La Paz-Bolivia.Miércoles 17 de Noviembre del 2,010
COMENTARIO DE AQUIJE INFORMA:
En la mañana del martes 16 lo primero que realizó un conocido programa noticioso de televisión que se transmite desde Santa Cruz de la Sierra, es entrevistar a un vocero del rancio militarismo, tan añejo como peligroso ,tratando de desautorizar al Comandante General del Ejército General ANTONIO CUETO CALDERÓN que había declarado que su institución es ANTIIMPERIALISTA.Los televidentes de Santa Cruz saben que esa desautorización nace muerta, porque se sustenta en el artículo 244 de la Constitución del Estado Plurinacional que señala :" La Institución militar tiene la misión de defender la independencia, seguridad y estabilidad del Estado, garantizando la estabilidad del Gobierno legalmente constituído y participar en el desarrollo integral de Bolivia ".
Valiente y clara posición que las Fuerzas Armadas de Bolivia acaban de dar como lección, que afortunadamente la gran mayoría de Bolivianas y Bolivianos, aplaude.
Acontinuación el Editorial del día martes 16 de Noviembre del 2,010 en diario cambio de Bolivia, respecto a este tema.
COMENTARIO DE AQUIJE INFORMA:
En la mañana del martes 16 lo primero que realizó un conocido programa noticioso de televisión que se transmite desde Santa Cruz de la Sierra, es entrevistar a un vocero del rancio militarismo, tan añejo como peligroso ,tratando de desautorizar al Comandante General del Ejército General ANTONIO CUETO CALDERÓN que había declarado que su institución es ANTIIMPERIALISTA.Los televidentes de Santa Cruz saben que esa desautorización nace muerta, porque se sustenta en el artículo 244 de la Constitución del Estado Plurinacional que señala :" La Institución militar tiene la misión de defender la independencia, seguridad y estabilidad del Estado, garantizando la estabilidad del Gobierno legalmente constituído y participar en el desarrollo integral de Bolivia ".
Valiente y clara posición que las Fuerzas Armadas de Bolivia acaban de dar como lección, que afortunadamente la gran mayoría de Bolivianas y Bolivianos, aplaude.
Acontinuación el Editorial del día martes 16 de Noviembre del 2,010 en diario cambio de Bolivia, respecto a este tema.
“Nos declaramos antiimperialistas porque en Bolivia no debe existir ningún poder externo que se imponga. Queremos y debemos actuar con soberanía y vivir con dignidad (...) También nos declaramos anticapitalistas, porque este sistema está destruyendo la Madre Tierra, la Pachamama, es por eso que debemos unir todos nuestros esfuerzos y capacidades para defenderla”, aseguró el comandante General del Ejército, general Antonio Cueto Calderón, en una expresión de soberanía castrense en el bicentenario de su creación que se celebró —hace un par de días— en las guarniciones de todo el territorio nacional.
Es decir, la institución castrense se declara antiimperialista, anticapitalista, socialista y comunitaria y no permitirá que ningún poder externo imponga sus designios a los bolivianos. No obstante, esta posición de dignidad y soberanía se intenta presentar como “el sometimiento militar al gobierno de turno” por voceros del viejo sistema político que había sometido a las Fuerzas Armadas a un demérito papel represor del pueblo, a una guardia pretoriana de intereses particulares y ajenos a los de la patria.
Por eso, es necesario puntualizar que la contundente posición militar sólo recoge el mandato popular a través de la más alta expresión de nuestra democracia: las urnas. El 25 de enero de 2009, el 64% de los bolivianos aprobó —por primera vez en nuestra historia— la nueva Constitución Política del Estado.
El artículo 1 de la ley suprema de los bolivianos define que “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. Es en este marco que el Ejército asume ese mandato constitucional, por lo que la misión de las fuerzas militares es ser parte del actual proceso de cambios estructurales que se edifica por la voluntad soberana de su pueblo.
Pero la lucha popular contra toda forma de colonialismo tiene larga data en este territorio que hoy es Bolivia. Desde los levantamientos indígenas contra el inhumano sistema de la mita, pasando por la rebelión de Tomás Katari, Túpac Katari y Bartolina Sisa, hasta las históricas jornadas de la revolución de 1952, la defensa del agua de 2000, la lucha por nuestros recursos naturales de septiembre y octubre de 2003 y cuanta rebeldía fuera expresada por su pueblo.
Por eso Bolivia renunció a la guerra como medio para resolver las controversias internacionales y promueve la cultura y el derecho a la paz; aunque asume el derecho de la legítima defensa de su integridad, de sus recursos naturales, de su dignidad y de su soberanía.
El artículo 244 de la Constitución Política del Estado da a la institución militar la misión de defender la independencia, la seguridad y la estabilidad del Estado, su honor y soberanía, asegurar el imperio de la ley, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido y participar en el desarrollo integral de Bolivia. Es en este contexto que el Ejército boliviano tiene la responsabilidad de precautelar nuestra soberanía y bajo ninguna circunstancia permitir la instalación de bases militares de potencias extranjeras en territorio boliviano.
A cinco años de que el pueblo decidiera con su voto democrático el proceso de cambios estructurales que recorre los caminos de la patria, las Fuerzas Armadas han dado muestras más que suficientes de su estricto apego a la Carta Magna y su sometimiento al Gobierno legalmente constituido. Fueron ellas el firme respaldo constitucional que hizo posible —junto con un pueblo movilizado— que no prosperara el golpe cívico-prefectural que, con apoyo de una potencia extranjera, llevaron adelante fuerzas antinacionales —entre agosto y septiembre de 2008— que intentaron derrocar al gobierno del presidente Morales para dividir Bolivia.
Sus efectivos son quienes hoy —en los más recónditos rincones de nuestro territorio— ejecutan una de las políticas sociales de gran impacto en los segmentos más vulnerables de nuestra población. Niñas y niños anualmente reciben el bono Juancito Pinto, que ha permitido bajar los índices de deserción escolar del 6% al 3% en sólo cinco años.
Si asumimos que la primera víctima del imperialismo son las libertades civiles de los pueblos sometidos, concluiremos en que sólo podrá mantener su poder hegemónico si en primer lugar destruye las instituciones nacionales, y esto es precisamente lo que ocurría en el pasado reciente. Bolivia había sido puesta a disposición del secular saqueo de nuestra riqueza a nombre de la denominada ‘democracia pactada’, que no era sino un perverso sistema político de la repartija del poder, mientras intereses ajenos a la patria se adueñaban de nuestro destino, de nuestra soberanía.
El imperialismo es la articulación de un sistema mundial único, caracterizado por las desigualdades de desarrollo, desigualdades no en función de un retraso de ciertos países frente al dinamismo de otras, sino como exigencia de la lógica misma de la acumulación del capital y el intercambio desigual.
En este contexto, Bolivia apuesta por su dignidad, suma fuerzas progresistas, apuntala su democracia, construye el socialismo comunitario y fortalece su soberanía con el apoyo de millones de sus hijos y de su pueblo en armas.
El imperialismo es la articulación de un sistema mundial único, caracterizado por desigualdades de desarrollo, no en función de un retraso de ciertos países frente al dinamismo de otros, sino como exigencia de la lógica de la acumulación del capital y el intercambio desigual.
Es decir, la institución castrense se declara antiimperialista, anticapitalista, socialista y comunitaria y no permitirá que ningún poder externo imponga sus designios a los bolivianos. No obstante, esta posición de dignidad y soberanía se intenta presentar como “el sometimiento militar al gobierno de turno” por voceros del viejo sistema político que había sometido a las Fuerzas Armadas a un demérito papel represor del pueblo, a una guardia pretoriana de intereses particulares y ajenos a los de la patria.
Por eso, es necesario puntualizar que la contundente posición militar sólo recoge el mandato popular a través de la más alta expresión de nuestra democracia: las urnas. El 25 de enero de 2009, el 64% de los bolivianos aprobó —por primera vez en nuestra historia— la nueva Constitución Política del Estado.
El artículo 1 de la ley suprema de los bolivianos define que “Bolivia se constituye en un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, libre, independiente, soberano, democrático, intercultural, descentralizado y con autonomías. Bolivia se funda en la pluralidad y el pluralismo político, económico, jurídico, cultural y lingüístico, dentro del proceso integrador del país”. Es en este marco que el Ejército asume ese mandato constitucional, por lo que la misión de las fuerzas militares es ser parte del actual proceso de cambios estructurales que se edifica por la voluntad soberana de su pueblo.
Pero la lucha popular contra toda forma de colonialismo tiene larga data en este territorio que hoy es Bolivia. Desde los levantamientos indígenas contra el inhumano sistema de la mita, pasando por la rebelión de Tomás Katari, Túpac Katari y Bartolina Sisa, hasta las históricas jornadas de la revolución de 1952, la defensa del agua de 2000, la lucha por nuestros recursos naturales de septiembre y octubre de 2003 y cuanta rebeldía fuera expresada por su pueblo.
Por eso Bolivia renunció a la guerra como medio para resolver las controversias internacionales y promueve la cultura y el derecho a la paz; aunque asume el derecho de la legítima defensa de su integridad, de sus recursos naturales, de su dignidad y de su soberanía.
El artículo 244 de la Constitución Política del Estado da a la institución militar la misión de defender la independencia, la seguridad y la estabilidad del Estado, su honor y soberanía, asegurar el imperio de la ley, garantizar la estabilidad del Gobierno legalmente constituido y participar en el desarrollo integral de Bolivia. Es en este contexto que el Ejército boliviano tiene la responsabilidad de precautelar nuestra soberanía y bajo ninguna circunstancia permitir la instalación de bases militares de potencias extranjeras en territorio boliviano.
A cinco años de que el pueblo decidiera con su voto democrático el proceso de cambios estructurales que recorre los caminos de la patria, las Fuerzas Armadas han dado muestras más que suficientes de su estricto apego a la Carta Magna y su sometimiento al Gobierno legalmente constituido. Fueron ellas el firme respaldo constitucional que hizo posible —junto con un pueblo movilizado— que no prosperara el golpe cívico-prefectural que, con apoyo de una potencia extranjera, llevaron adelante fuerzas antinacionales —entre agosto y septiembre de 2008— que intentaron derrocar al gobierno del presidente Morales para dividir Bolivia.
Sus efectivos son quienes hoy —en los más recónditos rincones de nuestro territorio— ejecutan una de las políticas sociales de gran impacto en los segmentos más vulnerables de nuestra población. Niñas y niños anualmente reciben el bono Juancito Pinto, que ha permitido bajar los índices de deserción escolar del 6% al 3% en sólo cinco años.
Si asumimos que la primera víctima del imperialismo son las libertades civiles de los pueblos sometidos, concluiremos en que sólo podrá mantener su poder hegemónico si en primer lugar destruye las instituciones nacionales, y esto es precisamente lo que ocurría en el pasado reciente. Bolivia había sido puesta a disposición del secular saqueo de nuestra riqueza a nombre de la denominada ‘democracia pactada’, que no era sino un perverso sistema político de la repartija del poder, mientras intereses ajenos a la patria se adueñaban de nuestro destino, de nuestra soberanía.
El imperialismo es la articulación de un sistema mundial único, caracterizado por las desigualdades de desarrollo, desigualdades no en función de un retraso de ciertos países frente al dinamismo de otras, sino como exigencia de la lógica misma de la acumulación del capital y el intercambio desigual.
En este contexto, Bolivia apuesta por su dignidad, suma fuerzas progresistas, apuntala su democracia, construye el socialismo comunitario y fortalece su soberanía con el apoyo de millones de sus hijos y de su pueblo en armas.
El imperialismo es la articulación de un sistema mundial único, caracterizado por desigualdades de desarrollo, no en función de un retraso de ciertos países frente al dinamismo de otros, sino como exigencia de la lógica de la acumulación del capital y el intercambio desigual.