democrática, que ponga en tensión a todos los sectores sociales, urbanos y rurales, y cuyos resultados finales beneficien principalmente a la población cajamarquina. 
Desde una perspectiva democrática ese diálogo, que la administración Humala no ha podido implementar,a pesar de todo su verbo supuestamente democratizador, afianza la democracia en el país y ha colocado al pueblo cajamarquino - gestor de esa conquista - en el centro de la atención nacional e internacional. A la gran burguesía peruana, a la que nunca le ha interesado impulsar una verdadera democracia, lo que ocurre en Cajamarca es un mal ejemplo; y, sobre todo y ante todo ese diálogo enriquecedor es una rémora, un obstáculo para sus pretensiones crematísticas. Sus cálculos están centrados en cuánto se gana y cuánto se pierde y nada más. 
Desde esa óptica utilitarista, a la que se ha allanado la administración Humala y su raciocinio castrense ese diálogo habría perdido sentido. Desde esta óptica, la prórroga del estado de emergencia puede ser un excelente instrumento de provocación a los pueblos cajamarquinos, para procurar su reacción contestataria y en estas condiciones, con el filo de las bayonetas por delante, aplicar el proyecto Conga apoyándose en ese "sector importante" de Cajamarca al que se refería Huaroc. Después de los 17 muertos que tiene su haber, ya nada puede sorprendernos en la administración Humala, que quiso limpiarse el rostro con nuevos ministros y funcionarios, que en los hechos están manteniendo la pauta castrense y autoritaria dejada por ex premier Valdés. 
 No es cierto entonces, como afirman los diarios de la derecha bruta y achorada, que los dirigentes cajamarquinos, al reclamar por la extensión del estado de emergencia, estén pateando el tablero del diálogo. Quien lo está dinamitando es el propio gobierno..