Philosophicus; 04 - 04 - 2015
Por: Noam Chomsky
ICH/Philosophy Now
Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens |
Discurso de Noam
Chomsky, galardonado con el premio por su contribución a la lucha contra
la estupidez de la revista Philosophy Now. El premio se entregó el
martes 27 de enero de 2015.
Naturalmente estoy muy contento de
que se me haya conferido este honor y de poder aceptar este premio,
también en nombre de mi colega Edward Herman, coautor de Los guardianes de la libertad
[Manufacturing Consent], quien ha realizado mucho trabajo
extraordinario sobre este tópico crucial. Por cierto, no somos los
primeros en haberlo tratado.
Predeciblemente uno de estos fue George Orwell. Escribió un ensayo no demasiado conocido, la introducción a su famoso libro La granja de los animales.
No es conocido porque no fue publicado, fue hallado decenios más tarde
entre sus papeles no publicados, pero ahora está disponible. En ese
ensayo señala que La granja de los animales es obviamente una
sátira sobre el enemigo totalitario; pero insta a la gente en Inglaterra
libre a no albergar demasiadas pretensiones de superioridad moral,
porque como dice, en Inglaterra, ideas impopulares pueden ser suprimidas
sin utilizar la fuerza. A continuación menciona ejemplos de lo que
quiere decir, y solo unas pocas líneas de explicación, pero pienso que
van al grano.
Un motivo, dice, es que la prensa es de propiedad
de hombres ricos sumamente interesados en que ciertas ideas no sean
expresadas. Su segundo punto es interesante, que no planteamos, pero
debiéramos haberlo hecho: una buena educación. Si uno va a las mejores
escuelas le inculcan que hay ciertas cosas que no se dicen. Eso, afirma
Orwell, es un enganche poderoso que va mucho más allá de la influencia
de los medios de comunicación.
La estupidez se presenta de
muchas maneras. Quisiera decir unas pocas palabras sobre una forma en
particular que pienso podría ser la más inquietante de todas. Podríamos
llamarla ‘estupidez institucional’. Es una especie de estupidez que es
enteramente racional dentro del marco en el cual opera: pero el mismo
marco varía entre lo grotesco y la enajenación virtual.
En
lugar de tratar de explicarla, podría ser más útil mencionar un par de
ejemplos para ilustrar lo que quiero decir. Hace treinta años, a
principios de los años 80 –los primeros años de Reagan– escribí un
artículo llamado ‘La racionalidad del suicidio colectivo’. Trataba de la
estrategia nuclear, y se preocupaba de cómo gente perfectamente
inteligente planeaba un camino de suicidio colectivo de maneras que eran
razonables dentro de su marco de análisis geoestratégico. En ese
momento no sabía hasta qué punto la situación era peligrosa. Desde
entonces hemos aprendido mucho. Por ejemplo, una edición reciente de The Bulletin of Atomic Scientists
presenta un estudio de alarmas falsas de los sistemas de detección
automática que EE.UU. y otros utilizan para detectar ataques entrantes
de misiles y otras amenazas que podrían ser percibidas como un ataque
nuclear. El estudio cubría de 1977 a 1983, y estima que durante ese
período hubo un mínimo de unas 50 semejantes falsas alarmas, y un máximo
de unas 255. Fueron alarmas abortadas por intervención humana,
impidiendo desastres dentro de unos pocos minutos.
Es plausible
asumir que nada sustancial ha cambiado desde entonces. Pero en realidad
la situación es mucho peor – lo que tampoco comprendí cuando escribí el
libro.
En 1983, aproximadamente cuando lo estaba escribiendo,
hubo una grave amenaza de guerra. Se debió en parte a lo que George
Kennan, el eminente diplomático, calificó en aquel entonces de
“infalibles características de la marcha hacia la guerra – eso, y nada
más.” Fue iniciada por programas emprendidos por la administración de
Reagan en cuanto éste llegó al poder. Estaban interesados en sondear las
defensas rusas, por lo tanto simularon ataques aéreos y navales contra
Rusia.
Fueron días de gran tensión. Misiles Pershing
estadounidenses habían sido instalados en Europa Occidental, con un
tiempo de vuelo de entre cinco y diez minutos hasta Moscú. Reagan
también anunció su programa Star Wars [Guerra de las galaxias] interpretado por ambos lados como un arma de primer ataque. En 1983, la Operación Able Archer
incluyó una práctica que “hizo que las fuerzas de la OTAN realizaran un
lanzamiento hecho y derecho simulado de armas nucleares”. El KGB, hemos
llegado a saber de reciente material de archivo, concluyó que fuerzas
armadas estadounidenses habían sido colocadas en estado de alerta, e
incluso podrían haber iniciado el conteo regresivo hacia la guerra.
El mundo todavía no ha llegado enteramente al borde del abismo nuclear;
pero durante 1983, había, sin darse cuenta, llegado inquietantemente
cerca – ciertamente más cerca que en ningún momento desde la Crisis de
los Misiles en Cuba de 1962. La dirigencia rusa creyó que EE.UU. estaba
preparando un primer golpe, y podría haber lanzado un ataque preventivo.
En realidad estoy citando de un reciente análisis de inteligencia
estadounidense de alto nivel, que concluye que la amenaza de guerra fue
real. El análisis señala que el antecedente histórico era el recuerdo
perdurable de los rusos de la Operación Barba-roja, el nombre de código
para el ataque de Hitler de 1941 contra la Unión Soviética, que fue el
peor desastre en la historia rusa, y que llegó a muy cerca de destruir
el país. El análisis estadounidense dice que fue exactamente la
comparación hecha por los rusos.
Ya es suficientemente malo,
pero empeora aún más. Hace cerca de un año nos enteramos que justo en
medio de esos eventos que amenazaban el mundo, el sistema de aviso
precio ruso –similar al de Occidente, pero mucho más ineficiente–
detectó un ataque entrante de misiles de EE.UU. y envió una alerta de
nivel máximo. El protocolo para las fuerzas armadas soviéticas era
responder con un ataque nuclear. Pero la orden tenía que pasar por un
ser humano. El oficial de guardia, un hombre llamado Stanislav Petrov,
decidió desobedecer las órdenes y no informar a sus superiores de la
advertencia. Recibió una reprimenda oficial. Pero gracias a su
incumplimiento del deber, estamos vivos actualmente.
Sabemos de
una inmensa cantidad de falsas alarmas del lado estadounidense. Los
sistemas soviéticos eran mucho peores. Ahora los sistemas nucleares
están siendo modernizados.
El Boletín de Científicos Atómicos
tiene un famoso Reloj del Apocalipsis, y recientemente lo adelantó dos
minutos. Explican que el reloj “marca tres minutos antes de medianoche
porque los dirigentes internacionales no cumplen con su deber más
importante, asegurar y preservar la salud y la vitalidad de la
civilización humana”.
Individualmente, esos dirigentes
internacionales no son ciertamente estúpidos. Sin embargo, en su
capacidad institucional su estupidez es letal en sus implicaciones.
Sopesando la evidencia desde el primer –y hasta ahora único– ataque
atómico, es un milagro que hayamos escapado.
La destrucción
nuclear es una de las dos mayores amenazas para la supervivencia, y es
muy real. La segunda, por supuesto, es la catástrofe ecológica.
Existe un conocido grupo de servicios profesionales en
PricewaterhouseCoopers que acaba de publicar su estudio anual de las
prioridades de los directores ejecutivos. Arriba en la lista está la
sobre regulación. El informe dice que el cambio climático no llegó a los
máximos diecinueve. De nuevo, indudablemente los directores ejecutivos
no son individuos estúpidos. Presumiblemente dirigen sus negocios de
modo inteligente. Pero la estupidez institucional es colosal,
literalmente pone en peligro la especie humana.
La estupidez
individual tiene remedio, pero la estupidez institucional es mucho más
resistente al cambio. En esta etapa de la sociedad humana, pone
verdaderamente en peligro nuestra supervivencia. Por eso pienso que la
estupidez institucional debiera ser nuestra principal preocupación.
Gracias.
Preguntas del público
¿Cómo podemos triunfar sobre la propaganda en los medios y mejorar los medios de comunicación? ¿Mediante la educación?
Es un debate antiguo. En EE.UU. se ha discutido durante más de un siglo
dentro del marco de la Primera Enmienda de la Constitución de EE.UU.,
que prohíbe que la acción del gobierno impida una publicación. Nótese
que no protege la libertad de expresión, ni bloquea el castigo por la
expresión.
En realidad no hubo muchos casos que tuvieran que
ver con la Primera Enmienda hasta el Siglo XX. La prensa estadounidense
fue muy libre anteriormente, y hubo una amplia variedad de todo tipo de
medios de comunicación: periódicos, revistas, panfletos. Los Padres
Fundadores creían en la libertad de información, y hubo muchos esfuerzos
por estimular la variedad más amplia posible de medios independientes.
La libertad de expresión, sin embargo, no estaba fuertemente protegida.
Decisiones sobre la libertad de expresión comenzaron a tomarse cerca de
la Primera Guerra Mundial, pero no por los tribunales. Recién en los
años 60 EE.UU. estableció un alto nivel de protección de la libertad de
expresión. Mientras tanto en el período entre las guerras hubo amplia
discusión dentro del marco de lo que ha sido llamado libertad ‘negativa’
y ‘positiva’, según Isaiah Berlin, de lo que la Primera Enmienda
implica sobre la libertad de expresión y de la prensa. Existía un punto
de vista llamado ‘libertarismo corporativo’, que afirmaba que la Primera
Enmienda debiera incumbir la libertad negativa: es decir que el
gobierno no puede interferir con el derecho de los propietarios de los
medios de comunicación de hacer lo que les dé la gana. El otro punto de
vista era socialdemócrata, y apareció con el Nuevo Trato después de la
Depresión y el primer período post Segunda Guerra Mundial. Ese punto de
vista sostenía que también debiera haber libertad positiva: en otras
palabras, que la gente debiera tener derecho a la información como base
para una sociedad democrática. Esa batalla fue librada en los años 40, y
ganó el libertarismo corporativo. EE.UU. es poco usual al respecto. No
existe nada como la BBC en EE.UU. La mayoría de los países tienen
algún tipo de medios nacionales que son tan libres como la sociedad.
EE.UU. aporrea esa posibilidad hasta marginarla. Los medios fueron
básicamente entregados al poder privado para que ejerza sus
posibilidades a su gusto. Es una interpretación de la libertad de
expresión en términos de libertad negativa: el Estado no puede
intervenir para afectar lo que los propietarios privados decidan hacer.
Hay unas pocas restricciones, pero no muchas. Las consecuencias se
aproximan bastante a un control de ideas como el descrito por Orwell, y
Edward Herman y yo lo discutimos en detalle.
¿Cómo se supera
algo semejante? Una manera es la educación; pero otra es volver al
concepto de la libertad positiva, que significa reconocer que en una
sociedad democrática valoramos el derecho de los ciudadanos a tener
acceso a una amplia gama de opiniones y creencias. Es significaría, en
EE.UU., volver a lo que fue en efecto la concepción original de los
fundadores de la República, y ahí debería estar, no tanta regulación
gubernamental de lo que se dice, sino más bien apoyo gubernamental para
una amplia variedad de opiniones, busca e interpretación de noticias –
que pueden ser estimulados de muchas maneras.
Gobierno
significa público: en una sociedad democrática, el gobierno no debiera
ser algún Leviatán tomando decisiones. Existen importantes proyectos
populares que tratan de desarrollar medios de comunicación más
democráticos. Es una gran batalla por el enorme poder del capital
concentrado que por supuesto trata de impedirlo por todos los medios
posibles. Pero es una batalla que ha tenido lugar durante mucho tiempo, y
hay temas fundamentales en juego, incluyendo los temas de libertades
negativas y positivas.
¿Alberga algunos pensamientos sobre
el impacto de algoritmos de búsqueda y burbujas de búsqueda sobre los
intentos del individuo de encontrar información en sus intentos de
subvertir los Grandes Medios?
Como todos vosotros, utilizo
permanentemente motores de búsqueda. Para gente suficientemente
privilegiada internet es muy útil; pero su utilidad llega
aproximadamente a la medida en que alguien goza de privilegios.
‘Privilegiado’ significa en este contexto educación, recursos, capacidad
de entorno informático para saber lo que se busca.
Es como una
biblioteca. Supongamos que se decide ‘quiero ser biólogo’, y así se
suscribe a la Biblioteca de Biología Harvard. Todo está contenido, de
modo que en principio es posible llegar a ser biólogo; pero por supuesto
es inútil si no se sabe qué buscar, y no se sabe cómo interpretar lo
que se ve, etc. Es lo mismo en el caso de Internet. Contiene una inmensa
cantidad de material –en parte valioso y en parte no– pero requiere
entendimiento, interpretación y conocimiento del entorno informático
para saber lo que se busca. Eso es bastante, aparte del hecho de que el
sistema de Google, por ejemplo, no es un sistema neutral. Refleja
intereses de anunciadores en la determinación de lo que es prominente y
lo que no lo es, y hay que saber cómo abrirse paso a través de ese
laberinto. De modo que volvemos a la educación y a la organización que
capacita para proceder.
Debiera subrayar que como individuo, se
está bastante limitado en lo que se puede llegar a comprender, qué
ideas se puede desarrollar, incluso cómo pensar. Si alguien está
aislado, eso limita considerablemente su capacidad de tener y valorar
ideas, sea para llegar a ser un científico creativo o un ciudadano
activo. Es un motivo por el cual el movimiento sindical siempre ha
estado en la vanguardia contra la supresión de información, con
programas de educación para trabajadores, por ejemplo, que otrora fueron
extremadamente influyentes en el Reino Unido y EE.UU. La decadencia de
lo que los sociólogos llaman ‘asociaciones secundarias’, en las que la
gente se junta para buscar e investigar, es uno de los procesos de
atomización que llevan a que la gente se aísle y enfrente esa masa de
información por sí sola. Por lo tanto, la red es un instrumento útil,
pero como en el caso de todos los instrumentos, hay que estar en
condiciones de utilizarlos, y eso no es tan simple. Requiere un
significativo desarrollo social.
¿Cómo sería posible hacer que las instituciones sean menos estúpidas?
Bueno, depende de cuál es la institución. Mencioné dos: una es el
gobierno que controla una capacidad nuclear; la otra es el sector
privado, que es bastante controlado mediante concentraciones de capital
bastante estrechas. Requieren diferentes enfoques. Respecto a la
situación del gobierno, requiere el desarrollo de una sociedad
democrática que funcione, en la cual una ciudadanía informada tendría un
papel central en la determinación de la política. El público no está a
favor de enfrentar la muerte y la destrucción de armas nucleares, y en
este caso sabemos en principio cómo eliminar la amenaza. Si el público
estuviera involucrado en el desarrollo de la política de seguridad,
pienso que se superaría esa estupidez institucional.
Existe una
tesis en la teoría de relaciones internacionales de que la preocupación
primordial de los estados es la seguridad. Pero eso plantea la
pregunta: ¿Seguridad para quién? Si se analiza de cerca, resulta que no
se trata de la seguridad de la población, es seguridad para sectores
privilegiados dentro de la sociedad – los sectores que controlan el
poder del Estado. Existe abrumadora evidencia al respecto.
Lamentablemente me falta el tiempo para analizarla. Por lo tanto lo que
se puede hacer es llegar a un entendimiento de qué seguridad protege
realmente el Estado: no es vuestra seguridad. Puede ser superado
construyendo una sociedad democrática que funcione.
Sobre el
problema de la concentración del poder privado, también es básicamente
un problema de democratización. Una corporación es una tiranía. Es el
ejemplo más puro de tiranía que se pueda imaginar: el poder reside en el
vértice, se envían órdenes de un nivel superior al inferior, y en el
último, se tiene la opción de comprar lo que se produce. La población,
los así llamados participantes en la comunidad, no tienen casi ningún
papel en la decisión de lo que hace esa entidad. Y a esas entidades se
les otorgan extraordinarios poderes y derechos, mucho más allá de los
del individuo. Pero ninguna parte de esto está grabado en piedra. Nada
se basa en la teoría económica. Esta situación es el resultado de,
básicamente, la lucha de clases realizada durante un prolongado período
por clases empresariales con una consciencia de clase muy elevada, que
ahora han establecido su dominación efectiva sobre la sociedad en
diversas formas. Pero no tiene que existir, puede cambiar. De nuevo
tiene que ver con la democratización de las instituciones de la vida
social, política y económica. Es fácil de decir, difícil de realizar,
pero lo considero esencial.
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