Lima PERÚ
Sábado, 10 de Diciembre del 2,011
En el blog titulado EL IMAGINARIA se acaba de reproducir un formidable artículo, del no menos importante líder del periodismo independiente en el Perú, nos referimos al periodista César Hildebrandt.
En momentos donde nos encontramos en un panorama de querer retornar al pasado, militarizando para atemorizar, es de palpitante vigencia la reflexión de Hildebrandt.
Las tentaciones del poder político de considerar que así se logrará imponer el proyecto minero Conga de la montesinista empresa Yanacocha, puede aún zafarse de la hecatombe histórica que representaría gobernar para pocos.
Leer: LA DERROTA DE LA INTELIGENCIA :
Por: César Hildebrandt
Las
decepciones son mayores cuando las esperanzas son más intensas. A pesar
de que la segunda vuelta obligaba a Ollanta Húmala a la moderación y a
la búsqueda de consensos, era obvio que quienes votaron por él
conservaron la expectativa de que un gobierno suyo iba a traer algunos
cambios cualitativos. De eso se trataba, precisamente, la pelea política
y moral con Keiko Fujimori.
En
un proceso semejante a la progeria, esa enfermedad que envejece a los
niños a la velocidad del infortunio, Húmala se ha resignado a gerentear
el Perú.
El
poder económico ha hecho con él lo que logró hacer con casi todos:
ensillarlos, adobarlos, engullirlos. Al empresario salitrero
Billinghurst no lo pudieron convertir en sirviente y por eso le dieron
un golpe de Estado. Al general Velasco no lo pudieron asustar y por eso
lo han convertido en el demonio temido al que hay que seguir aporreando
desde sus medios de comunicación.
Todos los demás entraron al redil.
La declaratoria del estado de emergencia cuando se estaba a punto de llegar a un acuerdo no sólo dejó mal parado a Salomón Lerner sino que fue un mensaje hacia el futuro: los acuerdos son peligrosos cuando uno no está dispuesto a cumplirlos, mejor es militarizar "las ciudades alzadas".
Ahora Cajamarca es una ciudad tomada "por las fuerzas del orden".
¿De qué orden?
Del orden tal como lo entiende la derecha pre Gutenberg peruana. Es decir, palo y bala si es necesario con tal de que nadie se oponga a nuestro destino de vendedores de rocas molidas. Y palo y bala para los que osen enfrentarse a 200 años de desprecio.
Húmala
es nuestro nuevo Zelig. Habla como Sánchez Cerro, actúa como Alan
García, decide como lo hubiera hecho Luis Bedoya. Ya ni siquiera
disimula, lo cual, en efecto, es un mérito. Caída la máscara del
reformador, apagadas las luces del centrista, Húmala marcha a paso
ligero a ser el albacea del modelo que aquí impuso una banda de
delincuentes cuyo cabecilla tiene una sentencia de 25 años por delitos
de lesa humanidad. Que Húmala se prepare para otros Cajamarcas. Si cree
que va a intimidar actuando como un matón que ordena detener durante
diez horas, sin mandato judicial alguno, a dirigentes que salían de una
cita en el Congreso, se equivoca.
Si cree que invirtiendo 500 millones de soles en infraestructura (mientras congela, irregularmente, las finanzas del gobierno regional) va a comprar a Cajamarca, se equivoca dos veces.
Y si cree que los aplausos de la derecha y su plebe amaestrada suponen un veredicto popular, se equivoca tres veces.
Saldrá
este fin de semana una encuesta que dirá que su popularidad ha
aumentado, señor Húmala. No se la crea. Detrás de esas cifras está la
verdad. La rabia polvorienta de los pueblos que se sienten fuera de toda
inclusión política no la miden las encuestas, que a Fujimori también le
sonreían.
No les crea, señor Húmala, a los incon¬dicionales que le dicen que usted
ha recuperado la autoridad. Eso le decía El Comercio a Sánchez Cerro
cuando mandaba bombardear Trujillo, y a Odría, cuando mandaba matar a
Negreiros. La historia del Perú está plagada de ovaciones siniestras
venidas desde los palcos. Los éxitos "del orden" siempre serán
provisorios cuando la meta no es hacer justicia sino durar, congraciarse
con los inversionistas mineros, ser plausible para los de siempre.
Era justo borrar a Conga de la cartera de proyectos mineros. No sólo
porque es incompatible con la agricultura y la conservación de recursos
hídricos de la zona sino porque su Estudio de Impacto Ambiental era,
como lo demostró el ex viceministro José de Echa-ve, maliciosamente
incompleto. Y porque, además, Conga es hija de Yanacocha, una empresa
que ha hecho todo lo posible para que los cajamarquinos la odien y le
teman.
Ahora usted repite a Alan García con eso de que el suelo es privado pero
el subsuelo es del Estado. Es un argumento tan indigno,
intelectualmente tan mísero, que debería avergonzar a quien lo esgrima.
Vayamos al absurdo: ¿Y si mañana unos exploradores chinos o canadienses
descubren, en las proximidades de Machu Picchu, un millón de toneladas
de oro y varios trillones de metros cúbicos de gas? ¿Nos deshacemos de
la zona de amortiguamiento de Machu Picchu? ¿Ponemos en peligro esa
maravilla? No, ¿verdad?
Machu Picchu, al fín y al cabo, es el testimonio de una civilización que
tuvo una relación amistosa con el medio ambiente. ¿Y por qué el pasado,
por más majestuoso que sea, puede resultar más respetable que los
límpidos presentes de una región que vive hace siglos de producir cosas
fragantes que se comen?
Para llegar al subsuelo hay que perforar los suelos, abatir las propiedades, cambiar los paisajes, matar aguas. Decirle a Cajamarca que el suelo es suyo pero el subsuelo es "nuestro", es decirle que el suelo no es suyo y que está expuesto a la voracidad minera y a la complicidad del Estado con los poderes fácticos.
Somos una república unitaria, pero no somos una dictadura unitarista. Somos un país, no un cuartel. Y usted prometió (tengo las grabaciones respectivas) aguas y lagunas conservadas para Cajamarca, un nuevo país para los que han esperado tanto, cambios y reformas en los contratos de inversión que, tomando como base el interés público, así lo requirieran.
Presidente Húmala: no crea que es usted muy original. Tiene usted una ascendencia histórica abundante, aquí y en América Latina.
Y a usted, que ahora profesa tan auténtica amistad por Chile, le contaré brevemente la historia de Gabriel González Videla, un probable clon suyo que gobernó a nuestro amable vecino del sur.
González Videla llegó al poder en Chile en 1946. Logró eso porque contó con el apoyo de un frente popular que incluía al poderoso Partido Comunista de Chile. Y obtuvo el respaldo de ese frente, que incluía al Partido Radical, porque prometió un Chile nuevo y más justo.
Pues bien, la presión de los conservadores, las amenazas de Washington (un diálogo con Truman fue decisivo), la falsedad o endeblez de sus convicciones empujaron a González Videla a reprimir salvajemente las huelgas de mineros que reclamaban mejores salarios y a quienes él, precisamente, había prometido nuevas perspectivas y trato más digno. De inmediato, dictó la famosa Ley de Defensa Permanente de la Democracia, declaró al Partido Comunista ilegal, censuró las publicaciones de izquierda y convocó a conservadores y liberales a integrar un gabinete que se llamó "de concentración nacional". Pablo Nerada, que en ese entonces era senador por el Partido Comunista, fue perseguido, vivió durante meses en la clandestinidad y, al final, penosamente, por tierra, pudo salir en secreto de Chile.
En su Canto General, Neruda escribió estas líneas bajo el título "González Videla": "...En Chile no preguntan, los puños hacia el viento,
los ojos en las minas se dirigen a un punto, a un vicioso traidor que con ellos lloraba, cuando pidió sus votos para trepar al trono... A mi pueblo arrancó su esperanza, sonriendo, la vendió en las tinieblas a su mejor postor, y en vez de casas frescas y libertad lo hirieron, lo apalearon en la garganta de la mina, le dictaron salario detras de una cureña, mientras una tertulia gobernaba bailando con dientes afilados de caimanes nocturnos". En el Perú no tenemos, fatalmente, a un Neruda. Pero quizá hemos empezado a tener a un González Videla.
Para llegar al subsuelo hay que perforar los suelos, abatir las propiedades, cambiar los paisajes, matar aguas. Decirle a Cajamarca que el suelo es suyo pero el subsuelo es "nuestro", es decirle que el suelo no es suyo y que está expuesto a la voracidad minera y a la complicidad del Estado con los poderes fácticos.
Somos una república unitaria, pero no somos una dictadura unitarista. Somos un país, no un cuartel. Y usted prometió (tengo las grabaciones respectivas) aguas y lagunas conservadas para Cajamarca, un nuevo país para los que han esperado tanto, cambios y reformas en los contratos de inversión que, tomando como base el interés público, así lo requirieran.
Presidente Húmala: no crea que es usted muy original. Tiene usted una ascendencia histórica abundante, aquí y en América Latina.
Y a usted, que ahora profesa tan auténtica amistad por Chile, le contaré brevemente la historia de Gabriel González Videla, un probable clon suyo que gobernó a nuestro amable vecino del sur.
González Videla llegó al poder en Chile en 1946. Logró eso porque contó con el apoyo de un frente popular que incluía al poderoso Partido Comunista de Chile. Y obtuvo el respaldo de ese frente, que incluía al Partido Radical, porque prometió un Chile nuevo y más justo.
Pues bien, la presión de los conservadores, las amenazas de Washington (un diálogo con Truman fue decisivo), la falsedad o endeblez de sus convicciones empujaron a González Videla a reprimir salvajemente las huelgas de mineros que reclamaban mejores salarios y a quienes él, precisamente, había prometido nuevas perspectivas y trato más digno. De inmediato, dictó la famosa Ley de Defensa Permanente de la Democracia, declaró al Partido Comunista ilegal, censuró las publicaciones de izquierda y convocó a conservadores y liberales a integrar un gabinete que se llamó "de concentración nacional". Pablo Nerada, que en ese entonces era senador por el Partido Comunista, fue perseguido, vivió durante meses en la clandestinidad y, al final, penosamente, por tierra, pudo salir en secreto de Chile.
En su Canto General, Neruda escribió estas líneas bajo el título "González Videla": "...En Chile no preguntan, los puños hacia el viento,
los ojos en las minas se dirigen a un punto, a un vicioso traidor que con ellos lloraba, cuando pidió sus votos para trepar al trono... A mi pueblo arrancó su esperanza, sonriendo, la vendió en las tinieblas a su mejor postor, y en vez de casas frescas y libertad lo hirieron, lo apalearon en la garganta de la mina, le dictaron salario detras de una cureña, mientras una tertulia gobernaba bailando con dientes afilados de caimanes nocturnos". En el Perú no tenemos, fatalmente, a un Neruda. Pero quizá hemos empezado a tener a un González Videla.
Alguien
que pierde los ideales, un gobierno que abandona su esencia, un
horizonte de bala y pragmatismo, la política hecha medición de PBI y
aplauso de las agencias de calificación de riesgo, ¿qué son, qué galaxia
de sentido forman? El fenómeno tiene un nombre: es la derrota de la
inteligencia y el triunfo de la administración.■