¿Qué requisitos definen nuestra profesión? ¿Requiero
título universitario para ejercerla en los medios? ¿Habría que excluir de ellos
a los propietarios, en su mayoría no titulados? ¿La ejercemos ilegalmente los
comunicadores pasionales como yo, que desde los catorce años publico
ininterrumpidamente en medios estudiantiles o nacionales, clandestinos o
legales? ¿Requerirán diploma internecios, blogeros, weberos, twiteros,
comunicadores comunitarios, libres y alternativos?
¿Cómo se forman nuestros colegas? La Escuela de Comunicación
Social de la Universidad Central
no ofrece especializaciones sobre la trama de la comunicación contemporánea:
Redacción de guión, Publicidad, Mercadeo, Periodismo digital o Audiovisual, Edición.
En cambio mantiene costosos cursillos relámpago que venden títulos de locutor a
no profesionales. Institutos privados imparten todavía más costosos postgrados
en algunas de esas disciplinas. Lo costoso es la norma.
¿Cómo juzgan nuestros comunicadores la profesión? Hace
décadas docentes universitarios redactaron contundentes críticas sobre
nuestros medios, mantenían publicaciones para analizarlos. O los medios
actuales son perfectos, o la tinta crítica se ha secado. La deconstrucción
mediática ha pasado a outsiders como
Mario Silva, Miguel Ángel Pérez Pirela o quien esto escribe. Tampoco es
relevante la producción de textos formativos. Escribí hace décadas el Manual de Estilo para un cotidiano. Debí
recurrir fundamentalmente a bibliografías foráneas. El inestimable trabajo de
Olga Dragnic sigue siendo la principal referencia para las nuevas generaciones.
Desaparecieron gran parte de las revistas sobre la materia. Apenas el
jesuítico Centro Gumilla mantiene Comunicación.
¿Cómo trabajan nuestros comunicadores? Encuesta
realizada por José María Aguirre reveló un desempleo profesional de 33,3%. Los
empleados padecen prácticas de tercerización laboral y de despido periódico
para evitar acumulación de prestaciones. Con igual finalidad los patronos les
exigen constituirse en personas jurídicas ficticias, que no tienen derechos
laborales. O a cobrar con facturas del Seniat para disfrazar una relación
laboral como trabajo a destajo. Las remuneraciones son bajas, y las de las
colaboraciones free lance, insignificantes.
Poco hace por sus agremiados un Colegio de Periodistas que pasó una década sin
elegir nuevas directivas, o un Sindicato Nacional de Trabajadores de Prensa que
aceptó el despido masivo de medio millar de comunicadores luego del cierre patronal
de 2002-2003, y las sucesivas oleadas de cesantías.
¿Cuál es la función de nuestros comunicadores? Líderes
y partidos políticos opositores se reconocen desacreditados, y sostienen que
los comunicadores son los nuevos actores políticos ¿Actores políticos
contratados por empresarios? ¿Actores políticos que no son elegidos, ni escogen
democráticamente sus dirigencias ni sus programas, en desacato de la Ley de Partidos Políticos?
¿Actores cuya línea editorial es la aprobada por propietarios e impuesta por
jefes de Redacción? Para 2003 Marcelino Bisbal verificó que apenas dos diarios
mantenían un relativo equilibrio informativo. Gremios de comunicadores han
publicado remitidos donde separan su posición política de la de la empresa
donde trabajan.
¿Deben los actores políticos autodesignados limitarse
a criticar al poder político, lo cual es su derecho mientras lo hagan con
veracidad? ¿Son igualmente críticos con las empresas, sus prácticas y sus
productos? ¿Tenemos publicaciones como el Consumer´s
Report, de Ralph Nader, que defiendan a los consumidores? ¿Columnas
o programas que en lugar de enjuiciar a políticos desmonten ofertas
comerciales engañosas, esquemas de financiamiento usurarios, ganancias
exorbitantes? ¿Se ejerce la crítica de los medios desde los propios medios? ¿Se
es capaz de ver la viga en el ojo propio antes que la paja en el del vecino?
¿De no confundir el amor con el amo?
¿Cuál es la relación del comunicador con la ley? ¿Es
aceptable el síndrome del motorizado, que se considera por encima de toda regla
salvo la solidaridad automática con el infractor? ¿La libertad de expresión
incluye la de mentir? ¿La de acusar descaradamente de corrupción administrativa
a un menor de once años, fallecido trece años antes? ¿La de inventar muertos que
están vivos, y pontificar que el agua contaminada produce Alzheimer? ¿La de
publicitar golpes de Estado como artículos de consumo? ¿La de ejercer con
desenfado el racismo y la discriminación social? ¿La de asumir todos los
poderes sin ser elegido para ninguno, y legislar, ejecutar y sentenciar por
cuenta propia? ¿La de violar sistemáticamente la Ley de Responsabilidad Social en Radio y
Televisión, acribillando los programas de prohibida publicidad por inserción y
por emplazamiento, excediendo todos los límites del espacio publicitario,
elevando el volumen durante la emisión de las cuñas? ¿La libertad de mantener
un perpetuo final de fotografía entre el cúmulo de infracciones y la
incapacidad de la
Comisión Nacional de Telecomunicaciones para proteger al público?
¿La de desacreditarse desacreditando? Son demasiadas preguntas para un día.
Quizá el Día del Periodista sea la ocasión para contestarlas, o por lo menos
plantearlas.
Fuente: http://luisbrittogarcia.blogspot.com