Philosophicus; 15 - 07 - 2013
La cuestión global, no sola internacional, está en la discusión
de la región sudamericana en estas horas de cumbre de presidentes del
Mercosur reunidos en Montevideo.
No es una cuestión de relaciones entre los países, sino de estructura
y jerarquía en el orden mundial capitalista. Es que lo que acaba de
hacerse evidente a la sociedad mundial es el papel de EEUU en la
orientación del sistema global.
Sea por el espionaje estadounidense o por la agresión imperialista al
presidente boliviano producida la semana pasada, el antiimperialismo
reaparece como desafío de época. No es nueva la denuncia sobre el
carácter imperialista de EEUU y la subordinación europea, sin embargo,
en estas horas se transformaron en hechos evidentes.
No todos los gobiernos de la región acuerdan en la calificación de
estos acontecimientos, aunque todos los condenan, unos más enfáticamente
que otros, es cierto. Esa diferencia está asociada a la mayor
subordinación de cada uno de los países integrantes del Mercosur a la
política de liberalización empujada por el imperialismo y que se
manifiesta en variedad de acuerdos de libre comercio y tratados de
defensa de las inversiones externas en convenios bilaterales. Pero
también a la subordinación de nuestros países a una institucionalidad
gestada por las principales potencias del capitalismo mundial y el gran
capital transnacional, caso del FMI, el Banco Mundial, el BID o la OMC.
Dependencia capitalista
El problema es la dependencia de los países sudamericanos respecto
del capitalismo hegemónico, y no solo por definiciones más o menos
afines a la política exterior de EEUU o Europa. Existe dependencia
comercial, sea por exportaciones o por importaciones, en una región que
profundiza la dependencia comercial por la venta de productos primarios,
el petróleo, el gas, el cobre, la tierra y sus productos a los países
hegemónicos del capitalismo global, pero también por la importación de
bienes de producción generados bajo licencia de transnacionales
originadas en el capitalismo desarrollado. Existe también dependencia
tecnológica en toda la línea de producción y servicios, más allá del
comercio internacional, en el agro, la industria, el comercio, la banca,
el turismo y las comunicaciones. En ese plano se confirma la
dependencia financiera reforzada en décadas de liberación al movimiento
internacional de capitales, donde la deuda pública es solo una parte,
muy importante por cierto, de esa sumisión al régimen del capital.
El orden dependiente en el capitalismo está presente en cada una de
nuestras formaciones económicas y sociales. La dependencia es un
fenómeno externo e interno a nuestros países. La dominación capitalista
en cada uno de nuestros países actúa desde las inversiones externas y la
proyección al exterior de capitales originados en nuestros países. A
eso sumamos una institucionalidad regional y global subordinada al
interés de esos capitales transnacionales sin importar su origen. La
dependencia está modelada por la acumulación de capitales, con tendencia
a disputar el mercado global. Por eso, más allá de formulaciones
políticas más o menos críticas a EEUU o Europa, lo que se necesita
analizar en toda la región son los condicionantes estructurales
(económicos, políticos, sociales, culturales) y la capacidad para
transformarlos. Es una aspiración en las movilizaciones de ayer (los
80´y los 90´) y de hoy, las que gestaron la condición de posibilidad
para el cambio político en Sudamérica al comienzo del Siglo XXI. Es algo
que no siempre tienen en consideración los gobiernos, limitados en su
accionar al campo de “lo posible”, lo que supone negociar la
subordinación de un rumbo que termina afianzando la dependencia al
capitalismo hegemónico.
La reunión de presidentes de países del Mercosur en Montevideo
concentró los temas principales de la agenda política y económica, más
allá de la declaración final y los avances institucionales que se
materialicen, sea la inclusión como miembro pleno de Bolivia, o de
Guayana y Surinam como estados asociados, o la pendiente situación
paraguaya. No es un dato menor la presidencia pro témpore asumida por
Venezuela, ejercida por primera vez desde su inclusión como miembro
pleno sin el acuerdo de Paraguay. Pero más allá de las informaciones
oficiales y las discusiones explícitas de los funcionarios de gobiernos,
los pueblos hablaron con movilizaciones de trabajadores en Chile,
Brasil y la Argentina, las que se articulan con demandas extendidas en
defensa de la naturaleza y los bienes comunes como acaba de pronunciarse
la CTA. Esas manifestaciones populares se hicieron sentir en reuniones
simultáneas de los movimientos populares realizadas en Montevideo.
Desafíos
Por lo señalado se nos presentan algunos interrogantes al respecto.
¿Cómo reacciona la región ante la evidente política imperialista de EEUU
y Europa? ¿Por qué seguir negociando tratados de libre comercio entre
la región y Europa? ¿Por qué continuar en ámbitos como el CIADI en
defensa de los inversores extranjeros? En rigor, el desafío pasa por la
denuncia de los convenios internacionales que vinculan a nuestros países
con una institucionalidad dominada por EEUU y a la que se asocia
Europa. Solo como ejemplo mencionemos la presidencia del FMI ejercida
por europeos y del BM por estadounidenses. Es una muestra de un orden
surgido a fines de la segunda guerra y que no se corresponde con nuestro
tiempo. Enfrentar esa institucionalidad supone cambios nacionales
articulados regionalmente.
Somos conscientes que ello es obstaculizado por procesos de
integración subordinada que empujan las trasnacionales, EEUU y Europa,
como fue el ALCA, o el tratado en curso entre la región latinoamericana,
especialmente el Mercosur y Europa. Claro que ya dijimos que la
dependencia es también un fenómeno interno, que involucra a capitales
locales y a los gobiernos de la región, por lo cual, no alcanza con la
denuncia por acciones o iniciativas de España, Portugal, Italia, Francia
o EEUU, y se impone un accionar conjunto en defensa de la soberanía
popular en una perspectiva de integración alternativa. El no al Alca
inspira la negativa a los condicionantes internacionales que
mencionamos, e inspira la necesaria profundización de caminos enunciados
en nuevos procesos de integración, los que se afianzarán en tanto y en
cuanto la participación popular movilizada defina los cursos de acción.
No se trata de recordar anteriores batallas, caso del ALCA, sino
pensar en sus actualizaciones, tal el caso de la Alianza del Pacífico o
los múltiples acuerdos y tratados vigentes para la seguridad jurídica de
los inversores transnacionales. Todos ellos conspiran contra cualquier
discurso o pretensión de proyecto emancipador. Como siempre, la palabra
la tienen los pueblos, en tanto sujetos conscientes que luchan contra la
mercantilización de la educación, la salud, la energía, o el
transporte, en defensa de los bienes comunes, del salario e ingreso
populares, como del vivir bien o buen vivir re-significado de las
culturas de los pueblos originario y campesinos de Los Andes. Ahora que
Bolivia se incorpora al Mercosur como miembro pleno debemos asumir el
desafío de la discusión del orden capitalista vigente y la posibilidad
del “ vivir bien ” para el conjunto de la población.
Tomado de Rebelión