“La era está pariendo un corazón”
Por: Silvio Rodríguez
“Vamos a la reconquista del poder”, dijo al salir de
la cárcel el 26 de marzo de 1994 y así lo hizo. Pero Chávez no se
refería al poder como la relación de dominación propia de las
administraciones anteriores. Hablaba por primera vez en nuestra era, la
del siglo XXI, de superar el régimen liberal burgués y construir la
democracia popular: participativa y protagónica.
En una sociedad dividida por la miseria y la
desigualdad estructural, donde la democracia estaba expropiada al pueblo
y secuestrada por el régimen bipartidista, Chávez basó su campaña
electoral en una propuesta clara y radical: convocar a una Asamblea
Constituyente y darle participación al pueblo.
El 2 de febrero juró “sobre esta moribunda
Constitución” y convocó a un referéndum. Era la primera vez que se
consultaba al pueblo venezolano sobre alguna decisión. El 82% dijo que
quería una nueva Constitución y se eligieron los constituyentes. El 15
de diciembre de 1999, el 71% de los electores y electoras aprobó el
nuevo texto en un segundo referéndum.
La Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela introdujo una gran cantidad de derechos humanos vulnerados
durante toda la historia, pero al tanto que su enunciación no valía de
mucho sin participación popular, el nuevo ordenamiento introdujo la
revocabilidad de los cargos ejecutivos por mandato popular, por medio de
referéndum, y un reconocimiento a la fuente originaria del poder: el
pueblo soberano.
Poder popular
Anclado inicialmente en el modelo de “capitalismo con sensibilidad
social” (también llamado “con rostro humano”), la dinámica de los
acontecimientos rápidamente mostró la incompatibilidad entre avances
sociales y capitalismo, del tipo que sea.
El golpe y contragolpe popular del 11 y el 13 de abril
y la derrota al paro petrolero de diciembre 2002 - febrero de 2003
fueron determinantes para la radicalización del proceso y la declaración
del carácter antiimperialista y socialista de la Revolución. La frase
“sólo el pueblo salva al pueblo” se hizo realidad concreta: desde los
cerros, el pobrerío bajó a ejercer su poder, tanto tiempo negado,
reprimido, invisibilizado. Bajó a defender su proyecto, expresado en la
Constitución y en su presidente; y en esa dialéctica profundizó su
organización.
Pronto los círculos bolivarianos estuvieron
acompañados de misiones, comités de tierra y de agua, consejos locales
de planificación, movimientos campesinos, colectivos barriales y
culturales, medios comunitarios y una diversidad de formas de
organización política y social que nacían y crecían en todo el país.
Sobre este proceso, Chávez impulsó en 2006 la ley de
Consejos Comunales, que significó una verdadera revolución democrática
subterránea. Son muchas las historias de líderes comuneros que se
activaron al llamado del presidente y comenzaron a recorrer su
territorio, a promover la reunión del pueblo, la construcción de su
consejo comunal.
En 2010 Chávez fue más allá e impulsó las leyes del
Poder Popular, proponiendo la formación de comunas a partir de la
articulación de los consejos comunales y los movimientos sociales de
cada territorio. Pero también proyectó la articulación de comunas en
ciudades comunales y de las ciudades comunales en federaciones, en el
camino del Estado comunal. “No podemos construir islas socialistas en un
mar de capitalismo”, insistió más de una vez en relación a la economía y
al campo específicamente político.
En ese camino, cargado de acechanzas y complejidades,
Venezuela se transformó en una sociedad participativa, no sólo por sus
altos índices de votación voluntaria -del 80%, aproximadamente-, sino
fundamentalmente a partir de la vitalidad y la capacidad de movilización
de su pueblo.
Hereje de varias iglesias
Los centros de poder imperiales nunca podrían perdonarle la
construcción de un proyecto popular, de vocación latinoamericanista, en
la mayor reserva de petróleo del mundo.
En su afán de volver al poder, las fuerzas de derecha
utilizaron las cadenas mediáticas como arma de legitimación. Así, su
trabajo se orientó a la construcción sistemática de un Chávez tirano o
autócrata. “Régimen chavista”fue el término elegido para sintetizar a un
gobierno presentado como autoritario, corrupto y opresor, que
conformaba un peligro para el sistema o en el mejor de los casos una
excentricidad propia del realismo mágico caribeño.
Y efectivamente, los medios, en sus mentiras, tenían
algunas verdades. Sin dudas el proyecto chavista era (y es) un peligro
para los sistemas políticos hegemónicos en el mundo. Cómo no va a
preocuparse, por ejemplo, el jefe del Estado español, si en un país
considerado inferior culturalmente se impulsan mecanismos más avanzados
que la representatividad liberal burguesa, cuando su Constitución
todavía guarda resabios de la etapa anterior, donde el poder se
considera desigual por naturaleza y hereditario.
Asediando las endebles verdades del siglo XX, Chávez
democratizó a la sociedad venezolana a niveles inimaginables hasta ese
momento, en el país y en el mundo. Lo hizo en el momento de mayor
hegemonía ideológica del neoliberalismo a nivel mundial, porque venía de
un pueblo que iba a contramano: mientras la historia parecía que
atrasaba, y se retrocedían décadas de conquistas de derechos, aquí en la
tierra de Bolívar ya había sucedido el Caracazo. Ya había un pueblo en
búsqueda de otro camino, alternativo al neoliberalismo.
Pero el pensamiento -y sobre todo, la práctica- de
Hugo Chávez no solamente confrontó con el poder de las ideas de la
burguesía. También polemizó con las concepciones de la ortodoxia
marxista, recuperando la rica historia latinoamericana de resistencia y
pensamiento.
Al mismo tiempo, también representó una crítica para
el autonomismo. En el momento de mayor apogeo de las ideas del
“contrapoder” o “anti-poder”, el proyecto bolivariano demostró que había
que disputar en todos los terrenos y que para eso era imprescindible el
protagonismo popular, la construcción y el ejercicio de poder.
Lo viejo que no termina de morir
La aplicación practica de esta concepción de democracia radical, en
las particulares condiciones de la Revolución Bolivariana -un proceso
pacífico, legitimado periódicamente por la vía electoral, en medio de
una cultura fuertemente rentista y con presencia importante del capital
privado- implicó desde el principio el choque frontal contra el propio
aparato del Estado, bajo control teórico de las fuerzas transformadoras
pero con todas las limitaciones de la forma heredada.
Mientras inventaba nuevas formas de desarrollar los
programas sociales -a través de las misiones- y lanzaba sucesivamente
las diferentes propuestas de organización popular, el proyecto de Chávez
chocaba dialécticamente una y otra vez con sus propias estructuras, y
así iba aprendiendo junto al pueblo.
Su última plataforma electoral es un documento surgido de lo real maravilloso: la anunciación del mundo por construir
En el máximo de la incorrección política, el comandante Chávez no se
privó de destituir ministros o de llamar la atención sobre los
problemas de su propio gobierno. Su última plataforma electoral es un
documento surgido de lo real maravilloso: la anunciación del mundo por
construir, junto con la descripción de los grandes desafíos pendientes.
Lejos de la condescendencia, la introducción del programa de la Patria
expresa las líneas centrales de su legado político, culminando un
recorrido marcado siempre por la misma idea: desarrollar el poder del
pueblo. “No nos llamemos a engaño -advirtió-. La formación
socio-económica que todavía prevalece en Venezuela es de carácter
capitalista y rentista. Ciertamente, el socialismo apenas ha comenzado a
implantar su propio dinamismo interno entre nosotros”.
“Para avanzar hacia el socialismo, necesitamos de un
poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y
dominación que subsisten en la sociedad venezolana, capaz de configurar
una nueva sociabilidad desde la vida cotidiana, donde la fraternidad y
la solidaridad corran parejas con la emergencia permanente de nuevos
modos de planificar y producir la vida material de nuestro pueblo”,
agregó. “Esto pasa por pulverizar completamente la forma Estado burguesa
que heredamos, la que aún se reproduce a través de sus viejas y
nefastas prácticas, y darle continuidad a la invención de nuevas formas
de gestión política”.
El 20 de octubre de 2012, en el Golpe de Timón, selló
con vehemencia cualquier duda que pudiera haber respecto a la estrategia
política esencial en los años por venir. “¿Dónde está la Comuna?”, le
preguntó a sus ministros y ministras. “Nicolás, te encomiendo las
Comunas como a mi propia vida”. A partir de ese impulso, en menos de dos
años se multiplicaron las comunas y hoy ya casi alcazan casi a las mil
registradas.
El 3 de marzo de 2015, en su informe a la Asamblea
Nacional, el vicepresidente ejecutivo Jorge Arreaza invitaba a los
diputados de la oposición a conocer la Comuna. “Es un viaje al futuro”,
decía Arreaza. “Donde hay parlamento comunal, donde funciona el plan
comunal, donde hay carta fundacional, eso es el socialismo,
compatriotas. Esa es la igualdad establecida y practicada. Esa es la
libertad de todas y de todos y no el privilegio de unos pocos”.
“Todavía nos falta por avanzar”, concluía el
vicepresidente. Y sí que falta. Todavía el pueblo no tiene la
organización suficiente para acabar con la burocracia, con la
corrupción, con el individualismo, con el localismo y la falta de mirada
colectiva. Con los valores que reproduce diariamente una estructura
económica rentista, que necesita ser superada.
Pero esa fuerza no vendrá de ningún proceso mágico. No puede
surgir de otro lado que no sea la propia experiencia de organización y
lucha. Para poder afrontar las contradicciones que supone, en el día a
día, la lucha de clases en, contra y desde el Estado. Para enrumbar
definitivamente el país hacia un futuro mejor.
“Despierto cada cien años”
“Chávez ya no soy yo”, clamaba el Comandante en los
actos de la campaña hacia el 7 de octubre de 2012. “Chávez es un
pueblo”.
La desaparición física del líder histórico de la
Revolución tenía que suponer un momento de crisis política: un cambio de
etapa. Chávez previó con lucidez y desesperación el probable juego de
fuerzas en este escenario.
“Unidad, unidad, unidad”, ante quienes quieran
aprovechar estos momentos difíciles. Para defender el bien más preciado:
la independencia, ante los ataques imperiales que se veían venir.
“Comuna o nada”, para clarificar el proyecto estratégico que
continuaría Nicolás. Maduro. “Todos somos Chávez”, para señalar la
responsabilidad colectiva y convocar a seguir conformando ese sujeto.
Si alguna vez Fidel dijo que el propósito de la
Revolución Cubana estaba guiado por Martí, el desafío para los pueblos
de estos tiempos es recuperar el legado del comandante Hugo Chávez como
práctica actual, viva, cotidiana.
La Revolución Bolivariana se encuentra, en esta etapa,
bajo asedio. Pero tiene en su haber un proyecto histórico, un programa
político y un sujeto popular en construcción, dispuesto para el combate.
Quién sabe qué depararán los años por venir para este
bravo pueblo. Un pueblo real que, con sus debilidades y limitaciones,
con sus insuficiencias y contradicciones, fue capaz de revertir un golpe
de Estado y dar un salto cualitativo en los términos de la discusión
política de ese momento histórico, proyectándose como un ejemplo para
sus iguales en otras latitudes y recuperando el sueño de unidad de
América Latina y el Caribe.
Alguna
vez, si la justicia triunfa sobre la dominación, quizás haya un tiempo
donde resulte extraño que los pueblos no deliberen ni gobiernen. Una
época en la que las monarquías y las oligarquías, junto a los
monopolios y los oligopolios, serán apenas símbolos de un sistema
antiguo y fracasado.
Pero en la memoria del pueblo americano siempre habrá un recuerdo para Hugo Chávez
Ya nadie recordará la manipulación sistemática de las
empresas de medios de comunicación, con un mundo al revés: donde un rey
puede creerse demócrata y un demócrata puede ser tildado de dictador.
Pero en la memoria del pueblo americano siempre habrá un recuerdo para
Hugo Chávez. El hombre que una vez dijo: “Nos toca realizar plenamente
el sueño libertario que nunca ha dejado de palpitar en la Patria y que
hoy está latiendo de manera incesante. Así lo creo desde la fe combativa
y la razón amorosa que me alienta: la herencia heroica nos obliga y tal
exigencia es bandera y compromiso para nosotros y nosotras. Desde el
tiempo que nos ha tocado vivir es preciso honrar los retos; tantos
sacrificios no pueden ser en vano, hacerlos carne y sangre de la vida
nueva tiene que seguir siendo el horizonte que nos llama y desafía”.
Hugo Chávez. El hombre que dio la orden de abrir los ojos, el que amasó y compartió la idea, el culpable de todo.