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EL ÚLTIMO DIA DE VÍCTOR RAÚL HAYA DE LA TORRE‏

  Toda la noche del día anterior Haya de la Torre había continuado agonizando. En el dormitorio apenas se escuchaba el tenue sonido de las maquinas que controlaban su pulso. Era el 2 de agosto de 1979.   Un día antes los médicos se habían reunido con el alto mando del partido para explicarles que la enfermedad de Víctor Raúl era cuestión de horas y que la muerte era esperada en cualquier momento.   A las siete de la mañana, Jorge Idiaquez es llamado por el grupo de enfermeras de guardia para poner en mejor posición a Víctor Raúl, lo coge por un costado, muy lentamente, tratando de no despertarlo. De pronto su Jefe abre los ojos y le expresa una leve sonrisa al verlo.   Alarga las manos, en su último esfuerzo, se coge de la muñeca de Jorge. Lo aprieta tres veces y vuelve a sonreír angelicalmente. Era el saludo aprista. Era el último contacto en vida con el hombre que lo acompaño siempre con lealtad y arrojo. Vuelve a cerrar los ojos y pausadamente suelta la muñeca de Jorge. Este mira fijamente el rostro de Haya de la Torre, no puede contener la emoción y  gruesas lagrimas van rodando por su mejilla. Las maquinas siguen sonando lentamente indicando que Víctor Raúl, todavía, esta con vida.   Con los ojos vidriosos y casi a media voz musita, “Fue el saludo aprista”. En la sala hay un grupo de jóvenes que están en silencio. No hablan, están mirando hacia el vacío. En el jardín, Tony, su perro fiel, no quiere alejarse de su amo, ahí esta aullando. Mueve insistentemente la cola. Era las 8 de la mañana del 2 de agosto.   Fueron llegando los jóvenes que estuvieron siempre cerca de Víctor Raúl. Desde Barranco, presuroso el, llega Alan García. Abre la puerta y mira fijamente el rostro de su Jefe que parece dormir tranquilamente. Recordaba en esos momentos, las palabras aleccionadoras de tantos años. Trata de contener las lagrimas, pero ahí esta llorando.   Armando Villanueva y Luís Negreiros entran y salen de Villa Mercedes. Tratan en lo posible de disimular su inmenso dolor. En la puerta principal hay una nube de periodistas esperando alguna noticia sobre el Jefe.   El día fue transcurriendo muy lentamente. Los jóvenes que siempre habían estado con el, llenaron Villa Mercedes. Los médicos entran y salen del dormitorio. Jorge se comunica por teléfono con Hortensia Pardo. Le dice que Víctor Raúl esta muy mal. Ramiro Priale, con el rostro desdibujado y sentado en un sillón, fumando y moviendo el rostro muy apesadumbrado de un lado para otro mira fijamente al vacío y de pronto parece preguntarse ¿Por qué? ¿Por qué?   Con unos lentes oscuros y caminando muy lentamente llega Carlos Enrique Melgar. Taciturno y fumando camina de un lado a otro. A ratos se quita los lentes y con un pañuelo blanco va secándose las gruesas lagrimas que a borbotones parece, ese día, desdibujarle el rostro. Era las tres de la tarde del 2 de agosto.   La gente fue abandonando Villa Mercedes. Los dirigentes partieron rumbo al partido. Quedaron muy pocos. Mirando al vacío y como tratando de convencerse que no era cierto están ahí Oscar Ore, Luís Felipe Soller, Fernando arias Vera y Carmen Rosa Deza, abren la puerta y se encuentran con el rostro de Víctor Raúl, De pronto en medio del silencio sepulcral que reinaba esa noche, y mirando fijamente a su Jefe, les va derramando poco a poco gruesas lagrimas. Cierran lentamente la puerta, caminan hacia la sala y caen pesadamente en los sillones, mirando al techo, ahí, siguen llorando. Son las siete de la noche del 2 de agosto.   Los doctores Tapia y Mispireta, salen corriendo del dormitorio en busca de Jorge, lo llevan a un costado y algo le dicen. El rostro de Jorge esta totalmente demacrado, la palidez invade terriblemente su cara. De pronto agarra el teléfono y comienza a llamar a cada uno de los dirigentes. Oscar, Luís Felipe, Fernando arias y Carmen Rosa con el rostro casi suplicante quieren alguna noticia sobre su Jefe. Jorge con los ojos vidriosos. Casi no resiste las lágrimas, les dice angelicalmente que todo esta bien y vuelve al dormitorio.   Armando Villanueva sale a la sala y pide a todos que se reúnan. Su rostro esta totalmente desencajado y casi no puede hablar. Se agarra insistentemente la frente y se esta mordiendo los labios. Luego que están casi todos juntos en la sala, les dice:   Es duro lo que les voy a decir: HA MUERTO NUESTRO JEFE. No resiste las lagrimas, ahí esta llorando.   Un poco mas tarde, el mismo Armando baja hasta la puerta principal y ante Todos los periodistas dice: 
    ¡¡¡HA MUERTO VICTOR RAUL!!!         
  ¡¡¡VIVA  HAYA DE LA TORRE!!!    
Eran las 10.45 de la noche del 2 de agosto de 1979.   

  Fuente: Los Últimos Días de Víctor Raúl de Wilbert Bendezu Carpio.