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TRES LEYES SON PRIORIDAD PARA EL SENADO BOLIVIANO

La Paz-Bolivia,Miércoles 17 de Noviembre del 2,010
La Asamblea Legislativa Plurinacional (ALP) se puso plazo hasta el 20 de enero del próximo año para aprobar tres leyes sociales “grandes”, informó ayer René Martínez, presidente de la Cámara de Senadores.

“Estamos incluyendo en la agenda otras tres leyes que habíamos iniciado para el cierre de este (período) legislativo, tomando en cuenta el receso constitucional (de fin de año)”, puntualizó Martínez en declaraciones concedidas a la red Erbol transcritas en su página web www.erbol.com.bo

La Ley de Pensiones, la Ley de Reforma Educativa Avelino Siñani-Elizardo Pérez y la Ley de Deslinde Jurisdiccional son los tres proyectos que priorizará la Asamblea Legislativa en su tratamiento y aprobación, remarcó el legislador del Movimiento Al Socialismo (MAS). Dijo que el receso del Órgano Legislativo se iniciará entre el 20 y 22 de diciembre y será hasta el 5 de enero del próximo año, de tal manera que hasta el 20 de ese mismo mes se concluya con la aprobación de las tres leyes sociales.

“Vamos a agotar el tiempo hasta el 20 de enero, que es el término de nuestra gestión presente. (Todo esto) salvando el tiempo del receso”, mencionó el presidente del Senado.
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Información en físico que aparece en la pág 7 del suplemento CAMBIO POLÍTICO, de la edición del 17 de Noviembre del 2,010 .
Titular original : TRES LEYES CLAVE EN LA AGENDA DE LA ASAMBLEA
Diario CAMBIO de BOLIVIA
Web :www.cambio.bo

LOS CAMBIOS DETRÁS DEL CAMBIO

La Paz-Bolivia.Miércoles, 17 de Noviembre del 2,010


Revisar: http://www.cambio.bo/



“Ahora hay una oportunidad como nunca para dar un verdadero salto en temas de desarrollo, hagámoslo”, dijo ayer la coordinadora residente de las Naciones Unidas en Bolivia, Yoriko Yasukawa, respecto al recientemente presentado Informe sobre Desarrollo Humano en el país, titulado Los cambios detrás del cambio. Desigualdades y movilidad social en Bolivia.

La representante internacional llamó nuevamente al Ejecutivo y a la sociedad a tomar el desafío de superar las brechas de la pobreza y la desigualdad en el país. El documento fue presentado el pasado martes.

“Ahora es un momento único para hacerlo (avanzar en desarrollo), en sentido de que el país goza de condiciones macroeconómicas favorables con altos niveles de crecimiento en los últimos años, como nunca antes. También cuenta, como nunca antes, con recursos fiscales para invertir en el desarrollo. Hay un gobierno que está comprometido a construir una sociedad más igualitaria, más incluyente y una sociedad muy concientizada y con la capacidad de exigir que estas metas se cumplan”, reflexionó.

El informe aconseja que el Estado y toda la sociedad se planteen como meta expresa universalizar la educación básica de calidad. “Que ya no haya más el 75% de los niños terminando la primaria, sino todos y todas. La universalización de los accesos a la salud, buenos servicios de salud, de manera que ningún niño o niña muera por razones prevenibles; se debe ampliar el acceso al empleo digno, bien remunerado y con respeto a derechos laborales y medios de producción, por ejemplo”, comentó.

También pidió políticas concertadas entre el Gobierno y la sociedad para acabar con la discriminación y promover una convivencia pacífica, amistosa, entre todos. “Hacen falta estos esfuerzos, el tema es que todos digamos: ‘avancemos’”, añadió.

Yasukawa explicó que el informe analiza la evolución de la desigualdad y la movilidad social en Bolivia durante los últimos 40 años. “Este informe concluye que sí, que Bolivia ha mejorado mucho, pero todavía faltan brechas enormes”, señaló.

Seis de cada diez personas viven en pobreza y tres de cada 10 en extrema pobreza, “eso quiere decir que no tienen suficiente, ni para comer. Hay una brecha muy grande en acceso de servicios de salud, de manera que mueren todos los años 14.000 wawas (niños) antes de cumplir un año. Uno de cada cuatro niños no termina la primaria”, explicó Yasukawa.

“Nos parece que estos temas deberían ser de verdad prioridad en la agenda pública y hay que plantearlos como metas claras el superar estas brechas. O sea, metas específicas, expresas, con plazos para realmente movilizar a toda la sociedad para superar estas brechas y para que todos los bolivianos tengan una vida digna”, señaló.

SUFRIERON DISCRIMINACIÓN

La representante también recordó que el informe asevera que aún persiste la discriminación en el país, al igual que la falta de esfuerzo para construir una convivencia de verdad entre la gente.

“Tres de cada 10 bolivianos dicen que en algún momento han sido discriminados”, recordó la funcionaria de la ONU.
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Título original del artículo:
ONU DESTACA LOGROS Y PIDE SALTO AL DESARROLLO

Salarios de miedo

César Lévano


César Lévano
Razón Social



Al mismo tiempo que se informa de un espectacular aumento de 10.41% en el PBI peruano en setiembre, la estadística confirma que acá el producto crece pero los salarios se hunden. La baja de los salarios significa mayor pobreza. Expresa asimismo una paradoja: a los que producen la riqueza se les castiga sin compasión.

Hace apenas cinco días señalé en esta columna la burla que significa el aumento del salario mínimo en dos partes. LA PRIMERA fracción, pagadera de inmediato, implica un alza de diez dólares.

Ese nivel del salario mínimo es el más bajo de la región. En Argentina es de 395 dólares al mes; en Chile, de 317 dólares; en Colombia, de 297; en Brasil, de 291; en Venezuela, de 286; en Uruguay, de 245. En el Perú el minisueldo llega con las justas a 200 dólares mensuales.

Simultáneamente, un sector empresarial publicó ayer un comunicado en el cual pide al Congreso no alterar una legislación laboral que tanto éxito le ha dado.

¿Salarios de hambre? ¡Ay, que bueno! Parece proclamar ese segmento egoísta de la gran empresa. No entiende lo que hace un siglo comprendió Henry Ford: si pagas una remuneración decente, vas a tener clientes para tus propios productos. Así nació en Estados Unidos la fiebre del automóvil propio.

Gestión, diario de economía y negocios, informó ayer, basándose en datos del Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), que los sueldos cayeron 5.5% en el trimestre julio-setiembre de este año. Si se recuerda que al mismo tiempo los artículos de consumo popular han subido, sin pausa, de precio, llegaremos a la conclusión de que el descontento y el conflicto social van a acentuarse.

Claro está que el régimen antilaboral aprista ha colaborado, por acción y por omisión, en ese deterioro. La negación de derechos sindicales, los despidos en masa, la represión contra dirigentes sindicales, la creación de sindicatos paralelos nacidos para matar (en construcción civil sobre todo), el mantenimiento de los services: todo eso concurre a debilitar al sindicalismo y mermar su capacidad de negociación.

No sólo los trabajadores del sector privado padecen los efectos de esa política socialmente injusta y económicamente contraproducente. La misma política de aumento irrisorio, insultante y en dos partes se ha aplicado respecto a las Fuerzas Armadas y la Policía.

El informe del INEI aporta varios datos interesantes. Por ejemplo, que el ingreso mensual de los varones es de 1,256 nuevos soles, en tanto que el de las mujeres es de 864 nuevos soles. Y que el salario de los jóvenes de 14 a 24 años es de 715 soles al mes, menos de 25 diarios. Son la fuerza de trabajo más sobreexplotada y con menos derechos laborales.

Los sindicatos deberían prestar mayor atención a jóvenes y damas. Pueden aportar energía renovadora.

¿Qué pasa en México?

17-11-2010

 
Lecciones de historia: informe que el reportero comunista John Reed publicó en 1914 sobre su país, USA, y la Revolución Mexicana

John Reed

Traducido por  Manuel Talens
Editado por  Atenea Acevedo

Nadie entendió en USA la Revolución Mexicana de 1910 pero, a pesar de ello, ésta ocupó un lugar importante en numerosas novelas y relatos y en el cine mudo de Hollywood, si bien fue un lugar marcado por los estereotipos, en el que los mexicanos a menudo aparecían como los malos, siempre derrotados por heroicos cowboys. Tales estereotipos dominaron el cine yanqui sobre México durante la mayor parte del siglo XX. A pesar de todo ello, Francisco Villa, el líder de las revueltas campesinas en el norte de México, se aprovechó del interés usamericano en la revolución para sus propios fines: firmó un contrato con una compañía de documentales en el que se comprometió a guerrear durante el día para que las batallas pudiesen filmarse y destinó el dinero a la compra de armas. También concedió entrevistas a reporteros prominentes, incluido el comunista John Reed, quien publicó este artículo, “What About Mexico?”, en la revista Masses en junio de 1914. En él se declaró contrario a la intervención usamericana y contrarrestó la imagen negativa de los mexicanos, que solía difundirse en su país, representando su lucha como heroica y valiente.
En primer lugar, dejemos las cosas claras sobre si el pueblo mexicano está luchando únicamente porque es pendenciero o porque quiere algo que no puede conseguir de otra manera.
 
Es evidente que a quienes desean la intervención y la anexión de México les interesa difundir la idea de que ésta es una “revolución de opereta”. Quienes deseen saber la verdad de primera mano deben hacer lo que yo hice: recorrer el país, sobre todo con el ejército constitucionalista, y preguntar a las gentes por qué están luchando y si les gusta la revolución como manera de vivir.
 
Se sorprenderán al descubrir que los peones están hartos de la guerra, que, por raro que parezca, no les gusta pasar hambre, sed, frío, necesidades ni sufrir heridas sin que les paguen durante tres años; que eso de perder sus hogares y de pasar años sin saber si sus mujeres y sus hijos están vivos no les hace mucha gracia.
 
Pero, por supuesto, lo que cuentan los concesionarios extranjeros se parece mucho a ese otro argumento tan familiar en este país nuestro: que la razón por la que los patronos no pagan mejores salarios es que los mexicanos no sabrían en qué gastarlos, porque su nivel de vida es muy bajo. Pero cuando se le pregunta a la gente por qué lucha, a menudo la respuesta es que “vale más luchar que trabajar en las minas o como esclavos en las grandes haciendas”.
 
He visitado esas minas, donde las casuchas de los trabajadores son infinitamente más espantosas que las de los cinturones de miseria de los pueblos mexicanos. Doy un ejemplo, las propiedades de la American Smelting and Refining Company, en Santa Eulalia, donde ha construido una iglesia para contentar a los trabajadores mientras que, al mismo tiempo, aplasta las huelgas sin piedad y mantiene a aquellos pobres diablos en los barracones más asquerosos; allí, las relaciones entre mineros y operadores son “tan buenas” que estos últimos no se atreven a aparecer por el pueblo al caer el día. Y para demostrar lo diferente que podría ser, he ido a Magistral, donde está la planta de la National Mines and Smelters, que es el pueblo más feliz que he visto en México.
 
Allá, los trabajadores, aunque no reciben una paga mucho mejor que los demás, viven en sus propias casas y es rara la noche en que no hay baile, en el cual los muy populares directivos de la compañía siempre están presentes. No tengo tiempo de explicar las diferencias entre Santa Eulalia y Magistral, pero lo cierto es que son diferentes. Los mineros de Santa Eulalia se unieron a la revolución para escapar de las minas; los de Magistral no lo hicieron. Y aquellos que no elijan luchar en vez de trabajar en la mayoría de las minas yanquis de México son unos degradados.
 
Sólo hay un libro que cuenta la verdad sobre la Revolución Mexicana y es el recientemente publicado The Mexican People. Their Struggle for Freedom, de Lázaro Gutiérrez de Lara y Edgcumb Pinchon. Recomiendo encarecidamente su lectura. En este artículo no voy a entrar en profundidad en lo que cuenta, únicamente citaré lo que dice sobre el auténtico carácter de esta revolución. En primer lugar, no se trata de una revolución de la clase media, sino de una lenta y progresiva acumulación de quejas de los peones, la clase más baja del país, que por fin ha estallado. Si se les pregunta a veinte de ellos al azar, ni uno solo dejará de decir por qué está luchando: por la tierra. Hace cuatrocientos años que han luchado de maneras diferentes por lo mismo y, la mayoría de las veces, como les sucede a todos los pueblos sencillos y medio primitivos, no fueron capaces de expresar este deseo con claridad. Pero que lo han sentido profundamente lo demuestra el hecho de que se levantaron en armas cada vez que alguien supo expresarlo por ellos.
 
Ésta es la causa subyacente de la revolución. Poco a poco, los propietarios libres de impuestos de las grandes haciendas, originalmente creadas por concesiones de tierras de la corona española, han ido absorbiendo las tierras comunales de los pueblos, el campo abierto y las pequeñas granjas independientes, y al pueblo no le ha quedado otra elección que ser esclavo en las grandes haciendas o renunciar a cualquier futuro. A veces, el gobierno nacional entregaba valles enteros como concesiones a capitalistas extranjeros o declaraba zonas enteras abiertas para la colonización sin tener en cuenta a quienes vivían en ellas, como sucedió con las tierras de los yaquis en Sonora, un acto que convirtió a una etnia de agricultores, que había vivido en paz a lo largo de trescientos años, en una tribu guerrera que no ha dejado de resistir desde entonces.
 
La culminación de este proceso fue la infame ley de tierras de 1896, de la que es responsable Porfirio Díaz. Esa ley permitía la reclamación de todas las tierras de la República que no tuviesen atribuido un título legal de propiedad.
 
La cínica criminalidad de esa ley sólo salta a la vista cuando uno considera que tres cuartos de las pequeñas granjas independientes, e incluso la propiedad de los pueblos, eran de peones demasiado ignorantes como para saber lo que significa un título de propiedad de unas tierras que sus antepasados ya labraban desde hace cuatro generaciones sin que el gobierno nunca se las hubiese reclamado. Ésas son las gentes a quienes los grandes propietarios despojaron de sus hogares y las obligaron a elegir entre morirse de hambre ser esclavos. Y cuando se negaban a irse, regimientos enteros de soldados federales caían sobre ellos y los exterminaban.
 
Sé de un caso en el que cuatrocientas familias fueron literalmente masacradas para que un hombre que ya poseía quince millones de acres de tierra pudiese añadir unos cuantos centenares más a su hacienda. De Lara cuenta casos todavía más horribles.
 
Y el resultado fue que en 1910 las grandes haciendas ocuparon todo el territorio del norte de México y los campesinos quedaron encadenados a haciendas particulares por deudas, por superstición religiosa o por la disipación mental más astutamente calculada. Las escuelas dejaron de funcionar o, lo que es peor, lo hicieron porque eso es lo que los hacendados querían. No era posible implantar allí la enseñanza pública, ya que la ley dice que las haciendas son de “propiedad privada”.
 
Pero los peones, dispersos, incapaces de comunicar entre sí, sumidos deliberadamente en la ignorancia por sus empleadores, sin ninguna esperanza de poder mejorar, siguieron alimentando un sueño.
 
He dicho que los mexicanos son un pueblo campesino. Son más que eso. Como cualquier otro pueblo, nada los estimula más que ser propietarios de sus hogares y herramientas. Los peones de las haciendas soñaban con las granjas que sus abuelos habían poseído y que ellos deseaban poseer. Este instinto era tan fuerte que los propietarios entregaron a cada peón su propio campito para que pudiesen trabajar los domingos. Con tantas dificultades a las que enfrentarse, lo extraño no es que fuesen tantos los peones que se sublevaron, sino que llegasen a sublevarse.
 
Porque hay otra mentira que gente muy interesada también les contará: que el porcentaje de mexicanos que están luchando en la revolución es muy bajo, que de una población de diecisiete millones sólo unos 400,000 están luchando en los dos bandos desde hace tres años.
 
Es verdad que quienes se sublevaron originalmente en 1910 eran un pequeño porcentaje del pueblo, pero eso es porque las noticias y las ideas se difunden con mucha lentitud en la República.
Cada día hay más mexicanos que se unen a la revolución, cada día hay más pueblos remotos a los que llega la sorprendente noticia de que hay esperanza para los peones. Cada uno de los estados de la República se ha sublevado ya y rinde cuentas semanalmente a Carranza; en todos esos estados la revolución progresa. El ejército constitucionalista del Norte cuenta ya con más de 50,000 hombres y un cálculo por lo bajo en el resto de la República deja entrever que los revolucionarios alcanzan ya los 200,000 hombres.
 
No todos ellos son soldados todavía. Pero incluso los pacíficos, los peones que uno encuentra cultivando los campos y cuidando el ganado en los pueblos y en las haciendas del país, están a favor de los constitucionalistas.
 
Dan la bienvenida a los rebeldes cuando llegan a sus pueblos; odian a los federales. Con frecuencia, les he preguntado por qué no se unieron a la lucha.
 
“No nos necesitan”, fue su respuesta. “La revolución va bien. Si alguna vez va mal y nos llaman, todo el país se levantará. Pero si nos vamos a luchar ahora, ¿quién cultivará el maíz para el ejército y quien criará animales para alimentar a los soldados? ¿Y quién tendrá hijos para que crezcan y vayan a luchar?”
 
Así de profunda es su fe. Saben que quedan por delante muchos años de lucha y entienden la necesidad de crear una nueva generación de soldados que lleven adelante la revolución.
 



Emiliano Zapata
Zapata fue el primer líder de los peones en esta revolución que los llamó a las armas para solucionar el problema de la tierra, casi un año después de que Madero presentase su famoso Plan de San Luis, que enardeció al pueblo porque prometió la distribución de las grandes haciendas entre los pobres. Zapata se unió a él y no lo abandonó hasta que Madero demostró que era incapaz de arreglar el problema. Los ricos latifundistas sobornaron a Orozco para que iniciase la contrarrevolución contra Madero, pero la única posibilidad que tenía Orozco de reclutar gente era prometiéndoles granjas y, cuando descubrieron que todo era un engaño, lo abandonaron y regresaron a sus casas. A la muerte de Madero, Carranza tomó su lugar y refrendó vagamente los principios del Plan de San Luis, pero se decidió por la restauración del gobierno constitucionalista. Zapata denunció entonces a Carranza, que se negó a comprometerse en el problema de la tierra pero que, sin embargo, apoyó a Villa, el cual ha confiscado las grandes haciendas y las ha distribuido entre los pobres. Estoy seguro de que Carranza y el general Villa romperán su pacto por esa misma razón, pues la Revolución Mexicana no se ganará hasta que los peones obtengan sus tierras.
 
No permitan que nadie les diga que en las batallas mexicanas no hay muertos, eso es un chiste, porque los mexicanos no son sólo valientes, sino quizá el pueblo más valiente y temerario del mundo. Los he visto avanzar por la ladera de una colina de 400 metros de altura haciendo frente a la artillería; los he visto hacerlo siete veces y, en cada una de ellas, los masacraron;  he visto cómo avanzaban a pie, armados únicamente con bombas de mano, y atacaba un corral defendido por mil doscientos hombres que les disparaban desde troneras y cinco nidos de ametralladoras; lo hicieron ocho veces y prácticamente ninguno de ellos regresó de cada uno de los ataques. Y, con respecto a los pocos muertos que, según dicen, hay en las batallas mexicanas, déjenme decirles que unos tres mil soldados del ejército de Villa murieron y fueron heridos en los primeros cinco días de lucha en Torreón; y recuerden que ha habido cientos de batallas en estos tres años.
 
¿Han oído alguna vez a uno de esos compatriotas que, cuando se refieren a los “condenados latinos”, dicen que “un yanqui vale por veinte mexicanos” o que son “una raza sucia, ignorante, traidora, cobarde e inmoral”? Durante dos semanas estuve marchando con un centenar de antiguos bandidos, quizá la compañía de peor reputación en todo el ejército constitucionalista, que también odian a los gringos. No sólo esos pobres harapientos, inmorales y sin sueldo no me robaron nada, sino que no permitieron que comprase comida ni tabaco. Me prestaron sus caballos y sus sábanas para dormir.
 
Los mexicanos son uno de los pueblos más generosos y con más buen corazón que conozco. Son grandes, buenos jinetes, buenos tiradores, buenos bailarines y buenos cantantes. Aguantan a diario lo que haría desertar a un soldado yanqui y nunca se quejan. Y déjenme decirles: ¡excepto en tiempos de guerra prácticamente ningún extranjero corre peligro de que lo maten o lo secuestren en México! Y en cuanto a los ataques a extranjeros, los mexicanos no opinan nada de los asesinatos de latinos en el lado yanqui la frontera con Texas. Durante los últimos diez años ha habido tantos ataques a ciudadanos de México en Texas y California como para haber justificado cincuenta veces una intervención del ejército mexicano. Puedo darles una lista de todos ellos si me la piden.
 
Y eso que el tejano no es particularmente un mal hombre. Es como el resto de los yanquis, no comprende el temperamento mexicano y tampoco quiere comprenderlo; pero los tejanos están en contacto con mexicanos y son un poco menos civilizados que el resto de nosotros más al Norte. Basta con investigar quiénes son los que preconizan la intervención para enterarse de que son tejanos o bien gente que ya posee grandes intereses en México o esperan poseerlos al abrigo de nuestra bandera. O quizá sea algún hombre de negocios yanqui de los que viven en México, que son lo peor de lo peor.
 
Porque los hombres de negocios yanquis en México son una auténtica vergüenza. Desprecian a los mexicanos por ser diferentes, parlotean de nuestras intenciones democráticas y, al mismo tiempo, afirman que los peones deberían trabajar para ellos a punta de pistola. Se jactan en privado de nuestra superioridad y luego se ponen del lado del partido que esté en el poder.
 
Los otros extranjeros que hay en México suelen apoyar al opresor, pero al yanqui se lo puede ver en la sala de audiencias del palacio a todas horas para que le protejan su pequeña inversión. Y nuestro país está al borde de una guerra de conquista para proteger a esos hombres, que claramente obtienen ganancias del 40% o 50% con su dinero porque, según dicen, toman riesgos… pero luego se quejan cuando pierden.
 
Si están interesados en conocer qué pasa en México, seguro que encontrarán a mucha de esa gente que lo sabe todo porque, les dirán, “han vivido allí desde hace quince o veinte o treinta años”. No se dejen intimidar, porque esa gente no sabe nada de México, desde luego no más de lo que sabe sobre el mundo del trabajo el capitalista que “ha tenido trabajadores a su cargo veinte años”.
 
Cada vez que oigan que alguien se refiere a Porfirio Díaz como el “gran educador” o el “estadista guerrero”, estén seguros de que conocen a uno de esos que “han vivido en México desde hace quince años”, así que salgan corriendo, pero no antes de decirle que la prueba de la barbarie del régimen de Díaz es que fracasó y que ninguna de las grandes repúblicas sudamericanas progresó menos que México durante su caritativo mandato.
 



Pancho Villa
Por el momento, Villa se ha negado sabiamente a dar la orden que levantaría en armas al Norte contra nuestras legiones que ocupan Veracruz. Tiene la promesa de nuestro presidente de que no estamos en guerra contra el pueblo mexicano, de que vamos a retirarnos de México tan pronto como nos indemnicen y, sin duda, respetará su neutralidad y hará que la mitad de México la respete también –le basta con dar la orden– a menos que rompamos nuestra promesa. Las presiones sobre el presidente Wilson para que declare la guerra son muchas y en la frontera están tratando por todos los medios de provocar algún tipo de agresión por parte de los mexicanos. No insistiré aquí en Mr. Hearst, porque todos recuerdan que hace unos años declaró que iba a invertir la fortuna de su familia en México para asegurar el porvenir de sus hijos.
 
Pero si atravesamos la frontera y nos inmiscuimos en la política mexicana, eso significará el fin de la revolución. Porque nunca reconoceríamos a un gobierno que no le conviniese a los poderes europeos (de hecho, no veo cómo podemos ahora) y un gobierno que le convenga a los poderes europeos significaría la confirmación de las concesiones extranjeras, el establecimiento de la gente “respetable” en el poder y el fin de cualquier redistribución radical de la tierra entre los peones. No podríamos reconocer a un gobierno realmente elegido por los peones, porque éste les daría aquello por lo que han estado luchando durante tanto tiempo. Y eso significa confiscaciones, algo que cualquier niño de escuela sabe que es un crimen peor que el robo.
 
Estoy convencido de que el gobierno yanqui tiene en mente la política de “civilizarlos a punta de fusil”, un proceso que consiste en imponer a la fuerza nuestras grandes instituciones democráticas a extranjeros que tienen temperamentos extranjeros, y me estoy refiriendo al gobierno de los inversionistas, del desempleo y de los salarios de miseria.

Fuente original: John Reed, “What About Mexico?”, Masses, June 1914.
 Artículo relacionado: http://www.tlaxcala-int.org/article.asp?reference=2411

Nuevo experto en torturas de la ONU reclama que Estados Unidos realice investigación de torturas

Miércoles 17 de Noviembre de 2010

LOS TITULARES DE HOY

EL RESTO DE LA HORA DE DEMOCRACY NOW!

  • El jurado parece estar estancado en el importante juicio de un preso de Guantánamo

    Ghailani
    Un jurado federal de Nueva York está deliberando en un histórico juicio al primer detenido en Guantánamo que es juzgado en el sistema de tribunales civiles. El lunes, el jurado pareció incapaz de alcanzar un veredicto después de que una de los miembros pidiera ser excusada, arguyendo que estaba siendo atacada por sus conclusiones sobre el acusado, Ahmed Khalfan Ghailani. Ghailani, ciudadano de Tanzania, se enfrenta a cargos de conspiración y asesinato relacionados con los ataques con bomba de 1998 contra las embajadas estadounidenses en Kenia y Tanzania, que costaron la vida a 224 personas e hirieron a otras miles. Hablamos con Karen Greenberg, del Centro para la Ley y la Seguridad de la Facultad de Derecho de la Universidad de Nueva York.
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  • 45 años después, un ex agente estatal de Alabama confiesa ser culpable de asesinar al trabajador pro derechos civiles de la gente de color Jimmie Lee Jackson

    Jackson-fowler
    Un ex agente estatal blanco de Alabama ha confesado su autoría en el asesinato de un trabajador negro pro derechos civiles hace 45 años, en el culmen del movimiento de los derechos civiles. James Bonard Fowler, que actualmente tiene 77 años de edad, fue condenado a seis meses de prisión por los disparos que acabaron con la vida de Jimmie Lee Jackson, de 26 años de edad, durante un altercado en un restaurante de Marion, Alabama, en 1965. Hablamos con John Fleming, el reportero a quien Fowler se confesó en primer lugar, y con el congresista demócrata John Lewis, de Georgia, una importante figura del movimiento de los derechos civiles.
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  • El representante John Lewis habla sobre el Congreso tras la victoria de los republicanos, la clausura de Guantánamo, la guerra de Afganistán y la condena a Charles Rangel por motivos éticos

    John-lewis
    El representante John Lewis (demócrata por Georgia) nos acompaña para hablarnos sobre el cambiante panorama político tras las victorias de los republicanos en las elecciones legislativas, el abandono del gobierno Obama de su promesa de clausurar Guantánamo, la guerra de Afganistán y la condena del representante Charles Rangel (demócrata por Nueva York) por cargos éticos.
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  • “Que tiren a Michael Moore por un barranco”: Wendell Potter, ex empleado e informante de la industria de seguros de salud, habla sobre el ataque de esa industria contra el filme de Michael Moore "Sicko"

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    Cuando el director ganador de un Premio de la Academia Michael Moore anunció en 2004 que iba a hacer un documental sobre el sistema sanitario estadounidense, la industria de las aseguradoras sanitarias se pusieron en alerta. Una persona que inmediatamente tomó medidas ofensivas fue Wendell Potter, que en aquel momento era el principal portavoz del gigante de los seguros CIGNA. El año pasado, Potter se convirtió en el más destacado informador procedente de la industria de las aseguradoras sanitarias. Hablamos con Potter sobre el papel que desempeñó a la hora de atacar el filme de Michael Moore, Sicko, y el movimiento en favor de un sistema sanitario de pagador único.
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