Philosophicus; 16-07-14
Por: Federico Vázquez
La VI Cumbre de los Brics en Fortaleza marca el ocaso del orden mundial
unipolar, que sólo duró menos de 20 años. Lejos de ser un cónclave
económico, los Brics son antes que nada una articulación política entre
estados nacionales, que permite configurar una escena internacional
distinta a la que quiso construirse en la última década, cuando Estados
Unidos emprendió su “guerra al terrorismo” luego de los atentados a las
Torres Gemelas.
Cuando se habla de los Brics se suele hacer un repaso numérico, donde
resalta la característica del grupo: son países grandes, enormes, que en
los últimos años engordaron sus PBI, sus sociedades se volvieron más
ricas, más urbanas, consumen más.
Todo eso está ahí, más o menos a la vista. En el 2003, el PBI de los
cinco miembros sumados era el 9% del total mundial, diez años después,
es el 21%. Tienen al país más poblado del mundo (China) y al más extenso
(Rusia). Y así se podría seguir un rato largo.
Pero estos dibujos aritméticos dirían poco si no fuera porque estos
países decidieron emprender un camino de articulación política (incluso
previo a los acuerdos económicos), dando un giro al orden mundial.
Esa articulación significó plasmar el acrónimo ideado por un economista
de Goldman Sachs para nombrar a estas economías emergentes, en una
cumbre anual de Jefes de Estado. Si bien es un grupo nuevo, en Fortaleza
ya están comenzando la segunda ronda, después de haber celebrado una
ronda en cada país miembro desde 2009.
Ese año no fue uno cualquiera para el mundo. Fue el primero de Obama al
frente del gobierno de los Estados Unidos, y el comienzo del reemplazo
de la anterior estrategia bélica de Bush sobre Irak y Afganistán. Esas
invasiones mostraban la lógica unipolar con que Estados Unidos se había
manejado en el mundo desde la caída del Muro de Berlín en 1989.
La “guerra el terrorismo” parecía tomar el lugar que antes había tenido
la Guerra Fría durante el siglo XX, con la notable diferencia que,
ahora, los EEUU ya no debían pelear contra otro bloque estatal, social y
político, sino contra fuerzas móviles, fragmentadas, sin control de
estados nacionales importantes. Ya no era ejército contra ejército, sino
una policía global contra delincuentes también globales.
Sin embargo, la película no resultó como se esperaba. Los dos gigantes
del “socialismo del siglo XX”, Rusia y China, ahora dentro del
capitalismo, levantaron cabeza y comenzaron a disputar mercados,
capitales e inversiones. Países antes marginales como India y Brasil (y
en menor medida Sudáfrica) pasaron a ser centros productivos y de
consumo popular.
El capitalismo le dio una amarga sorpresa a Estados Unidos, creando
polos económicos pujantes en distintos puntos del mundo. Y, se sabe,
quien tiene poder económico querrá, tarde o temprano, poder político. Y
allí aparecieron los Brics.
El objetivo es claro: las reglas de mundo están pensadas para sostener
la hegemonía unilateral norteamericana. Dos ejemplos contundentes: el
Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y el FMI. Ambos organismos,
supuestamente multilaterales, funcionan en los hechos bajo una
administración donde el poder de fuego lo conservan EEUU y algunos
países de Europa occidental.
Y por ahora, el pedido de los países Brics de reformular esas
instituciones (Brasil viene pidiendo desde hace tiempo la ampliación del
Consejo de Seguridad, Putin y Dilma pidieron en la Cumbre un cambio de
reglas en el FMI) cae en saco roto. Frente a ese escenario, donde
obligar a que se reformulen las instituciones existentes parece una
tarea casi imposible, los Brics comenzaron a construir su propia
ingeniería.
La novedad más saliente en este sentido es la creación de un Banco de
Desarrollo y un Fondo de Reservas Estratégicas, mediante aportes de cada
uno de los miembros del Brics. Es decir, todo un circuito de
financiamiento alternativo, bajo control político de los países
emergentes.
Pero, como decíamos al comienzo, no se trata sólo de dinero. En una
entrevista con la agencia de noticias rusa Intar-Tass, antes de comenzar
la cumbre, Vladimir Putin ubicó el encuentro en un marco eminentemente
político: “Hay que establecer juntos un sistema de medidas que permita
evitar una cacería de países que no están de acuerdo con algunas
decisiones de política exterior tomadas por EE.UU. y sus socios y
mantener un diálogo civilizado y respetuoso sobre todas cuestiones
discutibles.
A los países no se los puede “cazar”, pero a los líderes sí. Tal vez
Putin haya pensado en la suerte que corrió en el 2011 Muamar Kadaffi,
quien terminó asesinado por los bombardeos de la OTAN en su propio país.
Como el mismo Putin reconoció después, si China y Rusia hubieran
actuado coordinadamente en ese momento -como sí lo hicieron este año
cuando Siria parecía tener el mismo destino que Libia- tal vez se
hubiera evitado esa “cacería”.
En definitiva, esta nueva cumbre de los Brics muestra un mundo donde
volvió la geopolítica, en otra demostración de cuán equivocada era
aquella sentencia del “fin de la historia” y qué breve en el tiempo
resultó la hegemonía unipolar norteamericana, que prometía convertir al
resto de los estados en personajes de reparto, sin ninguna incidencia en
el libreto global.
Es casi una obviedad pero, en este marco, un país como Argentina sólo
puede sacar ganancia de la consolidación del bloque. Esté o no incluido
en él. Nuestro país aspira a superar su condición de subdesarrollo en
base a su potencia como productor de alimento, su considerable
desarrollo industrial y científico y las reservas energéticas de gas y
petróleo. ¿Qué conspira contra ese futuro promisorio? Además de los
intereses mezquinos del sector más privilegiado de su propia sociedad,
las mismas trabas que diagnostican los Brics: un sistema financiero
internacional que en lugar de ayudar a equilibrar las cosas, se comporta
como un disciplinador serial de países y sociedades.