Los países que boicotearon con su inasistencia la Conferencia sobre Racismo de la ONU, que se inauguró ayer en Ginebra -entre ellos, EE UU, Alemania e Italia-, ante la sospecha de que el foro se convirtiera en una plataforma contra Israel comprobaron cómo sus temores se confirmaban. El presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, el más rotundo negacionista del Holocausto y enemigo público número uno del estado judío, denunció desde el estrado del encuentro internacional el racismo hebreo y la complicidad de Washington y algunos gobiernos occidentales en la política de Tel Aviv contra los palestinos. De inmediato, los delegados de la Unión Europea abandonaron la sala en señal de protesta.
«Después de la Segunda Guerra Mundial, ellos (los aliados) tuvieron que recurrir a la agresión militar para quitarles las tierras a toda una nación bajo el pretexto del sufrimiento judío», clamó Ahmadineyad. «Han enviado a emigrantes de Europa, de Estados Unidos y de otras partes del mundo para establecer un gobierno racista en la Palestina ocupada», añadió.
La reacción de los embajadores de los 23 países de la UE fue fulminante. Siguiendo instrucciones acordadas de antemano, se marcharon para no oír más que un «discurso de odio», como los calificó el presidente francés, Nicolas Sarkozy, en un comunicado oficial. El gesto fue jaleado con aplausos y gritos por un nutrido grupo de judíos que gritaban «vergüenza» y «stop al racismo».
«Nosotros, como el resto de embajadores, hemos seguido la consigna de la presidencia (checa) de la Unión, que era que en el momento que escuchásemos comentarios no aceptables para Europa abandonaríamos la sala. El mandatario iraní ha hablado de un estado racista (en referencia a Israel) y por eso nos hemos ido», explicó el representante español ante la ONU, Javier Garrigues. El diplomático aclaró, no obstante, que el gesto no quiere decir que la Unión abandone la conferencia, «a menos que se produjera un hecho realmente grave». La UE, con excepción de Holanda, Alemania, Italia y Polonia, decidió el domingo por la noche participar en el encuentro bajo la condición de no aceptar ningún abuso, entre otros, calificar como racista a Israel. Pero las palabras de Ahmadineyad no fueron el único momento incendiario de la jornada inaugural del encuentro que pretende superar la polémica de la primera conferencia de la ONU sobre racismo que se celebró en 2001 en la ciudad sudafricana de Durban, cuando los representantes de Israel y Estados Unidos se fueron airados cuando los países árabes tacharon a la nación judía de «estado racista». Hubo un preámbulo no menos incómodo.
Cuando el mandatario iraní subió a la tribuna para iniciar su discurso, un grupo de activistas comenzó a gritarle «asesino» y «racista», en un intento para impedir que hablara. Pero la actuación de las fuerzas de seguridad, que expulsó de la sala a los alborotadores, hizo posible que el mandatario islámico diera rienda suelta a su odio visceral contra Israel y condenara la actitud del Consejo de Seguridad de la ONU, del que criticó su silencio ante lo que llamó «los crímenes» cometidos por el régimen hebreo en Gaza.
Islamofobia
El boicot, sobre todo de EE UU, no sentó bien al secretario general de Naciones Unidas, Ban Ki-moon, quien también aseguró que pensaba hablar con Ahmadineyad. Ban condenó la islamofobia y la negación del Holocausto, y rechazó la actitud de Washington y sus aliados. «Lamento profundamente que algunos (países) hayan decidido quedarse fuera. Espero que no lo hagan por mucho tiempo», señaló.
Washington anunció el sábado que no iba a estar presente en la cumbre ante el temor de que la declaración final reafirmara el lenguaje utilizado hace ocho años en Durban, cuando el documento de aquella reunión criticó al estado judío. «Estamos preocupados por la difícil situación del pueblo palestino bajo la ocupación extranjera», señalaba la declaración de 2001.
Sin embargo, aunque el primer párrafo del borrador de la Conferencia de Ginebra reafirma la declaración y el programa de acción de la cita de Durban, «tal como fue adoptado», una frase que generó la controversia y el boicot, el resto del texto no hace referencia a Israel ni a la situación de los territorios ocupados de Palestina. Y tampoco al resto de Oriente Próximo.