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LA GOBERNABILIDAD EN AMERICA LATINA

Darío Salinas Figueredo


Introducción
A partir de los años 80 la globalización ha venido acentuando su presencia en al ámbito de las discusiones, los análisis, y en las preocupaciones de la política. Las menciones a la globalización se constituyen, en este sentido, en punto ineludible cuyo alcance parece dotar inmediatamente de un esquema referencial a muchos de los acercamientos sobre los actuales fenómenos sociales o políticos. Sin ser idénticos al “pensamiento único”, surgen a veces puntos de vista que conciben cualquier alternativa a la globalización como sinónimo de aislamiento, asumiendo el orden mundial actual y sus expresiones de modernización en su carácter imperativo. Desde cierta perspectiva de la literatura disponible, el término globalización remite a las drásticas transformaciones que han tenido en los procesos que corresponden al orden mundial en sus dimensiones políticas y económicas.

Sin embargo, más allá de su uso generalizado, frecuentemente con notable laxitud, en algunos autores es motivo de atención importante el hecho de que estemos en presencia de una palabra escasamente definida, “probablemente la menos comprendida, la más nebulosa y políticamente la más eficaz” (Beck, 1998, 40). Coincidiendo también sobre su uso generalizado, otro autor subraya que la globalización “no es un objeto de estudio claramente delimitado, ni un paradigma científico ni económico, político ni cultural, que pueda postularse como modelo único de desarrollo” (García Canclini, 1999, 13). La fuerza afirmativa de tales posturas probablemente tiene que ver con la fuerza con que tiende a asumirse la aparente inexorabilidad del fenómeno, que en la perspectiva de su desarrollo no parece admitir visiones distintas.

Un proceso de tal envergadura, que al impulsar transformaciones ejecuta su “ajustar cuentas” con un pasado económico, político e institucional, no podría sino impactar a su turno también a la política y a las concepciones predominantes. No en vano se viene hablando de un “nuevo orden” con pretensiones de imprimirle un sentido universal. Y ese nuevo orden tiene conexiones explicativas con la reconstitución del capitalismo y con las causas vinculadas al derrumbe del “socialismo real”. Este nuevo orden va de la mano con el término de ese maniqueo y amenazador mundo bipolar y la consecuente reconstitución de las coordenadas del poder político.

Parece conveniente entonces preguntarse, de nueva cuenta, cómo ha venido impactado esta nueva situación en los procesos que caracterizan la realidad latinoamericana y cuáles son las visiones y posicionamientos políticos más relevantes que se han venido configurando. Después de un tramo ya recorrido con la experiencia actual de globalización, a la luz de sus efectos y articulaciones en países como los nuestros, es importante intentar un ordenamiento de las ideas involucradas en su formulación, especialmente aquellas que guardan relación directa o indirecta con las tesis favorables a la reproducción del fenómeno en cuestión.
Acerca del poder global
Comencemos por destacar que la atmósfera de distensión mundial que se supuso acompañaría al fin del “bipolarismo” por ningún lado logró mostrar beneficio alguno en esta parte de la región y en la “periferia”. La desaparición del conflicto Este-Oeste, que hoy es ciertamente un asunto del pasado, no ha modificado la antigua confrontación Norte-Sur. El que esa confrontación prosiga en la actualidad, prácticamente sin contrapesos al desaparecer el eje transversal Este-Oeste, constituye una dato crucial para el análisis de América Latina.
En tal contexto, la hipótesis de que la “periferia”, es decir, el Sur, es hoy más vulnerable que en el pasado no resulta exagerada. Más vulnerable en su relación histórica y estructuralmente desigual con los países altamente desa-rrollados, especialmente Estados Unidos, que disponen de mayor poderío económico, político, comunicacional y militar, en la medida en que se encuentran liberados de sus conflictos con el otrora bloque socialista.

Las secuelas de una “década perdida para el desarrollo”, la de los años 80, la desigual e inconsistente dinámica de recuperación económica en la década de 1990 y el avance lento y frágil de los procesos de transición a la democracia contribuyen a acentuar esta vulnerabilidad, especialmente en el terreno donde el ejercicio de la soberanía adquiere importancia. En el actual esquema sobre el que descansa el ordenamiento del sistema económico-político internacional, la cuota de soberanía ejercida se restringe impactando a su turno en las modalidades que asumen las estructuras políticas internas de decisión y participación (Salinas, 1994).

Por otra parte, conviene recordar, que se ha llegado a pensar que la extinción del socialismo habría de favorecer las condiciones políticas requeridas para fortalecer la capacidad de decisión de América Latina, en la medida en que nuestros conflictos sociales y las legítimas demandas de autodeterminación ya no aparecerían acotadas ideológicamente por el conflicto entre capitalismo y socialismo. No hay que olvidar que esta confrontación ha sido una recurrente razón esgrimida por la política de EEUU, en los hechos durante casi 50 años, para justificar diferentes modalidades de intervención en los asuntos internos de América Latina y el Caribe (Garcés, 1996). Si todo esto fue así, lo lógico es que hoy ya no existan forzadas construcciones que pudieran movilizarse para pretextar lesivas formas políticas de intromisión bajo el supuesto de la “amenaza externa”.

Sin embargo, en la medida en que la relación de confrontación Norte-Sur continúa, y proliferan tensiones y conflictos en diversas zonas del mundo en los cuales la política norteamericana –por su propia índole– constituye un factor de importancia decisiva, se produce correlativamente todo un realineamiento en el paralelogramo de fuerzas en cuyo proceso de definición sobresalen el uso de la violencia, la amenaza de la fuerza, la extinción de los lazos de cooperación o solidaridad, la falta de concertación y la dudosa eficacia del sistema internacional heredado del período de la Guerra Fría.

La hipótesis de un proceso, pos-Guerra Fría, encaminado a conformar una estructura de poder policéntrica (Baró, 1997, 101), caracterizada por un juego de relativo equilibrio de fuerzas entre Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, y la gravitación de Alemania en ésta, siendo sugerente no parece enteramente plausible. Otra, situada en una tesis conceptual diferente, formula que después de la Guerra Fría el núcleo de la política global será la interacción lo que supondría la existencia de disposición o capacidad para asumir las diferencias entre civilizaciones y comunidades (Huntington, 1996, 59). El “fin de la historia”, que hace referencia al término de un pasado, la desaparición de una rivalidad intersistémica y el anuncio de una “nueva civilización”, es probablemente el otro ropaje con que se presenta la reestructuración del sistema capitalista a escala mundial presagiando una nueva era para las relaciones económicas y políticas (Fukuyama, 1990).

El registro histórico parece sugerir otra cosa. La invasión a Panamá –in-mediatamente después del retiro de las tropas del ejército soviético de Afganistán–, la política de encono hacia Cuba, la guerra del Golfo Pérsico –con su pretensión de fondo por ejercer dominio absoluto sobre el petróleo de la región del Medio Oriente–, el bombardeo a Servia con decisión de la OTAN y las acciones bélicas con apoyo internacional en contra del territorio afgano invocando una “guerra contra el terrorismo”, son hechos contundentes de la historia reciente que pautan el comportamiento de una potencia. Lejos de una política de acatamiento al principio de equilibrio, la concertación y el apego a los compromisos internacionales, lo que sobresale es la disposición de una potencia, con apoyo de una estructura de poder global, que actúa sin contrapesos y en esa medida se siente capaz de imponer unilateralmente una visión del mundo.

Desde un enfoque autorreflexivo, de quien fuera director de Asuntos Latinoamericanos y del Caribe en el Consejo de Seguridad Nacional, y sin alejarse de las preocupaciones de la seguridad norteamericana, se pregunta: “¿qué tan permanente son los cambios que han puesto fin a la Guerra Fría?” (Pastor, 1995, 238). Rescatamos algunas ideas centrales esgrimidas por Pastor en su libro: el nudo gordiano de la seguridad norteamericana, en la época posterior a la Guerra Fría, está vinculado a la inestabilidad, la intervención y el flujo masivo de refugiados, así como el narcotráfico y el terrorismo. A su pregunta de cómo resolver estos problemas y salirse de lo que metafóricamente llama “el remolino”, formula una respuesta importante: renunciar a la intervención unilateral y encabezar el establecimiento de un nuevo sistema para la defensa colectiva de la democracia.

A contrapelo de la prudencia y la sensatez, se puede constatar que las concepciones unilaterales, no obstante el fin de la Guerra Fría, prevalecen en la política de EEUU. Por sobre algunos razonables posicionamientos, sobresale la negativa de la política norteamericana de hacer sentir su peso sobre Israel en el conflicto con los palestinos. Esto no se desvincula de su oposición al Protocolo de Kioto para acuerdos ambientales sobre calentamiento global, el anuncio de terminar unilateralmente con el tratado de misíles antibalísticos, el haberse sustraído de los esfuerzos encaminados a controlar las armas biológicas y a limitar la proliferación nuclear (Brecher, 2001, 6).
Invocaciones vinculadas a la globalización
Cuando se plantea, tal como ha venido ocurriendo, la importancia de asumir la globalización, conviene hacerlo con la preocupación puesta en las dimensiones reales de América Latina y el rumbo del sistema económico mundial con el cual nuestras economías mantienen lazos de dependencia e interdependencia. Un requerimiento analítico básico sugiere la importancia de distinguir dos niveles: las transformaciones reales advertibles a partir de ciertos indicadores y lo referido a las construcciones cuyas invocaciones acompañan a las transformaciones en curso. Pongamos énfasis en el segundo sin desdibujar al primero.
Por diversas razones históricas, que no vienen al caso reeditar aquí, siempre ha sido una gran dificultad el intento de construir y proyectar una mirada propia desde América Latina. Este punto de partida en un contexto de globalización es mucho más que una premisa. Porque en estos tiempos las construcciones muy rápidamente tienden a aparecer como si pertenecieran al espacio natural del sentido común; como si “lo que es bueno para una de las partes sea también bueno para el todo” (Galeano, 1977, 12).

Esto concierne a las preocupaciones que comprometen las formas de entender y representar los fenómenos sociales de nuestro tiempo. Es aquí donde la aparente convicción que el término globalización acarrea debiera provocar, más que la aceptación inmediata, al menos el beneficio de la duda teniendo en cuenta algunos datos generales que se refieren a aspectos fundamentales de la región.

“Una amenaza es la posibilidad de quedar deslumbrados por los reformadores mundiales del mercado” (Beck, 1998, 163). La percepción del sociólogo alemán no es antojadiza ni aislada. En perspectiva analítica semejante es posible encontrar que en el llamado “nuevo orden económico internacional” prevalece más bien el desorden por doquier, la incertidumbre y una competencia despiadada (Fernández Durán, 1994). Difícil sería no reconocer el dinámico juego de tensiones y disputas tanto en el terreno de la producción como en el de la distribución y comercialización, principalmente entre las economías desarrolladas, así como el de los grandes capitales y bloques económicos que dinamizan los mercados. La lógica que comanda estas dinámicas obedece a la teoría de la competencia. Cualquier indicio de establecer relaciones que se vinculen con la idea de cooperación, en tal perspectiva, simplemente no tiene cabida.

La construcción, de signo casi apocalíptico, que hace referencia al término de un pasado y el anuncio de una nueva época, es parte de la envoltura con que se representa el proceso de reestructuración del sistema capitalista en períodos. La constelación conceptual se ha venido dibujando previamente. Borrón y cuenta nueva frente al pasado y la hipótesis de un porvenir sin ideologías (Fukuyama, 1994). Incubado en el itinerario de un “nuevo pensamiento” que al diluir la frontera entre la izquierda y la derecha argumentó que el desafío de este tiempo es la “ideología igualitaria” independientemente de su origen, sea religioso, filosófico o proveniente de las teorías políticas. Esto se entronca con el movimiento francés La Nouvelle École (De Benoist, 1982).

La difusión de la globalización tuvo un hito importante en la formulación de la Iniciativa para las Américas, en 1990. Apoyada en las visiones referidas a las “ventajas competitivas”, esa política se presentó en el discurso político como “asociación para la prosperidad”1. Y el objetivo estratégico se encaminó hacia la creación de zonas de “libre comercio” en una economía mundial concebida sin fronteras2.

Después de casi una década de que la economía mundial se organizó bajo el criterio de “libre mercado” al amparo de las políticas de organismos multilaterales como el FMI y el BM, ante resultados discutibles desde el punto de vista de las expectativas del capital y con inocultables costos sociales, se efectúa una reunión en 1989 cuyos resultados se difundieron bajo la denominación del Consenso de Washington (Willianson, 1993). No interesa reeditar aquí un examen de la ortodoxia del capital financiero, los criterios de política económica que con tal motivo se reafirmaron con validez universal y sus efectos (Guillén Romo, 2000). Tampoco insistir en el grado de consistencia o amplitud de ese consenso ni entre quiénes se ha forjado. Lo que interesa es destacar la propia denominación: el “consenso”. En efecto, el consenso se refriere a una categoría perteneciente al ámbito de la democracia que goza del prestigio suficiente como para ser puesta de entrada en tela de juicio. Debido precisamente a estos complejos movimientos de trucajes es que conviene no pasar por alto las invocaciones vinculadas a la globalización.

Significa entonces que estamos ante una dimensión no secundaria de la realidad actual. Mientras tanto, lo que en nombre de la globalización ha venido ocurriendo se nos presenta como un hecho inevitable, como una realidad dada3, tanto que todas las medidas o decisiones parecen deberse a ese fenómeno que ha adquirido carta de ciudadanía universal frente al cual, aparentemente, no existen otras posibilidades. Se trata de la única dinámica posible y consecuentemente resultaría casi impensable que pudiera existir otro ángulo de observación diferente. Y puesto que el fenómeno en cuestión no admite, en teoría, otras lecturas, quedan sólo los caminos conducentes a una conducta de “acoplamiento adaptativo” o “de rápida integración” para no quedar fuera o rezagado. “Desacoplarse de la globalización o de la integración significa caer en atraso tecnológico y perder las posibilidades de beneficiarse en cuanto a la exportación e importación, así como de la comunicación” (Benecke, 1999, 16). “Aceptar la mundialización, rechazar la marginación”4 dice otras de las expresiones pertenecientes al mismo ámbito de apreciación. Dentro de este esquema su desenvolvimiento apela al desarrollo de un hipotético “campo de oportunidades”, aunque nunca queda explicitado el sujeto destinatario o los intereses que habrían de beneficiarse. En tal perspectiva, cualquier cuestionamiento a la globalización queda expuesto a aparecer como una posición fuera de la historia o falto de realismo.
Por sobre tales visiones, sin embargo, conviene dimensionar su proyección desde algunas características de fondo que tipifican a la región. Los datos disponibles al momento de impulsarse algunas de las ideas que acompañan a la globalización indican que América Latina representaba 9% de la población mundial, generaba no más de 8% del producto global, participaba con cerca de 4% del comercio internacional, controlaba sólo 1,5% de las exportaciones de bienes de capital y realizaba apenas 1,3% del gasto mundial en investigación y desarrollo5. Estos registros hacen parte de estructuras y tendencias que no se han modificado. La traducción de estas dimensiones tienen que ver con el hecho de que en la dinámica del sistema internacional América Latina es más marginal y menores también sus posibilidades de influir en el campo político de las decisiones mundiales6.

De ser válido el arribo del razonamiento anterior, habría otros indicadores apuntando en la misma dirección y de paso serviría para revalorar el significado de los discursos sobre la integración al mercado mundial. En 1950 América Latina originaba 12,4% de las exportaciones mundiales; en 1960 ese valor caía a 7,7%; en 1970 a 5,5%; en 1980 generaba 5,4% y al inicio de la década de 1990 era de 4,2%7. Esta tendencia no se ha alterado al finalizar la década recién pasada (Cepal, 2000). Y hay otra referencia que suele estar ausente en los asuntos de la globalización y la integración: la brecha que separa a los países ricos de los países pobres es mayor que en el pasado. Los países desarrollados según el informe del PNUD concentran cerca de 79% del PIB mundial. Los llamados en “vías de desarrollo”, en cambio, que representan a casi 80% de la población, producen apenas 21% del producto mundial. Según el Banco Mundial se registra que el ingreso promedio de los 20 países más ricos es 37 veces mayor que el de las 20 naciones más pobres8.

Estos registros pueden ser importantes para evitar omisiones cuyo trasfondo tiene que ver con un desenvolvimiento que destaca las grandes desigualdades como problema a dilucidar, y que requieren de otros análisis y propuestas que sean más consistentes para pensar en políticas plausibles. Entonces el énfasis debe ser puesto en el campo de una discusión más cuidadosa, frente a la oferta de las visiones predominantes que se inclinan por proyectar una pretendida igualdad de oportunidades para países, regiones y personas. El resultado global no se traduce en grandes logros económicos.

Al hacer la Cepal una evaluación sobre la economía mundial en la década de los 90, señala que en este período la globalización evolucionó desde una suma de economías nacionales vinculadas por flujos de comercio, inversión y financiamiento, hacia la constitución progresiva de una red única de mercados y producción. Como consecuencia, la actividad económica de diversos Estados nacionales experimentó grandes variaciones que dieron, alternativamente, impulso y freno a los países en desarrollo. En tanto, la economía mundial alcanzó durante los 90 una tasa media de crecimiento anual de sólo 2,4%, el nivel más bajo desde la posguerra. Los países desarrollados tuvieron un magro desempeño (2,2%), con la excepción de Estados Unidos en la segunda mitad del decenio (4%). Europa oriental cayó (-3,6%), África creció escasamente (2,2%), en cambio Asia se expandió a tasas elevadas (6,5%) y mejoraron en comparación con la década anterior los ritmos de crecimiento de América Latina (3,2%) y Medio Oriente (3,3%)9.

Si ésta es la tendencia prevaleciente, lo que parece fuera de toda duda en cualquier caso es que la globalización requiere de una mayor discusión. Desde algunos ángulos del pensamiento vinculado a los criterios del Banco Mundial se ha comenzado a matizar la noción bajo la cual se ha venido instrumentando el fenómeno de la globalización. De una visión inicial fundamentalmente centrada en el concepto de “oportunidades”, hasta una más reciente formulada como una ecuación en la que las oportunidades resultantes tienen también sus “riesgos”. Al respecto encontramos a Joseph Stiglitz en el Informe sobre desarrollo mundial, 1999-2000: en el umbral del siglo xxı del Banco Mundial cuando escribía que: “La globalización es como una ola gigantesca, que puede arrastrar naciones a su paso o hacerlas avanzar”10.

Conviene detenerse frente a esta forma de argumentación. ¿Qué tan cierto es que la globalización acarrea oportunidades? En un reciente trabajo el mismo Stiglitz, al preguntarse por qué la globalización ha dado tal diversidad de experiencias, postula que ella tiene significados distintos según las condiciones en que se desarrolla. El núcleo central de razonamiento es que algunas naciones que han manejado por sí mismas la política de globalización han obtenido beneficios, incluyendo los distributivos porque han sabido controlar los términos de la economía. En cambio, las naciones cuyo desenvolvimiento económico y su involucramiento en la economía global han sido manejados por el FMI y otras instituciones internacionales no han obtenido buenos resultados. Tras criticar que la liberalización del mercado como política no garantiza el funcionamiento de ninguna economía, advierte –según sus investigaciones– que la globalización ha sido manejada mediante “procedimientos antidemocráticos y desventajosos para las naciones en desarrollo”. Y concluye: “El problema por lo tanto no reside en la globalización en sí, sino en la forma de manejarla” (Stiglitz, 2002, I). Aquí el problema no reside en el sistema que soporta la globalización, sino en la gestión, en la administración de la política. Por lo tanto, la globalización ha quedado resguardada y no está en discusión. Esta forma de argumentar llevada al terreno de la discusión y la política puede traducirse en verdaderas antiparras para el sistema global. Tanto que incluso puede perfectamente admitir sin ningún riesgo hasta radicales críticas a las propias recomendaciones del FMI o del BM.

Rasgos de la transición de un sistema global
Conviene detenerse un momento para preguntarnos, de nueva cuenta, más allá de los alcances interpretativos disponibles y el ropaje ideológico bajo el cual se nos presente la actual globalización, cuál es la articulación de los grandes intereses que han venido dinamizando su desenvolvimiento.
El hecho, no muy complicado de enfocar, es la idea ya bastante antigua de que el capitalismo en su desarrollo actual, en tanto sistema, va conformando un “mercado global”. La vocación expansiva es constitutiva de la reproducción ampliada del capital. El sistema mundial es un gran mercado donde los capitales, el trabajo y en general todas las mercancías, trastocando incluso el ámbito de las ideas, exigen circular libremente, sin mayores obstáculos en materia de regulación.

Entre esta clásica teorización vinculada al marxismo y las tendencias actuales del capitalismo como sistema global, evidentemente no podría afirmarse que existe una total identidad porque sabemos, entre otras cosas, que la historia no se repite al pie de la letra. Sin embargo, puede hipotetizarse que la perspectiva de aquel alcance interpretativo ilumina bastante los rasgos y las dimensiones fundamentales del proceso actual. Si esta consideración tiene una validez para pensar en la globalización, tendremos entonces que admitir que no estamos ante un fenómeno tan nuevo ni inmutable (Ferrer, 1997). Este salto en la reestructuración del sistema supone antes que nada la globalización de los mercados, lo cual a su vez requiere de profundas transformaciones en la relación capital-trabajo. Por la amplitud y profundidad del fenómeno, lo que se encuentra en proceso de globalización es el sistema capitalista (Ianni, 1998).

Además, mirada esta realidad desde el ámbito de sus requerimientos, a veces muy parecida a la voracidad (“competir con agresividad”, “asegurar rentabilidad a corto plazo”, “eliminar la ineficiencia”), se puede encontrar el móvil del sistema, es decir, la obtención de la máxima plusvalía que garantice su tasa de retorno al menor tiempo. Es claro que en esto no hay que perder de vista el costo, o la contraparte, que conlleva este grado de desarrollo alcanzado, y ello tiene que ver con el permanente problema de la crisis, uno de cuyos puntos resulta crucial toda vez que vincula con la otra necesidad del sistema, es decir, los requerimientos lógicos de su propia reproducción.

Las referencias conocidas ayudan para situar la crisis de la deuda como un momento en virtud del cual es posible identificar la modificación de la trayectoria del sistema desde la perspectiva latinoamericana. De allí el proceso de transición en el propio sistema. Las consecuencias en términos de procesos económicos y políticos se pueden caracterizar como la transición de una economía capitalista de desarrollo “hacia adentro” hacia la constitución de otro modelo dentro del mismo sistema, que por razones de entendimiento podríamos denominar de “desarrollo hacia fuera”, es decir, de economías abiertas. Si todo esto que se ha venido conformando es como se piensa, significa que estamos ante el desarrollo de un capitalismo distinto, sometido a una crecientemente aguda y sistemática exigencia de competitividad en los mercados internacionales y en todos los terrenos donde expande su dinámica.

En cualquier caso, lo que queda al margen de toda posibilidad de cualquier conjetura teórica son los lazos cada vez más estrechos entre nuestras economías parcialmente modernas y las economías del mundo, como uno de los rasgos inequívocos de este período. Y no precisamente en términos de una relación de equilibrada o recíproca interdependencia.

El hecho aparente de que “todos dependen de todos” esconde las asimetrías en un tipo de relación Norte-Sur que no sólo no ha cambiado sino que se ha profundizado. Un ejemplo importante es que el impacto de las crisis no golpea a todos por igual, sino que el costo se transfiere a los eslabones débiles de la cadena de globalización, es decir, a América Latina y desde luego a todas aquellas latitudes donde se localizan los países “en vías de desarrollo” o “economías emergentes”. La siguiente cita es, a nuestro juicio, de utilidad para pensar en esta línea argumental: “Las décadas de los 80 y de los 90 han estado marcadas por la hegemonía indiscutible del capital financiero. La libre circulación internacional de los capitales sin controles ni restricciones constituye el motor de la mundialización. La globalización de los mercados financieros corresponde a una privatización y una desregulación del sistema financiero internacional que se desarrolló sobre una base principalmente especulativa. Los movimientos de los capitales internacionales se autonomizaron de las variables reales de la economía mundial. Estos movimientos (...) se realizan fuera de toda forma de regulación o de control de parte de las autoridades monetarias nacionales o supranacionales, y limitan la autonomía de las políticas económicas de los países aumentando el riesgo sistémico de crisis” (Rimez , 1996, 37).
La cita de marras sugiere elementos importantes para pensar que no es precisamente el mundo de la gran producción, sino el de la especulación, la dinámica exacta en donde se puede examinar la articulación de los grandes intereses que otorgan sentido al desenvolvimiento de la economía mundial. Conviene reconsiderar el modelo en cuanto a su propia eficiencia, toda vez que lo que está en cuestión son los criterios de hacer que la economía dependa de los movimientos en las tasas de interés, del valor de las acciones en las bolsas y del tipo de cambio.
Si esto es así cabrían principalmente dos derivadas que convienen ser apuntadas. En primer lugar, la globalización de los mercados –con esa capacidad de movimiento de capitales sobre la base del descontrol (o política de “desregulación”, convertida en criterio para otorgar certificado de buena conducta económica a la gestión gubernamental)– profundiza las condiciones de inestabilidad financiera, con la consecuente amenaza de que se desencadenen las señales de crisis en el sistema. En segundo lugar, y en relación con lo anterior, la amenaza convertida en hecho a través de una secuencia de “turbulencias”, según la denominación en boga (el febril entusiasmo financiero a corto plazo anticipa la depresión también a corto plazo), hace referencia a un verdadero comportamiento de regularidad.
En la línea de los señalamientos anteriores hay algunos momentos de verificación que no podrían soslayarse: la crisis de la deuda externa en 1982 con las consecuencias ya conocidas en la economía de América Latina, el crack de la bolsa de 1987, la caída de la del Japón en 1992, la crisis financiera de México en 1994 y la crisis bursátil asiática ocurrida al filo de la cuarta semana de octubre de 1997. Sin ser exactamente iguales estas coyunturas, contienen sin embargo algunas regularidades de las cuales conviene destacar dos: los factores que inciden en las políticas de desarrollo, entre ellos los recursos financieros, terminan escapando por completo a las posibilidades de ejercer un control nacional; y, de otro lado, las repercusiones de la crisis se trasladan a la región redimensionando sus incertidumbres al finalizar la década de los 90 en términos de un escenario recesivo (Cepal, 2000).
América Latina es considerada como la región que de manera más sensible recibió el impacto negativo del fenómeno, siendo probablemente la economía brasileña un buen ejemplo de ello: aquí, en menos de una semana, no está demás recordar, se registraron pérdidas cercanas a los 10.000 millones de dólares en las reservas internacionales11. Y la situación general exigió la aprobación de un “ajuste económico” a través de severas medidas de corte fiscal con un costo social previsiblemente muy agudo: aumento en el impuesto a la renta, en los aranceles de importación, disminución de los subsidios, en el gasto público y la solicitud de una ayuda de 18.000 millones de dólares al sistema financiero para evitar la devaluación de la moneda nacional12.

Globalización y mercado
Una mirada desde América Latina sugiere sugiere entonces que la globalización no es para todos. En esta globalización hay quienes pierden y quienes ganan. Hay una guerra de dimensión económica, comercial y financiera no declarada, cruel (para muchos) y sórdida bajo las formas de una competencia desigual. El proceso de globalización es decididamente diferenciador. En su dinámica la región no sólo ha profundizado las asimetrías estructurales en el orden “externo”. Internamente las desigualdades sociales no son menos ni menores.

Ninguna política, incluyendo las de naturaleza compensatoria, ha logrado modificar la tendencia de la desigualdad acumulativa expresada en los índices de pobreza y distribución inequitativa del ingreso. Con casi la mitad de los hogares de la región en condiciones de pobreza y con demandas sociales que se multiplican en los más diversos terrenos, pasando desde luego por salud, vivienda, empleo, educación y seguridad social, la acción gubernamental den-tro del esquema económico vigente dispone de muy poco margen para impulsar políticas articuladas dentro de una estrategia coherente13.
Estas desigualdades sociales superpuestas (de clase, étnicas, raciales, de género, religiosas y hasta regionales) sólo se han agravado bajo el impacto que provoca la instrumentación de la política de “libre mercado”. Hace falta construir nuevas miradas que sirvan para profundizar el análisis y que permitan construir respuestas comprensivas a lo que significa el actual proceso de globalización desde el punto de vista de las tensiones sociales y políticas.

Por lo pronto, cabe registrar el significado de las consecuencias sociales de la competencia entre desiguales. El mercado, en el contexto del actual modelo económico global, es extremadamente desequilibrado para asignar recursos en el ámbito de los espacios regionales y locales, si nos atenemos a las necesidades sociales colectivas.

Flexibilización de las relaciones laborales, disminución de las oportunidades de empleo, precarización e informalización del trabajo e incremento de la pobreza y las desigualdades, son escalones sociales descendentes convertidos en un verdadero itinerario de regularidad14. El fenómeno no es privativo de América Latina y otras áreas “en vías de desarrollo”. Si la precarización alude a la fuerza laboral desempleada o subempleada, habría que indagar lo que tal escalonamiento representa desde el punto de vista de la capacidad de representación y negociación de los intereses de los sujetos identificados con el ámbito laboral.

En tal contexto lo que parece más probable es una continuación de la crisis social que se seguirá expresando en un deterioro cada vez más acentuado de las condiciones de vida de la población. A pesar de los esfuerzos de focalización instrumentados en nuestros países, es un hecho bastante conocido que la pobreza absoluta no disminuye. Está fuera de duda que, por otro lado, el llamado sector informal seguirá creciendo, mientras el empleo de acuerdo con los datos de la Cepal disminuye en relación con el aumento de la población económicamente activa. Crecerá previsiblemente, por tanto, la economía subterránea o informal y el comercio no regulado, profundizándose la descomposición social que se ha venido desarrollando entre nosotros con sus expresiones de criminalidad, violencia social, drogadicción y tráfico ilegal de todo tipo.
Globalización, seguridad y bienestar
Las condiciones socioeconómicas y políticas que le sirven de fundamento al cuadro social descrito no pueden disociarse de los criterios que rigen la instrumentación de las políticas económicas actuales predominantes. Su proyección ha coincidido con el despliegue de poderes supranacionales que operan con débiles o casi inexistentes contrapesos institucionales. Por ejemplo, a la desaparición del Pacto de Varsovia le sucede un fortalecimiento de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Ante un mundo cada vez más diverso parece enteramente razonable una revaloración de la Asamblea General de las Naciones Unidas. El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, principalmente la cúpula de miembros permanentes, requiere de un análisis en la perspectiva de una puesta al día de sus objetivos frente a los problemas contemporáneos que afectan las relaciones económicas y políticas internacionales. En otro plano, las estructuras multilaterales de decisión financiera y comercial no están fuera de esta preocupación. El sistema internacional como tal, en su capacidad de decisión y veto, no puede ser una simple caja de resonancia de los designios del poder mundial.

El asunto en discusión es la eficacia del sistema internacional. Entonces el cuadro mundial puede considerarse potencialmente explosivo, más todavía si se evalúan los intereses y creencias afectados con agresivas políticas invasivas o de intimidación por parte de las grandes potencias. El estereotipo del traficante, del mendigo o asaltante, o del terrorista a punto de cometer una acción temeraria, o el sentimiento colectivo de temor e inseguridad, el resentimiento acumulado de carencias en los cinturones de miseria, tanto en los países ricos como en los pobres, parecen imágenes exageradas, pero que no tienen nada de gratuidad.
Dentro de este abigarrado escenario, los problemas se globalizan, generando nuevas y variadas amenazas a la seguridad humana (PNUD, 1999, 3). En tales circunstancias, que no parecen transitorias, hay que preguntarse, qué tipo de globalización nos aguarda ante la casi imperativa oferta de que no existe otra forma de desarrollo e integración. Desde América Latina nada impedirá, desde luego, que simultáneamente se produzca la integración de ciertos “sectores de punta” a la economía global, los cuales serán presentados –a la medida del consumo propagandístico– como ejemplo a seguir. Otros, probable-mente un conglomerado importante, quedarán simplemente excluidos o como población sobrante de la modernidad con lo cual queda de manifiesto que la globalización no es global ni es para todos.

Sin embargo, conviene enfatizar en los aspectos concomitantes a este proceso cuando el principio de la competitividad se ha colocado en el centro de los criterios de la economía mundial. Señalemos tan sólo algunos. La competitividad, ciertamente, puede operar como estímulo para impulsar avances en el campo tecnológico y elevar los niveles de rendimiento, lo cual puede acarrear menores costos de producción. Producir en menor tiempo y con menos recursos implica afectar el nivel de desempleo que tiende a crecer. Suele ocurrir dentro de esa compleja dinámica que el “sector de punta”, es decir, aquel que ha logrado un incremento significativo de las exportaciones, tiende a reducir su participación en la ampliación del mercado laboral. En tales circunstancias, el crecimiento allí obtenido no está llamado a favorecer la generación de empleo. Cabe esperar, entonces, que los beneficios sobre el conjunto de la sociedad serán previsiblemente mínimos, y no pasará de ser puntualmente el “sector moderno”, lo cual acentuará a su turno la heterogeneidad estructural históricamente existente entre los sectores que componen el aparato productivo de las economías locales.
¿Es ésta la perspectiva de globalización que nos espera? Muy probablemente. Conscientes estamos de que nuestras apreciaciones ameritarían muchas especificaciones, matices y, técnicamente, verificaciones múltiples si tuviéramos que hacer referencias directas con el auxilio de indagaciones particulares. Pero la plausibilidad no es desmedida, aun dentro de consideraciones aproximativas como las nuestras. De allí es que cabría la afirmación de que ninguna sociedad actual sería milimétricamente igual a los rasgos señalados. Sin embargo, es muy probable que ninguna sea totalmente ajena o distante a dichos rasgos.
Y es aquí donde cabe introducir otra dimensión de análisis y que toca de modo más directo la problemática que se conoce como “el bienestar de la población”, para la cual resulta pertinente extractar una reciente caracterización: “Altos niveles de desigualdad y rigidez en la distribución del ingreso son características que persisten en la región en los noventa, incluso en los países que han logrado tasas de crecimiento muy elevadas” (Cepal, 1997,41).
Diagnóstico correcto. Sólo que de allí no se infiere necesariamente que a mayor tasa de crecimiento corresponderá en algún momento y de modo proporcional una mayor disminución de la desigualdad distributiva. Y éste es un asunto de fondo. El modelo de sociedad vigente que corresponde al proceso de globalización secreta, desde la política, una imagen de futuro bienestar. Es como si el crecimiento que de la economía puede generarse, en algún momento, tendrá la capacidad de desarrollar una dinámica de “desborde” que habrá de derramar de manera natural sus beneficios al conjunto de la sociedad. Es importante buscar una agenda de discusión que conceptualmente permita abordar el impulso a un mayor crecimiento y a la vez resolver los problemas sociales como la pobreza y la desigualdad. Más aún cuando esta cuestión tiene vínculos con los problemas de la democracia (Kurzeniewicz y Smith, 2000).

Sin embargo, la historia de las últimas dos décadas contradice esta posibilidad, la del “desborde”, convertida en peligroso espejismo. En América Latina, ni siquiera en los períodos de relativo auge económico la rigidez en la distribución alcanza a modificarse. ¿Por qué? Porque el modelo no posee virtudes distributivas. Su principal característica es la de generar procesos de concentración de la riqueza.

El punto al cual conduce el razonamiento anterior obliga a algunas precisiones. Comencemos por señalar que la desigualdad social no constituye un fenómeno natural. Es el resultado de un modelo de desarrollo que se reproduce a través de ciertas estrategias y políticas particulares, y que también se justifica con base en ciertas construcciones ideológicas que le sirven de sostén reproductor. Por tanto, podríamos afirmar que existe una producción social de la desigualdad y que corresponde a un cierto orden social construido y por tanto modificable.

Las economías de América Latina y el Caribe, como es de sobra conocido, se han visto impelidas a realizar ajustes bajo diversas justificaciones. Sin embargo, tales ajustes lejos han estado de poseer un “rostro humano” como se ha dicho en una muy divulgada literatura. El agobio material de la inmensa mayoría, aunado a un difuso de horizonte político, contribuye a alimentar esa falsa creencia, o espejismo, de que hablábamos, cuyo alcance puede encontrarse en la idea de que las actuales políticas cuentan con consenso o consentimiento social. Y este consenso que opera como necesidad política aparece como si fuera un resultado. Convendría explorar el ámbito de la conciencia social, porque probablemente encontremos juicios o prejuicios en la ciudadanía vinculados al temor de que algo todavía peor puede suceder si no se intenta ese paso.
Pero la realidad actual, a la luz de los registros disponibles y más allá de los posibles temores o falsas creencias, sugiere que cuando la economía segrega y polariza socialmente, resulta inverosímil forjar una genuina política de consenso. La ausencia de réplica o de repuesta proporcional a la envergadura de los problemas sociales no implica necesariamente que se esté forjando un consenso. Porque un consenso genuino, en estricto sentido, significa participación activa de la ciudadanía en los procesos de decisión y desde luego en la instrumentación local, regional y nacional de las medidas. No resulta ocioso imaginarse qué pasaría si la ciudadanía fuera consultada, amplia e informadamente, acerca de sí está de acuerdo con que se sigan aplicando políticas de flexibilización laboral y de apertura de las economías a la competencia.
Globalización y soberanía
Las ideas de soberanía, de cierto decoro y dignidad nacionales, van convirtiéndose en piezas de arqueología. ¿A cambio de algo “tangible” por lo menos? Hasta ahora, pareciera que no (Cueva, 1993, 9).
La sospecha del sociólogo ecuatoriano estuvo lejos de ser exagerada. En primer lugar, lo que durante el período de los 80 se consideró como década perdida no constituye un episodio del pasado. La tendencia de los signos negativos en los registros socioeconómicos si bien no son idénticos todavía se mantiene.

Llama la atención, en efecto, cómo el avance de la globalización, que irradia a su paso un mundo de oportunidades, se encuentra acompañado de la profundización de las restricciones previamente constituidas. Las sociedades de la periferia no son más soberanas, ni siquiera para decidir sobre sus recursos. Cada vez más las decisiones tienden a ser adoptadas lejos del movimiento real de las necesidades del desarrollo. Como lo señala Aldo Ferrer, “el sistema es gobernado por las expectativas y decisiones de los operadores privados y no por el poder político. Periódicamente, en los sistemas democráticos los electores eligen a sus gobernantes, pero los mercados votan todos los días. Estos son, en definitiva, los que deciden” (Ferrer, 1996, 1368).

No hace falta insistir demasiado para mostrar que hay una sensible problemática que compromete las posibilidades de adoptar decisiones en función de los problemas que aquejan a la realidad regional. A este respecto, aunque haya perdido aparentemente importancia, el pago por servicio de la deuda sigue siendo una transferencia onerosa. El comportamiento de este fenómeno es parte sensible de las estructuras dentro de las cuales la periferia se relaciona con el mundo desarrollado. Esta relación de dependencia, para el caso de las economías latinoamericanas, reduce sus márgenes de maniobra y de autodeterminación así como su capacidad de relacionarse con el sistema productivo dinámico de los centros.

Para evitar interpretaciones equivocadas, es útil externar la idea de soberanía que nos preocupa. Lejos de cualquier visión ramplonamente autorreferente, de lo que se trata precisamente es de revalorar el significado de la soberanía en un contexto de globalización, no para aislarnos ni enclaustrarnos, cosa que además nunca ha ocurrido, sino precisamente para integrarnos a plenitud en las posibilidades del mundo contemporáneo, pero como sociedades con capacidad para autodeterminarse, de decidir sobre sus recursos y en definitiva sobre su destino.
Globalización y gobernabilidad
Aparentemente una dimensión nada tendría que ver con la otra. Sin embargo, la globalización y los procesos que involucra son de una fuerza tal que parecen invadir todas las prácticas sociales, sean individuales o colectivas, impulsando dinámicas nuevas y reproduciendo otras antiguas de manera que parecen descontroladas. Una de ellas tiene que ver con la rapidez con que transcurren los hechos de la política, obligando permanentemente a una nueva lectura de la misma. Este es el caldo de cultivo para la tecnificación de la política. El vector de este cambio en la política señala la transformación de una discusión sobre fines en una discusión sobre medios. Hoy casi no se discuten problemas referidos a plataformas programáticas ni cómo se constituyen o reconstituyen las estructuras de poder. La tendencia, casi cerrada, está dada por sistemas políticos que tienden al binominalismo en casi todos los terrenos donde se dinamizan objetivos en pugnas.

Los procesos que gravitan alrededor de la democracia en América Latina son negociaciones acotadas en el espacio de un sistema globalizado, cuya expresión más generalizada ofrece la apariencia de intereses primordialmente coincidentes. Pero se trata de un capitalismo de mercados interconectados, de libre concurrencia global, con condiciones laborales precarizadas, especialmente en los países de la periferia.

La diferenciación interna dentro de la globalización debiera merecer una mayor atención. Pareciera que no hay otra salida que sortear las dificultades del desarrollo tecnológico a través de una masa laboral de reserva subcalificada. Este sistema social globalizado, más que el de la fase anterior que se forjó bajo las políticas del llamado “Estado de bienestar”, parece exigir, para su consolidación y reproducción, la existencia de una masa de trabajadores precarios y pauperizados como parte de su lógica encaminada a enfrentar los requerimientos de la competitividad.

Sin embargo, el modelo global en su funcionamiento registra peligrosamente la acumulación o acentuación de problemas que no encuentran cauces resolutivos. Sus políticas tienden a ser globales. Y al desconocer fronteras, propenden hacia una estandarización de criterios y pautas de comportamientos. Políticas económicas que responden a una misma matriz, pensadas para países y regiones muy diversos, cuya aplicación genera a su turno diversos procesos de segmentación social. Pero por debajo de la superficie de esta envolvente dinámica globalizante, las sociedades, las regiones y los diversos colectivos culturales conservan un arraigo en sus referentes de identidad, que reconocen una historia, desafíos y una memoria aunque no se expresen en conductas articuladas. Aquí probablemente pueda escudriñarse la búsqueda por recuperar núcleos constitutivos del tejido social segmentado por el contexto de la globalización.

El modelo global de sociedad demanda políticamente instrumentos de concertación que garanticen la gobernabilidad. ¿De qué gobernabilidad estamos hablando? De la gobernabilidad política del modelo en cuyo desenvolvimiento social puede identificarse una extensa agenda que compromete objetivos democráticos, tanto a escala nacional como internacional. Si esto es así estamos ante un problema de gobernabilidad democrática. Entonces, ¿cómo hacer gobernable políticamente un modelo cuya dimensión económica al desplegarse no integra sino que produce marginación, exclusión o segregación? ¿Cómo podría desarrollarse en tales condiciones un proceso de genuina cuidadanización que presupone la gobernabilidad democrática?

A su vez, la lógica del modelo exige la necesidad de una región latinoamericana políticamente estable, apoyada en consensos activos. Aquí se asoma todo un nudo problemático que compromete a los actuales procesos políticos. Se trata entonces de evitar que el modelo de sociedad genere fisuras irreparables, aunque contiene por su propia configuración política, económica y cultural los gérmenes de la ingobernabilidad.

Muchas pueden ser las implicancias de esto en términos de procesos políticos. Algunas de ellas se expresan en la necesidad de proyectar estructuras gubernamentales dóciles que acaten los parámetros de una democracia tutelada y restringida, que lleven a cabo elecciones con la mayor concurrencia posible, consensos limitados a pactos políticos que garanticen que el modelo económico y las estructuras fundamentales del Estado no habrán de sufrir modificaciones importantes, que sus políticas aseguren ampliamente una economía de mercado, concertación de fuerzas políticas (“actores relevantes”) dispuestas a la relación comercial, y sobre todo predispuestas a acatar los criterios de condicionalidad establecidos por el sistema financiero internacional como fórmula de modernización.

¿Se ha intentado algún esfuerzo serio por colocar un contrapeso o adoptar iniciativas distintas para encarar esta situación? El saldo general de los procesos referidos a prácticas gubernamentales que encierra la historia reciente sugiere que en América Latina no se han transgredido mayormente ninguno de los lineamientos globales. Lo que sobresale generalmente en esferas oficiales (a reserva de todos los matices del caso y las escasas excepciones) es el afán de obtener un sitio al lado de los poderes financieros y convertirse en aliados de ruta en esa ambiciosa tarea de impulsar una “zona de libre mercado” en el itinerario del proceso de globalización. ¿Hay acaso algún resultado que amerite una mejor valoración de esta política para seguirla practicando? En lo que va de la última década ningún país latinoamericano –al parecer– ha conseguido nada significativo, y menos aún alguna cuota sustantiva de beneficio y seguridad para el bienestar de sus pueblos.
A manera de conclusión
El incuestionable y vertiginoso desarrollo de la globalización, su gravitación sobre la economía, la política y las relaciones internacionales, están transformando la realidad de nuestros países. No se trata de un mero factor externo, toda vez que las sociedades latinoamericanas forman parte de un sistema en proceso de globalización a niveles nunca antes vistos. Diversas son las implicancias que acarrea una discusión sobre el fenómeno. Frente al simplismo del rechazo reactivo, del acoplamiento adaptativo inexorable, de la revaloración nostálgica de un pasado o de las construcciones que invocando problemas tan reales como la pobreza o la desigualdad ocultan la envergadura sistémica del proceso en marcha, conviene regresar al señalamiento formulado al principio. No parece plausible ni el fin de la historia ni la superación de los Estados. Tampoco la continuidad evolutiva, casi lineal, de un sistema mundial. La colocación en tela de juicio de algunas posturas tiene que ver con una tendencia dentro de la cual escasamente se problematiza el tipo de globalización que se ha instalado entre nosotros. Si esto es una insuficiencia hace falta profundizar en el significado de las ideas que acompañan las formulaciones sobre globalización y sus implicancias en la discusión latinoamericana.

Al identificar algunos domicilios teóricos o conceptuales de las representaciones o ideologías, se abre la necesidad de su reconocimiento en los procesos políticos. La actual globalización acelera la modernización, pero profundizando las asimetrías existentes y ensanchando desbalanceadamente la brecha entre nuestros países y el desarrollo de las sociedades más avanzadas del capitalismo actual.

Entre las implicancias de este envolvente movimiento destacan las dificultades de adoptar en los Estados nacionales políticas que respondan a los objetivos locales. La agenda estatal como problemática pública y nacional queda desfigurada. Los referentes sociales y políticos se han desplazado del Estado al mercado sin que implique el surgimiento de un mecanismo más avanzado para articular y asignar recursos en función del bienestar. En tal contexto la competencia entre desiguales acelera la segregación y el proceso de exclusión incubando gérmenes de ingobernabilidad, cuando el sistema –paradójicamente– exige mayores condiciones de estabilidad para su reproducción.

Son las situaciones deficitarias y las expresiones de crisis las que mejor muestran la índole de la globalización en curso. A partir del dimensionamiento de sus señales o indicadores se aprecia mejor que estamos ante un sistema reconstituido. Pocos fenómenos como éste nos acercan tanto a los estudios latinoamericanos en la relación entre política y poder, entre Estado y mercado, entre gobernabilidad y democracia, entre el desenvolvimiento de la región en su conjunto y el sistema internacional. Y junto con estas reflexiones, a manera de epílogo, de nuevo la inevitable mirada a la terca realidad en sus expresiones inmediatas, siempre escurridizas, para valorar si los razonamientos y las intuiciones aquí ordenados están en la ruta de las preguntas que surgen en este tiempo a propósito de la globalización vista desde un diagnóstico latinoamericano.

LOS MEDIOS DE COMUNICACION EJERCEN "UN TOTALITARISMO BRUTAL"

En la presentación de la revista Crítica y emancipación, del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), el científico social Emir Sader advirtió que los grandes medios de comunicación privados ejercen "un totalitarismo brutal", mediante el que condicionan a los gobernantes a actuar para los intereses de la pantalla chica, y quienes se niegan a hacerlo "sufren ataques de discriminación" muy fuertes.Al presentar la revista, considerada por académicos como espacio llamado a pensar de un modo diferente el debate sobre la democracia, el Estado y el poder, el actual secretario ejecutivo del Clacso señaló que hay gobiernos que no tienen el coraje de enfrentar a estas empresas de comunicación mercantilistas, porque se sienten dependientes de ellas "electoralmente". Sin embargo, añadió, dichos medios crean una realidad ficcional, mientras que la verdadera la rechazan y se niegan a aceptarla.Reunidos en la vicerrectoría de la Universidad Iberoamericana (Uia) para participar en la presentación de este nuevo proyecto editorial, investigadores de las ciencias sociales se congratularon del nacimiento de la revista, al coincidir en señalar que se trata de una convocatoria abierta, libre y plural –cuyo punto de partida es la crisis que atraviesa el pensamiento crítico latinoamericano–, para buscar desde ese horizonte nuevas perspectivas y preguntas a los grandes problemas que atañen a nuestros pueblos.
Crisis de la democraciaEmir Sader, coordinador de la Enciclopedia contemporánea de América Latina y el Caribe, explicó que "vivimos precozmente una crisis de la democracia" en la que de alguna manera los estudiosos fueron "cómplices de adjudicarle expectativas muy altas" y contribuyeron poco a dar diagnósticos preventivos sobre los procesos de acumulación y los conflictos en torno a las identidades culturales.De este modo, apuntó que existe una crisis social, cultural, política e incluso de hegemonía teórica, y evidenció la ausencia de la "teoría de nuestra práctica". Por ejemplo, dijo, Bolivia y Ecuador "están refundando el Estado y no se está teorizando sobre qué se está reconstruyendo".Más tarde, en una breve entrevista, expresó que no habrá democracia en América Latina sin la democratización de los medios de comunicación.Los grandes medios de la iniciativa privada representan "la dirección de la derecha en el mundo y los gobernantes tienden a dejarse atrapar y a gobernar para la pantalla chica; incluso, utilizan frases adaptadas a lo que los medios van a difundir y los que no lo hacen sufren ataques y discriminación. Por ejemplo, no se ha hablado lo suficiente de cómo los medios venezolanos montaron el golpe contra Hugo Chávez", afirmó el también colaborador de este diario.En su turno, el coordinador del posgrado en estudios latinoamericanos de la máxima casa de estudios, Lucio Oliver, consideró que entre otros de los aspectos sobresalientes de la revista se encuentra su perspectiva en relación con el mundo de la ideología y de la cultura, hoy día dominado por los grandes medios de comunicación y por una "seudo-intelectualidad" que plantea una falsa autoridad sobre los problemas.De manera que Crítica y emancipación es un "llamado a trabajar conjuntamente para revertir el dominio de esta seudo-intelectualidad en los medios de comunicación", así como a pensar de otra forma los debates sobre el poder, la democracia, el Estado y la política, añadió.
Por su parte, el coordinador del seminario permanente sobre gobernabilidad en América Latina, de la Uia, Darío Salinas, enfatizó que frente a la sociedad y a las perspectivas complejas del siglo XXI, se requiere saber leer en cada uno de los acontecimientos de la región: "se requiere saber mirar, como diría Galeano, la historia grande a través de los pequeños acontecimientos".

Karina Avilés • La Jornada

Se frustra aprobación de Ley sobre delitos ambientales y es enviada a comisión de Justicia

Lima, julio: (ANDINA).- La aprobación de la norma que modifica diversos artículos del Código Penal para endurecer las sanciones relativas a los delitos ambientales, tráfico de flora y fauna, deforestación, piratería y falsificación; se frustró hoy en la Comisión Permanente del Congreso luego que se acordara transferir este tema al grupo de Justicia para que lo vuelva a evaluar.
Esto ocurrió a pedido de los congresistas de oposición, quienes no tomaron en cuenta la urgencia de aprobar la norma que le permitirá al Perú lograr la acreditación necesaria, en cumplimiento de las exigencias que impone el Tratado de Libre Comercio suscrito con los Estados Unidos.En horas de la tarde la Comisión de Justicia acordó elaborar un pre dictamen sobre el citado proyecto de ley, lo cual podría implicar que el mismo ya no pueda ser analizado por la Comisión Permanente que estará en funciones hasta el 16 de julio, según el encargo que le dio el pleno del Congreso a finales de la pasada legislatura ordinaria.
De ser así, la disposición sólo podría ser sancionada hasta agosto, pese a que la aprobación de la propuesta es urgente porque le permitirá al Perú lograr la acreditación necesaria, en cumplimiento de las exigencias que impone el Tratado de Libre Comercio suscrito con los Estados Unidos.
El acuerdo de la Comisión de Justicia se tomó en presencia de las ministras de Comercio Exterior, Mercedes Araoz, y de Justicia, Rosario Fernández, quienes participaron tanto en la referida sesión como en la reunión de la Comisión Permanente que se realizó en horas de la mañana.
A través de la referida iniciativa legislativa se modifica el artículo 305° del Código Penal vigente estableciendo formas agravadas para los delitos de contaminación. En ese sentido se aplicará una pena no menor de cuatro ni mayor de ocho años de cárcel, para el autor de una actividad contaminante que produzca lesiones graves en las personas.
Si como producto de esa actividad se produce la muerte, la sanción a aplicar fluctuará entre los 6 y 10 años de cárcel, y 3,500 días multa.
También se considera una sanción carcelaria de entre 3 y 7 años (y desde 300 a 1,000 días multa), para las personas que falseen u oculten información sobre un hecho contaminante.
Igual sanción se aplicará para los que obstaculicen o impidan una actividad fiscalizadora de auditoria, que sea ordenada por la autoridad administrativa competente.
De igual manera se precisa que la pena carcelaria será no menor de 3 ni mayor de cinco años, para los que ingresen ilegalmente al territorio nacional residuos o desechos tóxicos peligrosos.
Establece también una sanción carcelaria de entre 2 y 5 años para el tráfico ilegal de especies acuáticas de la flora y fauna silvestre que están protegidas. Igual sanción se aplicará para la extracción ilegal de especies acuáticas en épocas, cantidades y talla y zonas que están prohibidas o en veda.
También sanciona con una pena privativa de la libertad no menor de 3 ni mayor de 6 años, al que destruya, queme, tale (en todo o en parte), bosques u otras formaciones boscosas sean naturales o plantaciones.

Parménides, Platón y Aristóteles: el ser, la idea y la felicidad o la verdad, lo indecible y la sabiduría




Poema del Ser de Parménides
http://espanol.geocities.com/gruposer_cl/parmenides.htm


El Parménides de Platón. Un diálogo de lo indecible
http://www.galeon.com/filoesp/Akademos/resenas/rese001.htm

Platón, Parménides, 130a-135c
http://www.xtec.es/~jortiz15/parmen.htm


La ética de Aristóteles o la búsqueda de la felicidad
http://www.geocities.com/jcalbornoz/ARISTOS.html

ELIGEN A VÍCTOR ANDRÉS GARCÍA BELAUNDE COMO CANDIDATO A PRESIDENCIA DEL CONGRESO

Bancada "Alianza Parlamentaria" por UNANIMIDAD:

El congresista Víctor Andrés García Belaunde fue elegido por unanimidad como candidato a la Presidencia del Congreso para el Periodo Legislativo 2008-2009, en representación de la Bancada "Alianza Parlamentaria".

Así lo señaló su vocero Carlos Bruce, tras una reunión celebrada esta tarde entre los integrantes de esa bancada, confirmada por los Partidos de Acción Popular, Perú Posible, Somos Perú y Restauración Nacional.

"Consideramos que la oposición debe dirigir el Congreso de la República para tonificar y fortalecer el sistema democrático ejerciendo el necesario contrapeso político que debe existir entre los Poderes del Estado", indicó.

De esta manera "Alianza Parlamentaria" formalizó la candidatura de Víctor Andrés García Belaunde.

Por su parte, García Belaunde manifestó que en la próxima semana se reunirá con las otras bancadas con el objetivo de concretar una lista multipartidaria de oposición en el Parlamento Nacional.

Lima, 10 de Julio de 2008.

LA `PERVERSIDAD DEL GOBIERNO PERUANO CONTRA LAS COMUNIDADES CAMPESINAS SERÁ DENUNCIADA INTERNACIONALMENTE

Alberto Pizango Chota: “Gobierno busca fraccionarnos”

AIDESEP, Alberto Pizango Chota afirmó que todos los decretos legislativos emitidos por el Gobierno pretenden fraccionar y matar a los pueblos indígenas, minimizando el derecho que tienen como pueblos indígenas; y que el Estado fue negativo en el tema de titulación territorial, llegando a titularse lo avanzado gracias al dinero de la cooperación internacional que AIDESEP de forma autónoma tuvo que buscar.
Podría interpretarse que el Gobierno cumplió con ejecutar el artículo 6 del Convenio 169, pues previa emisión del DL 1073 se consultó con varias organizaciones campesinas y nativas, donde el Gobierno les presentaba la modificatoria del inciso b) del artículo 10 del DL 1015… Aunque su respuesta fue de rechazo, ¿por qué cree que aun así el Gobierno emitió el DL 1073?
En realidad ese nuevo Decreto Legislativo 1073 no nos sirve. Este decreto legislativo y todas las leyes propuestas y emitidas deben ser derogados porque nos perjudica. En realidad lo que el Gobierno hizo es burlarse de nosotros, porque no le pedimos la modificación de tal artículo, sino que exigimos la derogatoria definitiva del 1015 porque vulnera nuestros derechos, como lo señalamos en nuestra respuesta de rechazo.
Sí, en realidad la semana pasada nos reunimos con otras organizaciones campesinas y nativas como la Confederación Nacional Agraria (CNA), la Confederación Campesina del Perú (CCP), la Confederación Nacional de Comunidades del Perú Afectadas por la Minería (CONACAMI) y la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas (CAOI); con el fin de emitir una contrapropuesta a la consulta modificatoria que el Gobierno hizo previamente a la emisión del DL 1073.
T: ¿Cuál es la posición de AIDESEP ante el paquete de leyes emitidos por el Gobierno?
AP: Nuestra posición frente al gobierno de Alan García es que exigiremos la definitiva derogatoria, pues el gobierno, quien abiertamente le ha declarado la guerra a los pueblos indígenas, no ha tenido la voluntad política porque no nos ha respetado, ni nos han consultado. Por ello nosotros vamos a pedir la nulidad de estos decretos legislativos, decretos supremos o cualesquiera de este paquete de leyes que está lanzando el Gobierno.
T: ¿Cuál cree que es el objetivo del gobierno al emitir y proponer este gran paquete de leyes?
AP: Quiere fraccionar y está sacando leyes que vulneran los derechos colectivos y nuestra posición es que no estamos de acuerdo. Como organización a nivel de la Amazonía vamos a hacernos respetar, porque hay el Convenio 169 OIT y la Declaración de las Naciones Unidas, y sobre ellas vamos a avanzar.
T: ¿Qué es lo que ha hecho AIDESEP hasta el momento?
AP: Ya hemos enviado una Acción de Amparo declarando inconstitucional este DL 1015 y todos los paquetes legales que están saliendo y/o que vayan saliendo y que están en contra de los pueblos indígenas. Los proyectos de ley 1770; 1900; 1992; 840; 2133 y los Decretos Legislativos 1015 y el 994 que atentan contra la integridad territorial de los pueblos indígenas; y si no nos hacen caso vamos a seguir porque este es un derecho humano y de los pueblos indígenas que apelaremos ante la organizaciones internacionales, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, llegando hasta esta instancias.
T: ¿Para el DL 1015, el DL 1064(PL 840) y otras leyes emitidas, el Gobierno consultó con las comunidades nativas?
AP: Nunca. En ningún gobierno el Estado nos consultó nada a pesar que nuestro país es firmante del Convenio 169 OIT. Además en el año 1993 en el gobierno de Fujimori se modificó la Constitución del 79 quitando las palabras “inembargable e inalienable”, dejando únicamente “imprescriptible”; ahí se nos debió haber llamado. No nos tienen en consideración, tan sólo por la ambición de entregar este territorio a las grandes empresas, sólo les importa la economía y no la vida de los legítimos ciudadanos que viven en la amazónica y que están cuidando, brindando, y apoyando el medio ambiente para que el cambio climático no nos afecte a todos.
T: En contra de estas leyes emitidas, ¿qué próximos documentos estaría elaborando AIDESEP?
AP: Estamos elaborando una propuesta pacífica que será enviada al Gobierno, donde señalaremos nuestras demandas y en qué aspecto lo emitido nos afecta; pero si el Gobierno ignora nuestra propuesta ya sería un problema del Estado, y en todo caso será responsable de los daños que pueda haber dentro de estas comunidades. No nos estamos quedando de brazos cruzados, pero tampoco optaremos por las marchas o el paro, porque nosotros somos pacíficos.

Pueblos indígenas, originarios y comunidades campesinas harán la vigilancia social a las actividades de las empresas petroleras

Por: AINI

Con el propósito de avanzar en el control social y ambiental a las actividades de las empresas petroleras que se realizan en los territorios indígenas y comunidades campesinas, las organizaciones indígenas originarias y campesinas de Bolivia eligieron al representante indígena para el Comité de Monitoreo Socio Ambiental Nacional CMSAN en cumplimiento de lo establecido en la Ley de Hidrocarburos 3058.Con la aprobación de la nueva ley de hidrocarburos 3058 en mayo de 2005, en Bolivia se incorporaron derechos a favor de los pueblos indígenas como la consulta y participación, el monitoreo socio ambiental, la compensación e indemnización. Para hacer efectivos estos derechos, en abril del 2007, el gobierno boliviano promulgó los decretos que reglamentan la Consulta y Participación y el Monitoreo Socio Ambiental a las actividades hidrocarburíferas que afecten las tierras de los pueblos indígenas y comunidades campesinas.Teofilo Murillo de la Asamblea del Pueblo Guaraní de Itika Guasu, fue elegido como el representante indígena para el Comité Monitoreo Socio Ambiental Nacional CMSAN, quien al ser entrevistado dijo: “Los pueblos indígenas hemos estado preocupados con este tema del monitoreo pues desde abril del 2007 no avanzó y por iniciativa de la Asamblea del Pueblo de Guaraní de Itika Guasu se convoca a las organizaciones indígenas de Bolivia para hablar de este tema y elegir al representante indígena que recayó en mi persona”El monitoreo socio ambiental de acuerdo con el decreto aprobado, entre otras cosas cuenta con dos instancias una nacional y otra local. La instancia nacional es el Comité de Monitoreo Socio Ambiental Nacional CMSAN el mismo que está conformado por el Viceministerio de Biodiversidad Recursos Forestales y Medio Ambiente que asume la presidencia, un representante Indígena que asume la vicepresidencia, el Ministerio de Hidrocarburos con su Jefe de la Unidad de Medio Ambiente que funge como Secretario y el Viceministerio de Coordinación con la Movimientos Sociales. La instancia local se denomina Comité de Monitoreo Socio Ambiental de Area conformada por el Ejecutivo Municipal, que asume la presidencia, 2 representantes indígenas y 1 representante de la empresa que opera en el área de contrato. Este comité de área tiene como brazo operativo al equipo de Monitoreo Socio Ambiental Indígena Originario Campesino MSIOC que hará el seguimiento y respectivos informes sobre los impactos provocados por la actividad petrolera y el cumplimiento o no de los Estudios de Evaluación de Impacto Ambiental.A decir de Teofilo Murillo, los pueblos indígenas y particularmente el pueblo Guaraní viene sufriendo la presencia de empresas petroleras en sus territorios, “las empresas han entrado a nuestras tierras sin respetar las leyes y sin consultarnos, ya son diez años que están con nosotros y la experiencia que tenemos no es buena pues ya hicimos el monitoreo a sus trabajos y nuestro informes se quedaron en nada porque no había donde llevarlos, ahora existen los comité donde tenemos nuestro representante”Los informes elaborados por los equipos de monitoreo MSIOC son presentados a los comités de área y, al comité nacional para su consideración y resolución en caso de conflicto entre la empresa petrolera y la comunidad afectada.“Como sabemos que las empresas se va a quedar de 20 a 30 años en nuestros territorios lo que deben hacer es cumplir con la ley donde se establece nuestros derechos a la consulta, al monitoreo de sus actividades y la compensación o mitigación para paliar aquellos daños que si o si traen las empresas petroleras, si se cumple con todo esto creo que seguiremos viviendo en nuestras tierras junto a nuestro hijos y los hijos de nuestro hijos”, asegura el representante indígena delegado al Comité Nacional de Monitoreo.La elección del Teofilo Murillo se llevó a cabo en la ciudad de Tarija, los días 19 y 20 de junio, donde participaron la Confederación Sindical Unica de Trabajadores Campesinos de Bolivia, la Asamblea del Pueblo Guaraní APG, el Concejo Nacional de Ayllus y Markas del Qollasuyo CONAMAQ, la Confederación de Pueblos Indígenas del Oriente de Bolivia CIDOB, la Coordinadora de Pueblos Etnicos de Santa Cruz CPESC y la Central de Pueblos Etnicos Mojeños del Beni CPEMB, estas organizaciones se comprometieron a seguir impulsando el monitoreo con una nueva reunión en la ciudad de Camiri a realizarse para la segunda semana de julio.

¿Un cambio de época?

Por: Félix Herrero - Diego Mansilla (MENE - INFOMORENO)

En un artículo anterior (1) decíamos que se vive una época de grandes novedades, provocadas por actos recientes de los hombres o como resultado de prácticas seculares que tienen una fuerte incidencia en campos como el de la geología. Son fuertes tendencias sociales, económicas y tecnológicas que se han manifestado con fuerza en los meses recientes.Frente a estos cambios, son muchos los análisis que exploran las dificultades que sufren crecientemente algunos pueblos y países, mientras otros obtienen beneficios. Las noticias no se centran sólo en el aumento de los precios de los combustibles, comestibles, minerales y el agua. La discusión no apunta solo a los aumentos de la demanda, sino también a una oferta incapaz de crecer, ya sea por falta de inversiones, por agotamiento de los recursos naturales, o por ambas causas.
En los análisis no se puede dejar de lado a la especulación, sobre todo en el caso de los alimentos y de los hidrocarburos, como también en la valuación futura del oro y de la divisa estadounidense. Los análisis más serios asignan a esta causa entre el 30 y el 40% del aumento del precio del petróleo crudo durante los últimos doce meses, es decir que el aumento desde los 65 dólares a que se cotizaba en la bolsa de Nueva York el 1 de junio de 2007, a los casi 140 dólares de la tercera semana de junio de 2008, alrededor de 30 dólares se deben a la especulación financiera.En el caso de los alimentos, a la especulación se le asigna un 20% del aumento experimentado. Si en un año el precio del petróleo se duplicó, varios cereales y oleaginosas crecieron en ese mismo ritmo. Por otra parte, la crisis del dólar se hizo evidente en los cinco primeros meses de 2008, cuando esa divisa se devaluó un 20% respecto al euro. Los cálculos del incremento del precio internacional del petróleo se dan en dólares; si se evaluaran en monedas más estables, como el euro, dicha variación no sería tan abrupta.¿Dónde estamos parados?En los momentos difíciles de la actividad política, social y económica de las naciones, los análisis van dirigidos a definir qué tipo de crisis ocurre, y hacia qué tipo de modificaciones evolucionan las sociedades. ¿Se trata de una crisis del sistema, del modelo, es estructural o coyuntural? Obviamente nadie cree que la crisis actual sea un mero cambio coyuntural ni una mera alteración del modelo. Pero, ¿se trata de un fin de época, de civilización, de un cambio de estructura económica y social, o de una crisis que no impedirá que la estructura capitalista se mantenga, e incluso se renueve, como ya muchas veces sucedió en el pasado?Los análisis más dramáticos traen a colación las catástrofes bíblicas, como las Diez plagas de Egipto, o la presencia de los Cuatro jinetes del Apocalipsis (2). En ambos casos se trata de una sucesión de desgracias, muchas de las cuales, como el hambre y la guerra, no han podido ser eliminadas por el hombre. Estas perspectivas de los jinetes y las plagas también estuvieron presentes en los trabajos de muchos ensayistas inmediatamente después de la segunda guerra europea: se trataba de la destrucción por el 'hongo nuclear' en los años cincuenta, la guerra fría y el hambre antes de la primera revolución verde (agrícola) en los años sesenta.La crisis actual se debe 1) al agotamiento del petróleo y al consecuente aumento de su precio internacional, 2) a la falta de alimentos y a su encarecimiento, 3) a la escasez de agua para alimentación y saneamiento que sufren poblaciones enteras y, sin duda, 4) al calentamiento de la tierra. En qué momento estos cuatro problemas se volverán cruciales, de qué manera y con qué intensidad afectarán a las poblaciones, son cuatro incógnitas. Pero lo que es indudable es que su tendencia es ineluctable, particularmente en el caso del fin del petróleo y el agua.
El fin de la era del petróleoLa historia del petróleo ha signado en el mundo las épocas industriales, inclusive la evolución de la tecnología militar. Desde su descubrimiento en los Estados Unidos en 1859 hasta hoy, el petróleo ha servido para calefacción e iluminación (hasta la primera guerra mundial), para combustible de los automóviles (desde 1911) y de los buques de guerra (desde 1914/1916). Con la finalización de la era del carbón, el mundo desarrollado comenzó a vivir con el petróleo una nueva época económica y social. Además, el petróleo ha sido la causa de las guerras provocadas por el dominio de su mercado y de sus fuentes o, más recientemente, de sus reservas, en cualquier lugar que se encuentren (3). Tan grande es la necesidad de los países poderosos por asegurar reservas petroleras para garantizar su futuro, que incluso van alterando el derecho internacional de la propiedad del subsuelo con el nuevo 'derecho de captura', más inspirado en la conquista que en la equidad.Cuando terminó la segunda guerra mundial, no sólo existió el acuerdo de Yalta (1945) entre F. D. Roosevelt, W. Churchill y J. Stalin para dividir el territorio de las naciones en Europa, Africa y gran parte de Asia. Después de Yalta, el presidente F. D. Roosevelt se dirigió a Egipto y en el crucero insignia Quincy acordó con el rey Ibn Saud, fundador de la dinastía saudita, apoyarlo militarmente (acuerdo que se mantiene hasta hoy) a cambio del petróleo de Medio Oriente.Además de las reuniones planetarias que no logran avanzar en la eliminación o atenuación del hambre (la reciente reunión de Roma terminó en un fracaso manifiesto, ya que estuvo lejos de lograr una solución compartida), el tema del agua (la reciente reunión de Zaragoza constituyó un fracaso internacional) se agrava cada vez más y, como el petróleo, produce guerras (4).Algunas preguntas para enfocar el futuroLa incógnita sobre el momento en que producirán el agotamiento de los recursos naturales y un fuerte incremento de la escasez de los alimentos, así como los problemas derivados del cambio climático están tan relacionadas entre sí como lo estuvieron los cuatro jinetes del Apocalipsis. El aumento del uso del petróleo, a pesar de su cercano agotamiento, y el incremento de su precio no son óbice para detener los factores que generan el cambio climático, y la errónea solución de producir agrocombustibles (mediante el agrobusiness, que ya destina a producir carburantes más de un tercio del maíz cosechado en Estados Unidos) acarrea un mayor calentamiento global (por la deforestación y otros factores), incrementos desusados de los precios de los alimentos y es también una causa de la falta de agua.
A su vez, la falta de alimentos y de agua provoca la falta de saneamiento y salud para los pueblos e incluso muertes por hambre; y el calentamiento global provocará la desaparición de poblaciones enteras del mundo. Todo esto sin considerar la crisis financiera iniciada en Estados Unidos, con la huída de los ahorristas del mercado inmobiliario y la colocación de capitales especulativos en los mercados de futuros de las materias primas (petróleo, alimentos y oro por ahora) provocando el encarecimiento de las mismos.Estamos en presencia de una interrelación intensa de los problemas; cada vez resulta más difícil aislarlos para buscar soluciones lineales, porque se trata de una crisis bastante generalizada que exigirá cambios esenciales en la organización económica y social. El capitalismo, en su modalidad neoliberal, no podrá superar estos problemas, todos ellos de naturaleza estructural, provocados por el propio sistema. Son los modelos del capitalismo estadounidense y europeo los que hoy muestran contradicciones insalvables.¿Cómo se explica que Estados Unidos haya malgastado de tal manera su petróleo que, luego de ser exportador durante un siglo, hoy deba importar más del 60% del petróleo crudo que consume? ¿Cómo se explica que Estados Unidos busque hoy tratados como el TLCAN (o NAFTA, según su sigla en inglés) para asegurarse el agua de Canadá, al mismo tiempo que sigue despilfarrado este recurso natural esencial? ¿Cómo se explica que en un mundo de millones de personas hambrientas, Estados Unidos se lance a utilizar el maíz para alimentar los tanques de los automóviles en vez de alimentar los estómagos de los hambrientos? ¿Cómo se explica que Estados Unidos, y en parte también Europa, expongan al mundo al riesgo del cambio climático global, consumiendo el 50% de los combustibles de origen fósil refinados en el mundo? ¿Y que sus fundaciones implanten el agrobusiness en sus propios países y busquen hacerlo en otras partes del mundo, como en la Amazonia sudamericana?Para terminar con este difícil final de época, e iniciar una nueva, se necesita un cambio socio-cultural profundo, sobre todo en los países de ingresos elevados, que tenga en cuenta un uso eficiente de los recursos naturales -sin los elevados costos sociales que hoy supone- y que deje de lado consumismos irracionales, si es que sinceramente no se quiere provocar faltantes de energía, agua y alimentación en los países donde reside la mayor parte de la población mundial.
Notas:
1) 'Las tendencias económicas y el petróleo', Mene, Nº 39, Caracas, 2008.2) Las plagas egipcias consistieron en invasiones de ranas, piojos, tábanos y langostas, la aparición de úlceras en la piel de los egipcios, la conversión de las aguas del Nilo en sangre, la peste en los animales, la caída de granizo y fuego, una oscuridad tenebrosa durante tres días y la muerte de los primogénitos. Los cuatro jinetes fueron el hambre, la muerte, la peste y la guerra, los que empuñaban el arco para la Conquista, la espada para la Destrucción, la balanza para la Crisis económica, y el tridente para la Muerte. Debemos preguntarnos si las crisis que comentamos (petróleo, agua, alimentos, etc.) son las amenazas de invasión a Irán, las destrucciones de Darfur y Kosovo, la crisis económica del dólar y las muertes en Irak.3) Nuestra América sufrió guerras como las del Chaco (1932) y la de Perú-Ecuador (1941). Fue muy positiva la reunión que tuvieron E. Morales y los presidentes -actual y electo- del Paraguay, el 14 de junio pasado en Sanandita (Bolivia) luego de 73 años de terminada la guerra entre Paraguay y Bolivia o, mejor dicho, entre la británica Shell y la estadounidense Standard Oil. Los presidentes reconocieron que ambos países lucharon por intereses de las empresas transnacionales del petróleo y no por atender la voluntad de sus pueblos. El presidente paraguayo N. Duarte afirmó que 'la Guerra del Chaco fue absurda, impuesta por intereses extraños a nuestros pueblos'.4) Ester Bruzzone, Las Guerras del Agua, (I y II), Buenos Aires, Capital Intelectual, mayo de 2008.Félix Herrero es Economista-Vicepresidente del MORENO.Diego Mansilla es Economista- Miembro del MORENO.

Alucinógenos, conciencia y el espíritu de la naturaleza

Por: Ralph Metzner.

La siguiente es una traducción fiel en cuanto a conceptos aunque relativamente libre en los aspectos estructurales de las conclusiones del último libro editado por Ralph Metzner en Nueva York , “Ayahuasca, Alucinógenos, conciencia y el espíritu de la naturaleza”. Metzner es doctor en Psicología Clínica de la Universidad de Harvard, ha realizado postdoctorados en Psicofarmacología y ha estado al frente de los estudios sobre conciencia por más de 35 años.

Fue uno de los que inició los trabajos en este campo de la mano de Timothy Leary y Richard Alpert, buscando las posibilidades terapéuticas que se “esconden” en los enteógenos.La introducción de las prácticas y el conocimiento chamánico asociado con el ayahuasca en el interior de la cultura occidental en nuestros tiempos, nos abre profundas y desafiantes preguntas. Aunque sin contestarlas me gustaría reseñar y hablar de al menos tres de ellas.

1) ¿Cuáles son las más valorables y útiles aplicaciones del ayahuasca en el contexto de la medicina y la psicología occidental?

2) ¿Cuál es la cosmología revelada por las visiones chamánicas del ayahuasca, y cómo esta difiere de la cosmología occidental?, y

3) ¿Cuál es el significado del resurgimiento del chamanismo enteógeno en este momento particular de la historia de la civilización occidental?

Aplicaciones médicas y psicológicas del ayahuascaEn el contexto de la Amazonía tomar ayahuasca es algo así como el remedio maestro para todas las enfermedades. Esto no significa que la planta en sí misma y el tipo de medicina que conlleva funcionen como una panacea, pero sí lo hacen como guías o maestros para los curadores humanos, indicando cuales son las plantas quizás necesarias en cada caso, permitiéndole al curador un éxito relativo en su trabajo.

Este tipo de prácticas presuponen una manera de comprender la enfermedad y la medicina completamente diferente a la occidental. A pesar de esto, incluso desde nuestro punto de vista hemos podido constatar en los últimos tiempos, que existe un campo de curaciones físicas y psicológicas que pueden tener lugar a partir de esta medicina que no necesariamente surge de nuestros laboratorios urbanos.

Hay muchas anécdotas de cómo el ayahuasca ha tenido éxito en curaciones de cáncer, parkinson y otras enfermedades de este tipo, pero al mismo tiempo hay que tener en claro que han sido prácticas realizadas en un contexto psicosocial de elementos chamánicos del cual es imposible separarlas.

De todas maneras en los niveles psicológicos existe una evidencia de los cambios terapéuticos positivos que han sido inducidos por la ingestión ritual de ayahuasca. Ciertamente muchas de las historias recogidas últimamente sostienen la noción de que bajo la influencia del ayahuasca la gente está capacitada para comprenderse mejor a ellos mismos, para pensar más claramente sobre sus relaciones, sobre la naturaleza del cosmos y sobre su propio lugar en el universo. La purga provocada por el ayahuasca les otorga a los “usuarios” un sentimiento y una experiencia corporal vinculada a la fuerza llamada “mariri” por algunos ayahuasqueros; y esto no es una cuestión muscular, sino más una especie de fuerza intestinal, una relajación, una especie de sentimiento cálido como de estar en la profundidad instintiva de las raíces de la propia naturaleza física. Muchas de las personas que beben por primer vez ayahuasca tienen que superar la inhibición primaria de vomitar, por su usual asociación de esta acción con los síntomas de una enfermedad.

Una vez que la superan encuentran que la purga es sencilla y no requiere demasiado esfuerzo y no va necesariamente acompañada de nauseas y desagradables sensaciones.

Al mismo tiempo existe una convergencia interesante que ocurre entre la purga física y la psíquica. La gente que llega con una carga tóxica considerable en el cuerpo, como pueden ser semanas de antibióticos, tabaco en exceso, etc, suele vomitar en relación a estos aspectos; pero aquellos que no tienen una toxicidad apreciable en su organismo antes de la toma, transforman el vómito que los purga en algo más bien psíquico y “sueltan” cuestiones más emocionalmente intensas.

Esta combinación de purga física y psíquica que ocurre generalmente con el ayahuasca me alienta a pensar que potencialmente una de las posibilidades más útiles de aplicación de esta medicina en la sociedad occidental estaría vinculada a los tratamientos de adicción y alcoholismo. Hay proyectos realizados en América que confirman este tema. El descenso de alcoholismo en los participantes de la “Iglesia Hoasca Brasileña”, y entre los miembros usuarios de peyote en la Iglesia Nativa Americana de los Estados Unidos apoyan en cierta manera esta tesis primera.

Si bien somos conscientes de que aquí es tan importante la planta como el contexto y la vuelta al entorno ritual por parte de los individuos, no podemos negar los resultados prácticos de la cuestión. Y si miramos hacia atrás en la historia de las investigaciones con sustancias “psicotrópicas” en occidente, veremos que los más alentadores resultados terapéuticos del LSD se han dado en casos de alcoholismo. Sin embargo hay evidencia para afirmar que la purga provocada por el peyote y la ayahuasca es inclusive más efectiva que el LSD a la hora de tratar esas aflicciones de adicción. El adicto necesita purgar no sólo los residuos tóxicos del alcohol u otras drogas en su organismo, sino también los patrones de sus reacciones y los hábitos mentales, emocionales y perceptuales. El programa “Takiwasi” iniciado por el Dr. Jacques Mabit en Perú trata a los adictos a la cocaína en un entorno que envuelve sesiones de ayahuasca y trabajos físicos en jardines y contextos ceremoniales. Yo creo particularmente que hay una fuerte probabilidad de que los programas de tratamientos que utilizan ayahuasca en un ambiente que incluya labores físicas, dietas, ejercicio y prácticas psicoespirituales contra el alcoholismo y las adicciones, pueden establecerse en los próximos años como efectivos y llevarse a cabo allí en donde la política antidrogas y su histeria sean menos intensas. Cosmología chamánica enteogénicaSi nos preguntamos por la realidad cosmológica que es revelada a través de las visiones y experiencias de personas occidentales con ayahuasca, encontramos que son relativamente similares a aquellas compartidas por las culturas chamánicas.

Específicamente en aquellas que han continuado con un uso del ayahuasca más o menos sistemático frente a las maneras de curarse, explorar la propia conciencia e intentar búsquedas espirituales. Y son esas personas las que al mismo tiempo han desarrollado una visión del mundo que difiere bastante de los paradigmas occidentales del cientificismo moderno. Para aquellos que ideológicamente aún comparten perspectivas cartesianas–newtonianas, las descripciones de los ayahuasqueros no serán más que alucinaciones imposibles de ser evaluadas científicamente. Pero desde una perspectiva fenomenológica es posible entender el fenómeno en todos sus aspectos. Contrariamente a las presunciones de la ciencia materialista, podemos ser objetivos ante las propias experiencias subjetivas. En realidad, la meditación Budista por ejemplo es una práctica diseñada para ayudar a aprender justamente eso.

Al mismo tiempo, me gustaría puntualizar también que muchos de los elementos de la visión del mundo que surge del chamanismo tradicional revisado en la actualidad, parecen ser muy compatibles con las más recientes teorías postmodernas de la ciencia. Al respecto solo me gustaría mencionar la teoría de morfogénesis de Rupert Sheldrake, y la interpretación de David Bohm de la teoría del caos y la dinámica no lineal, entre otros.



La realidad fundamental del universo es un continuum, un campo unificado de energía y conciencia que está más allá de el tiempo, el espacio y todas las formas. Simultáneamente la realidad está de alguna manera dentro de esas formas, y es al mismo tiempo trascendente e inmanente. En las religiones tradicionales asiáticas, este campo unificador es nombrado como Tao, o Atman-Brahman, o Tantra, etc,. Algunos nativos de Norte América lo llaman Wakan–Tanka mientras que en los sistemas de lenguaje de la ciencia postmoderna es visto como un infinito sistema complejo de interrelaciones, o una web de vida.El cosmos es multidimensional, es un espectro de muchos mundos. En la mayoría de las tradiciones chamánicas existen mundos altos, medios y bajos. En algunas otras tenemos más de 9 o 10 mundos siempre girando alrededor de uno central. Durante la experimentación con o sin sustancias de las prácticas chamánicas es normal visitar esos “otros mundos”. Desde el momento que esos mundos son nomateriales, transtemporales y transespaciales no son considerados accesibles para la investigación científica. Y a partir de esto, muchas veces se los considera no realmente existentes. El término psiquiátrico para la percepción de otras realidades es “desrealización”. De cualquier manera, los exploradores de conciencia, reportan que estos otros mundos existen verdaderamente y son tan reales como el mundo material familiar al cual nosotros estamos mas acostumbrados por vivirlo en la mayoría del tiempo. El acercamiento del conocimiento de la realidad sobre otros mundos que la ciencia postmoderna nos da, se materializa a partir de los sistemas de teorías holísticas que hablan de los múltiples niveles de agujeros y partes que existen en todos los compuestos del universo. Por ejemplo, si en verdad en el nivel planetario existe la biosfera, el ecosistema, la población, las especies; si en el nivel humano y social, existen sociedades, subculturas, organizaciones, tribus y familias, etc.; si en el nivel del organismo existen órganos, partículas, moléculas, etc.; ¿cómo es posible que en el nivel de la conciencia pretendamos que existe sólo un elemento unificado, sin partes e inmutable? Allí reside la cuestión. Reconociendo y capitalizando como conocimiento la existencia de realidad de esos otros mundos, los exploradores chamánicos enteogénicos también reconocen la realidad no material de esos seres con quienes es posible comunicarse.


El renacimiento animista y la transformación de la sociedad

Habiendo presentado algunos de los elementos fundamentales del universo animista de la visión del mundo indígena, que está a su vez asociada con un renacimiento del interés en las prácticas chamánicas que incluyen el uso de enteógenos, quiero ahora hablar sobre lo que puede todo esto significar en el contexto de la situación mundial actual. ¿Qué significa el hecho de que grandes cantidades de personas estén volviendo a ingresar y a creer en estas tradiciones antiguas de curación y prácticas espirituales?. ¿Porqué sucede en nuestro mundo de industrias multinacionales, ordenadores y redes electrónicas? Algo de lo que estoy tratando de decir con todo esto es que justamente nuestro mundo supra tecnologizado está deliberadamente divorciado del espiritualismo, de los valores y de la conciencia; y precisamente es a partir de estas prácticas vinculadas al chamanismo que se está intentando un religamiento con esos elementos. Se percibe una reemergencia de las antiguas visiones del mundo integral, aquellas que miran todo en la vida como partes de una red interdependiente de relaciones que necesita ser cuidadosamente protegida y preservada.La historia del resurgir de las plantas psicoactivas en occidente ha llegado en diferentes estadios. En 1943 Albert Hofmann trabajando en tratamientos para la migraña consumió accidentalmente una cantidad cierta de LSD, esa experiencia dio el pie para el alucinógeno más potente nunca antes visto, con una fuerza mil veces superior a sus predecesores. En 1957 Robert Gordon Wasson redescubrió a la cultura occidental la ceremonia sagrada de los hongos de los aztecas bajo la guía de la curandera mazateca María Sabina. La publicación de sus observaciones en la revista “Life” influyó en miles de jóvenes norteamericanos y europeos que se volcaron en busca de experimentaciones con hongos alucinógenos. Por esos años Gabriel Dacosta creaba la “Uniao do vegetal” (UDV) una de las iglesias más importantes que trabaja con ayahuasca. El Santo Daime y Barquinia, las otras dos fundamentales del “gremio” también daban sus primeros pasos en ese tiempo. Aunque si bien se separan de los rituales chamánicos, estas iglesias mantienen una conexión con las raíces indígenas y un respeto absoluto y una utilización espiritual de las plantas enteógenas.En los ’60 la experimentación con plantas se trasladó también hacia el campo de la psiquiatría y a las clínicas médicas. Eran los primeros acercamientos hacia el universo occidental. También en los primeros ’60 Timothy Leary comenzaba sus trabajos en la Universidad de Harvard. A partir de todo esto, de esas transformaciones que tenían efectos sobre la conciencia colectiva, se iban generando las bases para un cambio a nivel social cultural de una profundidad y duración mucho más importante. Y así es como podemos quizás afirmar que detrás de la mayoría de los movimientos sociales que de alguna manera surgieron dentro de la sociedad occidental en los ’70, y ’80, estuvieron los cambios de percepción y conciencia que vieron sus inicios en los ’50. De esa manera fueron llegando movimientos que buscaron equilibrar las relaciones humanas con la naturaleza, movimientos que intentaron y aún intentan corregir el peligroso desbalance de esa relación a partir del ecologismo, la lucha contra pesticidas químicos, la batalla por una nutrición equilibrada, etc. Y es en esta diversidad de grupos que surgen de distintas disciplinas para trasformar nuestra percepción, nuestras actitudes y nuestras prácticas en relación con la Tierra, esta misma diversidad que apunta a generar una más saludable, no explotadora y no dominante relación en el respeto; que el uso de la medicina que surge del trabajo con plantas enteógenas en un contexto espiritual y terapéutico, tal vez tenga un rol mucho más importante que jugar.Pero nunca hay que olvidarse que con estas “plantas maestras”, como los ayahuasqueros las llaman, debe haber un intercambio. Conseguimos conocimiento, visión interna, curación psíquica o física desde ellas y en plan de intercambio deberíamos darles algo. Algo que implique prácticas para reducir nuestro impacto negativo en los ecosistemas, algo que ayude en la preservación de la vida salvaje y de la diversidad esencial. Es por eso que muchas personas que han tenido experiencias con ayahuasca, se vuelven profundamente envueltas en proyectos de preservación ecológica, así como en esfuerzos por sustentar las culturas de los pueblos indígenas.Hay una profunda y misteriosa transformación que está teniendo lugar en la balanza de la vida en este planeta. El rol dominante de los humanos en su relación con el mundo natural ha llevado a irreparables desastres ecológicos, degradación de hábitats y pérdida de especies y patrones culturales. ¿Podrá ser que la concientización profunda sobre la necesidad de reestructurar nuestras maneras de relacionarnos con el mundo llegue desde los efectos de una planta visionaria? En lugar de la usual actitud de arrogancia y superioridad, aquellos que han experimentado el ayahuasca por ejemplo, u otros enteógenos están más cerca de encontrarse a ellos mismos acariciados por un misterioso poder de la naturaleza, y guiados a vivir de manera simple y minimizando los efectos negativos en el entorno y celebrando sorprendidos la belleza y diversidad de la vida.

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Este artículo se publica autorizado por la S d’EA y fue originalmente publicado en el número 1 del Boletín Informativo de la Sociedad d'Etnopsicología Aplicada y Estudios Cognitivos (Sd'EA)- 2002, Barcelona, España. http://www.etnopsico.org/ Derechos reservados.