Por: Carlos Angulo Rivas
Existe un adagio popular que dice “el pez por la boca muere” y podemos agregar otro de estos tiempos en el Perú: “las hábiles ratas gordas o flacas siempre caen en la trampa.” Alan García Pérez ha sido, desde el lugar que ocupa, uno de los protagonistas principales de la campaña electoral municipal de Lima metropolitana. La plaza donde se juegan los más grandes intereses del país. No contento con su descarada intervención en el proceso electoral en apoyo abierto a Lourdes Flores y contra Susana Villarán, ha sostenido dos desayunos de trabajo con su preferida. Y luego, estando de acuerdo en el montaje de un fraude electoral, como única manera de triunfar en Lima, las últimas declaraciones García Pérez lo ponen en evidencia; ya no de las infames intenciones, sino en cuanto al procedimiento a seguir.
Después de la polémica Susana-Lourdes, el mandatario ordenó una impresionante “guerra sucia” y se manifestó por no prestar atención a las encuestas, como si las empresas especializadas más serias albergaran, en sus filas, a niños de primaria neófitos en el asunto estadístico. Y 24 horas antes de las elecciones para que salga en todos los periódicos y se transmita por radio y TV, Alan García, en un empujón final, para que el fraude montado transcurra sin problemas, dijo: “esperen los resultados oficiales y no se fíen de las encuestas a boca de urna ni en las tendencias del conteo rápido de las encuestadoras.”
Luego de anunciada una clara ventaja de 3% de Susana Villarán sobre Lourdes Flores, empezó, demora ex profesa, la reducción de esa ventaja vía la ONPE de doña Magdalena Chu, la “experta que le dio el triunfo a García en la primera vuelta electoral en 2006, el segundo lugar, a fin compitiera con el ganador Ollanta Humala. De ahí la célebre declaración de Lourdes Flores: “me han ganado en mesa pero no en la votación popular.” Hoy observamos que nuevamente se quiere burlar la voluntad popular a través de una selecta burocracia corrupta enquistada en el Jurado Nacional de Elecciones y en la ONPE, esta última convertida en el gran elector.
Hasta donde estamos viendo hay una lentitud premeditada en la ONPE, que anida en su seno a corruptos alanistas, nada incompetentes en cuanto a fabricar un fraude legalizado. El mismo domingo 3 de octubre, se realizaron las elecciones generales en Brasil, 136 millones y fracción de electores, no los 5.5 de Lima, fueron a votar para presidente, senadores, diputados y gobernadores; cinco horas después de cerrados los centros de votación hubo un RESULTADO OFICIAL. Y además, este resultado oficial no difería de lo anunciado por las principales encuestadoras. ¿Por qué demora tanto la famosa ONPE en contar los minúsculos votos de Lima en proporción a los de Brasil? ¿Acaso, nos hallamos en la época de la carreta, a pesar de los discursos sobre la modernidad, esos de los que García dice que, gracias a su gobierno, pasamos casi a ser una nación del primer mundo? ¿Cómo es posible que el 21% de las actas estén impugnadas, o sea más de la quinta parte de los votos, un equivalente a casi millón doscientos mil?
Otro que muere por hablar demasiado es el personero del PPC-UN, José Luis Rodríguez, uno de los que junto al hijo de Bedoya Reyes y también de Lourdes Flores, celebró por anticipado a la alcaldesa apócrifa y artificial. Este santo patrón de los cristianos de azar y fortuna, descarta la orquestación de un fraude electoral, sin embargo, contra toda realidad y pronóstico confía en el triunfo de Lourdes y para dar fuerza a sus declaraciones acusa a la ONPE de haber observado las muchísimas actas electorales, por supuesto, sin añadir, con el claro propósito de burlarse de la voluntad popular. Aquí, hay derecho a la indignación porque, además, nos anuncia: “nosotros estamos tranquilos esperando el conteo de los votos.” Claro que sí, ¿cómo no confiar en la palabra del señor presidente, durante los desayunos de intenso trabajo con Lourdes Flores?
Ya aquí, no se entiende nada. ¿Es posible que una burocracia corrupta maneje la voluntad popular a su regalado gusto? ¿No son los personeros de los partidos y los miembros de mesa los facultados para validar o impugnar las actas electorales? ¿Acaso no se realiza un escrutinio en mesa y esos resultados no pueden ser alterados? ¿Tiene facultades omnímodas, absolutas, la ONPE para colocarse por encima de lo oleado y sacramentado por los ciudadanos miembros de mesa, y comenzar a impugnar las actas levantadas en las mesas de sufragio? En fin hay muchas cosas por aclarar, más aún cuando se avecinan las elecciones generales para el cambio de gobierno y Alan García ya nos ha anunciado que “él no va a elegir al próximo presidente pero si puede impedir que llegue a mandatario un candidato que no sea de su agrado.”