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Washington manipuló la verdad sobre el 11 de septiembre 2001‏

Numerosos temas polémicos aún contaminan la versión oficial del gobierno estadounidense sobre los acontecimientos del 11 de septiembre de 2001. El poder político en Washington junto con las élites dueñas de los grandes medios de comunicación, siempre desearon que se esfumaran los cuestionamientos, discrepancias y dudas surgidas de los continuos debates públicos con respecto a lo ocurrido el 11/9, a pesar de la gran cantidad de evidencias que sugieren que a los ciudadanos estadounidenses se les dijo solo una pequeña parte de la verdad sobre el ataque más grande de la historia ocurrido en territorio continental de los EEUU.

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9-11 Press for Truth (Prensa para la Verdad) es un documental video (verlo abajo) acerca de la historia de un grupo de mujeres que perdieron a sus maridos en la torres gemelas el 11 de septiembre de 2001. La historia de estas viudas se ha convertido en un clásico de la verdad frente a las mentiras de la Casa Blanca respecto a los trágicos sucesos de Nueva York.
A casi once años de estos hechos, todavía existen muchas preguntas sin contestar: ¿Cómo cayó el Edificio Nº 7? ¿Qué causó la destrucción de las torres gemelas? ¿Fue realmente Osama Bin Laden el autor o más bien el pretexto para una nueva geopolítica de dominación mundial? ¿Dónde estaba realmente escondido Osama Bin Laden durante todo este tiempo? ¿Por qué tardó tanto en ubicarlo el espionaje estadounidense? ¿Fue Osama Bin Laden verdaderamente la persona capturada y eliminada en gran secreto en Paquistán o más bien un show para engañar a la opinión pública mundial y justificar la falta de respuestas? ¿Por qué no se le capturó y juzgó entonces? ¿Son aquellos que cuestionan la historia oficial del 11/9 peligrosos «teóricos» de la conspiración?
Los académicos e intelectuales que han intentado responder estas interrogantes han sido ignorados o ridiculizados por los grandes medios corporativos (e incluso por progresistas de izquierda), expertos políticos y funcionarios del gobierno, que claramente se proponen silenciar el llamado «Movimiento por la Verdad sobre el 11/9» o a cualquier persona que dude de la cuestionada postura oficial sobre este asunto. Sin embargo, las preguntas no dejarán de aparecer y cada vez se pedirán más respuestas.
Hasta la primavera de 2010, más de 1,200 arquitectos e ingenieros han pedido una nueva investigación sobre lo ocurrido el 11/9. Estos académicos y profesionales de la construcción están motivados por varios elementos: las múltiples explicaciones del Informe de la Comisión 11/9 han resultado probadamente erróneas, las aclaraciones científicas son imperfectas y contradictorias, y los estadounidenses merecen una explicación basada en los hechos.


Presentamos el documental «9-11 PRESS FOR TRUTH»
SUBTITULADO EN ESPAÑOL. Uno de los mejores y más simples documentales que demuestran las manipulaciones de Washington para ocultar la verdad acerca de los atentados del 11 de septiembre de 2001.
Al mismo tiempo, en las trazas de polvo de las torres del World Trade Center (WTC) y del Edificio Nº 7 ubicado en el mismo complejo se han encontrado nuevas evidencias de explosivos que se utilizan para demoliciones controladas. Después de un cuidadoso examen de la versión oficial sobre el 11/9 (donde la Comisión incluso nunca mencionó el Edificio No 7) y de datos forenses omitidos en los informes, estos profesionales concluyeron que se requiere una investigación independiente y transparente sobre estos enormes y misteriosos defectos estructurales.
Richard Gage, un arquitecto de San Francisco y fundador de Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11/9, dijo: «Los informes oficiales de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias y del Instituto Nacional de Estándares y Tecnologías (NIST) proporcionan explicaciones insuficientes y fraudulentas sobre las circunstancias de la destrucción de las torres».
Gage y otros arquitectos e ingenieros, atacaron el primer informe del NIST hasta el punto de que ese organismo cambió finalmente sus conclusiones, presentó nuevas evidencias y en 2008 emitió una primera versión del reporte.
En los treinta días posteriores a su presentación el NIST recopiló las dudas sobre este. El grupo encabezado por Gage envió una carta que cubría las muchas inconsistencias y omisiones del documento; sin embargo, el reporte final de 2008 no se refirió a casi ninguna de las inquietudes planteadas. El método científico no estuvo presente en ese estudio.
Las acciones de Gage y Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11/9 obligaron al NIST a reconocer que el rascacielos metálico de 47 pisos llamado Edificio Nº 7 del WTC no había sido impactado por un avión y se desmoronó con una aceleración de caída libre superior a 30 metros por segundo. El NIST no proporcionó explicación de cómo o por qué se había desplomado de esa manera, más bien continúa planteando que la observación de los materiales que contenían termita hallados en el Punto Cero, incluidos en la teoría de la demolición, «no tenía que ser necesariamente concluyente». A pesar de su propia afirmación de que las pruebas de la demolición son poco concluyentes, decidieron no comprobarlas ni tenerlas en cuenta en absoluto, como si esto no pudiera y/o no hubiese sucedido (para más detalles, ver artículo en este link). Una vez más las agencias gubernamentales eludieron completamente el método científico.
En otros temas relacionados con el 11/9 sigue en pie el misterio respecto al paradero del supuesto perpetrador, Osama Bin Laden. A pesar de que Bin Laden no se adjudicó el atentado (de hecho, alegó lo contrario; tampoco el FBI lo tiene como sospechoso de esos crímenes por falta de pruebas), funcionarios gubernamentales de ambos partidos [republicanos y demócratas] regularmente se refieren a él como el responsable de los ataques del 11/9 (véase artículo sobre el FBI).
Además, el doctor David Ray Griffin, ex profesor de la Escuela de Teología de Claremont, California, y autor de numerosos libros sobre las incógnitas del 11/9, sugiere que Osama Bin Laden pudo haber muerto hace casi nueve años, exactamente el 13 de diciembre de 2001, a causa de insuficiencia renal o una enfermedad del riñón. Existen registros de tratamientos médicos proporcionados a Bin Laden en un hospital militar estadounidense de Dubai por una infección urinaria, ligada a menudo a enfermedades del riñón, y también documentación sobre un pedido de una máquina portátil de diálisis, esencial para su supervivencia, que fue enviada a Afganistán. Griffin cita a un grupo de médicos y plantea que sería imposible que Bin Laden sobreviviera en una cueva con esa máquina durante cualquier período sustancial de tiempo. Observó que EE.UU. y el gobierno británico están conscientes de la muerte de Bin Laden, pero la han ocultado para continuar la guerra antiterrorista. [Véase el libro de Griffin, Osama Bin Laden: Dead or Alive? (Osama Bin Laden: ¿Muerto o vivo?)].
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El profesor Cass Sunstein trabaja para la administración Obama en Washington, su tácticas son aquellas del Programa de Contrainteligencia del FBI para controlar la opinión pública
Otro conflicto referido al 11/9, y en pleno desarrollo en el frente interno, se refiere a que el profesor de Derecho de Harvard, el Sr. Cass Sunstein, nombrado por el presidente Obama para dirigir la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios, propuso que el gobierno de EE.UU. debe infiltrar agentes y desacreditar a los grupos de activistas.
En relación con esto último, el llamado de Sunstein incluye a los «Activistas de la Verdad 11/9» (llamados Truthers 11/9), quienes desafían la visión oficial de los hechos, y aunque reconoce que en el pasado el gobierno de EE.UU. ha estado implicado en conspiraciones, cree confiadamente que eso ya no es un problema. (Para abundar sobre el tema, véase la sección Emergencia por la Verdad y el capítulo 6 de Censored 2011.)
Sunstein asegura que los grupos que cuestionan la versión oficial sobre los acontecimientos del 11 de septiembre son peligrosos y podrían conducir a alguna gente a la violencia, pero no presenta ninguna prueba concreta para corroborar su afirmación.
El profesor de Derecho de Harvard asevera que no resulta productivo refutar a estos grupos en público y, en cambio, sugiere que es más eficaz infiltrar agentes y desacreditar premeditadamente sus fuentes internas. En esencia, Sunstein está pidiendo un regreso del Cointelpro (Counter Intelligence Program o Programa de Contrainteligencia del FBI), de los días de la Guerra Fría, cuando agentes encubiertos del gobierno de EE.UU. eran infiltrados secretamente entre los grupos antibelicistas, ecologistas y de derechos civiles para intentar destruirlos desde adentro y desacreditar sus actividades.
Con ello provocaba violencia o los agentes infiltrados planificaban actos ilegales que llevaran a los grupos a ser juzgados por cargos criminales. El llamado de Sunstein concierne fundamentalmente a determinados grupos de activistas 11/9 y lo más preocupante es que puedan ser objeto de infiltración y más tarde juzgados por cargos fabricados de terroristas o criminales. (Véase los temas 6 y 20 de Censored 2009 y 2008 respectivamente.)
Tal clima de miedo e intimidación no es un buen presagio para los derechos de la Primera Enmienda, ni para la libertad de cátedra en EE.UU., y menos aún para descubrir la verdad sobre qué sucedió realmente el 11 de septiembre.

Actualización de Shawn Hamilton (Examiner.com)

Más de mil arquitectos e ingenieros han firmado la petición de reinvestigar la destrucción acontecida el 11/9. Cuando fui a San Francisco a cubrir la rueda de prensa de Architects & Engineers 9/11Truth (Arquitectos e Ingenieros por la Verdad sobre el 11/9, AE911Truth), no se lo informé a los medios de noticias con el que frecuentemente más colaboro: temí que me dijeran que no me metiera en ese tema. Puede que esto no sorprenda a quienes están conscientes del silencio ensordecedor de los principales medios ante los sucesos del 11/9, pero este no era un órgano de los grandes medios: se trata de una estación de radio alternativa fundada en los principios que fomentan la cobertura de aquellos temas e historias no reportados. Para ser justo, ningún director de información me dijo que «no podría» cubrir la noticia, y esta salió ese fin de semana. El asunto es que me sentí limitado debido a la atmósfera de sospecha y miedo que generalmente subyace ante la recepción por los medios de los trabajos relacionados con el 11/9, incluyendo a esta estación «progresista», donde la gente tiene opiniones divididas sobre el asunto.
Con la excepción del asesinato de Kennedy, nunca he visto tanto misterio en los medios ante la cobertura de un tema. La gente de los años setenta se burlaban de los pocos que sugerían que Lee Harvey Oswald no había actuado solo, y los calificaban de «chiflados conspiradores» (conspiracy nuts), tal como ahora catalogan a los que trabajan por que se esclarezcan los sucesos del 11/9 de «Activistas de la Verdad» (truthers), que suena como flat earthers (los anticuados o los fuera de moda). Algunos de estos activistas han acogido el término «truther», pero les sugiero que se abstengan de usarlo, pues no es un cumplido.
Le pregunté al teólogo David Ray Griffin —quien habló en la conferencia— cuál consideraba él que era la razón por la que los medios han actuado de una forma tan extraña frente a los temas relacionados con el 11/9. Este precisó cómo las expresiones «teoría de la conspiración» y «teórico de la conspiración» se manipulan para hacer que los reporteros teman perder su reputación y su trabajo.
«Usted sabe cómo eso funciona; todos en los medios saben cómo eso funciona», dijo. «Nadie tiene que ser amenazado explícitamente; ellos, simplemente, conocen las reglas». Sea verdad o no lo que alega el grupo, la conferencia de prensa de AE911Truth fue un acontecimiento de interés periodístico. Es una historia válida porque muchos ciudadanos se están cuestionando las explicaciones oficiales de la tragedia del 11 de septiembre de 2001. La importancia del tema aumenta por el hecho de que más de mil arquitectos e ingenieros con licencia están exigiendo una nueva investigación. Incluso, si lo que dicen fuera en parte verdad, las implicaciones son profundas, pero de cualquier manera hay un trabajo periodístico legítimo.
No creo que las agencias de noticias aprueben las ideas y puntos de vista de grupos como AE911Truth, pues ese no es su papel; sin embargo, espero que no corran cuando oigan las inquietantes palabras: «Once-Nueve» (Nine-Eleven). Los reporteros que temen cubrir temas sensibles no sirven para nada a la democracia.
Hasta el verano de 2010 [del hemisferio norte], AE911Truth (ae911Truth.org) había conseguido que más de 1,200 profesionales de la construcción firmaran la petición al Congreso demandando una investigación verdaderamente independiente, en tanto un grupo de reciente formación, denominado «Bomberos por la Verdad 11/9» (firefightersfor911truth.org), desafía los informes oficiales y errores generalizados sobre qué ocurrió el 11 de septiembre.
Otro, llamado «Coalición de la ciudad de Nueva York para la responsabilidad ahora» (New York City Coalition for Accountability Now, NYC CAN, http://www.nyccan.org/), intenta convencer al Consejo de esa ciudad para que se investigue las extrañas circunstancias que rodean el derrumbe del Edificio Nº 7 del World Trade Center. Todos los vínculos que he mencionado conducen a algunos de los sitios web más creíbles sobre el 11/9.
La página de AE911Truth es un buen lugar para comenzar: http://www.ae911truth.org/ . Para seguir temas relacionados: http://www.examiner.com/x-36199-Con.... Mi dirección electrónica es: lesseroftwoevils@rocketmail.com

Actualización de Daniel Tencer (Raw Story)

En mayo de 2010, la revista New York Times (NYT) publicó un perfil completo de Cass Sunstein, el primero que se realiza en los principales grandes medios desde que el profesor de Derecho asumió el cargo de jefe de la Oficina de Información y Asuntos Regulatorios (OIRA) de la Casa Blanca. El título del artículo —«Cass Sunstein quiere darnos un pequeño empujón»— es un eufemismo, teniendo en cuenta las opiniones que este ha expresado a través de años, pero por lo menos dirige la atención en la dirección correcta: y es que mucha escritura académica de Sunstein se ha centrado en el control social y el control gubernamental sobre la información.
Como era de esperar, el artículo trató a Sunstein con guantes de seda y disimuló extensamente los elementos más polémicos de sus ideas. Se refirió a él como uno de los principales defensores del concepto «paternalismo libertario», un floreciente nuevo campo de estudio que mezcla psicología del comportamiento con economía de libre mercado y postula que a la gente se le puede «dar un pequeño empujón» para que tomen las decisiones correctas —es decir, aquellas opciones deseadas por el gobierno— no por leyes ni regulaciones, sino tomando la decisión «correcta», lo que parece psicológicamente más atractivo.
En el diario online Huffington Post, Russ Baker criticó a NYT por «enterrar» las aserciones más polémicas de Sunstein en 35 párrafos de la historia, donde finalmente nos dicen que el profesor de Derecho abogó por la «infiltración cognoscitiva» de los grupos de teoría de la conspiración. Entonces el Times cita a Sunstein, y sugiere que como funcionario del gobierno, él no ejecutaría los aspectos más radicales o más experimentales de sus ideas académicas. Pero, como señala Baker, ese comentario fue hecho a fines de 2009, antes que saliera en los medios el trabajo de Sunstein sobre teorías de la conspiración.
Aunque el artículo del Times aparenta ser una retractación de las ideas más polémicas de Sunstein, en realidad no es así. Comprender a Cass Sunstein y su efecto sobre el gobierno y la sociedad es un hecho difícil por dos razones. La primera es que él es una quimera política que tiene partidarios y detractores en ambos lados del espectro político. Entre críticos conservadores, los populistas se han declarado contra él, mientras los intelectuales parecen haberlo apoyado abiertamente. Incluso Glenn Beck declaró que Sunstein es «más poderoso que la Fed» —Consejo Directivo de la Reserva Federal— y se muestra deseoso de «controlar cada uno de tus movimientos», en tanto el columnista George F. Hill dijo que sus ideas conllevarían a un mejor gobierno, más pequeño, y que «tendrían la virtud adicional de fastidiar a esos molestosos entrometidos, niñeras liberales de Estado».
En el Reino Unido, los trabajos de Sunstein son «lectura obligatoria para las aspiraciones de MPs (miembros del parlamento) conservadores», reportó el Daily Telegraph.
El segundo elemento que dificulta entender a Sunstein es que su posición dentro del gobierno se ocupa sobre todo de negociar primariamente problemas ásperos, burocráticos, que no despiertan el interés ni de los principales medios de prensa ni de los medios alternativos.
Como jefe de la OIRA, Sunstein es responsable de revisar las nuevas disposiciones gubernamentales. Con todo, hasta el momento sus decisiones —aquellas que conocemos— se han quedado en una escala pequeña y en gran parte técnica, por ejemplo, su convocatoria a organizar los procesos de nombramientos y de redacción de las regulaciones, de manera que los ciudadanos tengan mejor acceso a ellas.
Sunstein, sin embargo, recientemente logró enojar a los ecologistas cuando bloqueó una nueva regulación de la Agencia de Protección del Ambiente, que aseguraba que la ceniza de carbón como un peligroso agente cancerígeno. Los ecologistas lo acusaron de ceder ante la industria del carbón, la cual es opuesta a que se aumente el costo de los residuos de ceniza, bajo la nueva regulación.
¿Hacia dónde se dirige Sunstein? ¿Es probable que intente el tipo de programas de control de la información por los que abogó en el pasado? Incluso si lo hace, es probable que los grandes medios de prensa apoyen por lo menos algunos de sus esfuerzos para empujar el debate político hacia un centro «aceptable».
La revista New Yorker, al hacer la reseña de su libro On Rumors (Sobre rumores) de 2009, dijo que Sunstein merece crédito por predecir las circunstancias que llevarían al aumento de rumores en Internet, tales como la afirmación birther [orientación racista] de que el presidente Obama no nació en EE.UU. y el alegato del «panel de la muerte» contra la reforma de la atención de salud. Entonces, le dan el papel del héroe que lucha contra estas tendencias. Teniendo en cuenta el precedente existente, es factible que cualquier tentativa de Sunstein por moldear el contenido de la información pública encuentre una respuesta positiva en los grandes medios de la vieja guardia.

Caso Assange y temas peruanos

Por: José Suarez Danós
Caso Assange y temas peruanos


El caso Assange por sus definidas características ligadas al imperialismo neo-colonial no es ajeno al Perú, desde que en 1992 el ex presidente Alberto Fujimori abrió el país al neoliberalismo a fin que se apodere de los bienes y recursos del Perú.
Por eso pronto comenzaron a fluir en el país denuncias periodísticas sobre atropellos del neocolonialismo, y para contrarrestarlas, el “sistema” comenzó a operar como en el resto de países del mundo; es decir, criminalizando las denuncias y las protestas.
A la vez también apareció el “nuevo marco moral, político y judicial” que auspiciaba las maniobras coactivas contra la crítica al neoliberalismo y sus acciones.
En el 2007 el periodista peruano Herbert Mujica Rojas se constituyó en el típico “caso Assange” peruano, cuando publicó el libro de su autoría, “¡Estafa al Perú! ¡Cómo robarse aeropuertos y vivir sin problemas!”.
En ese libro de investigación el periodista de la “Red Voltaire” denunció la corrupción que habría existido en el período 2000-2007 entre la empresa transnacional “Lima Airport Partners”, LAP, y cuatro gobiernos neoliberales del país –Alberto Fujimori, Valentín Paniagua, Alejandro Toledo y Alan García-.
En criterio del autor esa corrupción habría permitido viabilizar la privatización del Aeropuerto Internacional “Jorge Chávez”, principal terminal aéreo del Perú y tránsito obligado del tráfico aéreo dentro de América del Sur.
Al libro de Mujica siguieron o se publicaron en paralelo, otras investigaciones de prensa escrita sobre el mismo caso, efectuadas por los destacados periodistas César Lévano y Raúl Wiener del diario peruano “La Primera”, quienes detectarían más presuntas irregularidades.
En el 2009 contra todo orden lógico todos ellos fueron demandados penalmente en la justicia peruana por parte de la citada empresa del neoliberalismo transnacional.
Absurdamente fueron acusados por ésta del inexistente delito de “difamación a una empresa”; por ley peruana la difamación sólo afecta a derechos de personas naturales.
Llegado el año 2012, Mujica, Lévano y Wiener, aún son cautivos del prolongado, intrincado y oneroso proceso legal que prosigue la justicia peruana “de tiempos neoliberales”, soportando las arremetidas de la empresa acusadora.
“Lima Airport Partners”, LAP, por todo argumento insiste en penar las libertades de expresión, de opinión y de prensa de que hicieron uso los periodistas en su función informativa.
Si bien es cierto no logrará se les condene a muerte –por no existir en la legislación peruana- ello no exime que en el “nuevo marco jurídico” los periodistas pudieran ser objeto de una sentencia inclinada a favorecer al neocolonialismo.
El silencio guardado en relación a esas extrañas causas judiciales por casi todos los organismos encargados de salvaguardar las libertades de prensa y opinión en el país, hace entrever que esos organismos serían parte del “nuevo marco institucional”.
Y Assange, Mujica, Lévano y Wiener, sólo son víctimas de ese “nuevo derecho” que se aplica en sentido contrario a la legitimidad.
La imagen de Julián Assange el periodista australiano director de la agencia de prensa “Wikileaks”, es sumamente conocida por la opinión pública internacional y la del Perú.
El salto de Assange a la fama -y a su desgracia personal- lo estableció su entereza personal cuando denunció los genocidios, torturas y conspiraciones contra la paz mundial, llevadas a cabo por EE.UU., la OTAN y el neoliberalismo transnacional.
Para ello sólo hizo empleo de sus derechos a las libertades de expresión, de prensa y de información, como periodista y ciudadano del mundo. Pero sus denuncias contrastan con el silencio que guardó la gran prensa internacional cuando esos hechos se producían.
En versión de Assange él proponía que sus denuncias fueren recogidas por la justicia de EE.UU. -“el país paladín de los DDHH”- para que ella enjuicie a los responsables.
Hoy extraña e ilógicamente para el periodista esas denuncias fungen de patíbulo ante la posibilidad real que el gobierno de Barack Obama lo condene a pena de muerte, como se lo habría propuesto.
Washington ha acusado a Assange del “delito de espionaje” por “develar secretos de Estado de los EE.UU.” (todos hechos violatorios a la Carta de la ONU), que el australiano en la función periodística conoció por sus fuentes.
La persecución desarrollada por el gobierno estadounidense contra el director de “Wikileaks” ha propiciado que éste sea asilado diplomáticamente por Ecuador, en su embajada en Londres.
El imperio de Gran Bretaña cómplice de EE.UU. en el acoso contra el australiano ha amenazado a Ecuador con incluso violar el derecho internacional, asaltando la embajada de ese país para capturarlo y entregarlo a las autoridades de Suecia,
El gobierno sueco que también forma parte de la conjura, no encontró mejor forma de ayudar a EE.UU. y Gran Bretaña que acusar a Assange de “delito sexual” por “no usar condones en sus relaciones íntimas” –de Ripley-.
El gobierno de Australia, país origen del director de “Wikileaks”, en contravención al derecho interno de ese país anómalamente le ha hecho conocer que no lo defenderá “ante otros gobiernos”, dados “los terrible crímenes de que ha sido acusado”.
La orquestación imperial colonialista de los EE.UU., Gran Bretaña, Australia y Suecia intenta crear un cerco político, diplomático, judicial, y mediático, que “aísle” a Julián Assange y “desaliente” a los países que pretendieran apoyarlo.