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Las llaves del Che

Luis Britto García

Llego a la casa natal del Che en Rosario y me encuentro con un hombre que pide llaves para fundirle una estatua. Frente al chalet descuidado y tristón busco en los bolsillos, dudo si regalarle una llave y al fin se las regalo todas. Sin llave no hay prisión, nadie queda encerrado fuera del bien deseado ni adentro. El hombre saca de un zurrón y me muestra su tintineante cosecha de llaves de cárceles, de esposas, de mansiones, de cinturones de castidad, de cajas fuertes, de hoteles, de limosinas, del cielo. Cada infamia tiene su llave y si la estatua del Che las funde todas podría ser ella la llave misma que abriera la cerrada puerta del mundo. Me voy sin llaves sabiendo que he quedado fuera de todo. Cuando todos hagan lo mismo no habrá adentro ni afuera.
Ciudad cruel

El caminante que arriba a Ciudad Cruel busca reposo en los bancos de las calles y las plazas, pero los encuentra dispuestos en formas tales que en ellos no es posible sentarse ni acostarse y ni siquiera recostarse.

De los bancos de Ciudad Cruel infaliblemente se resbala o se queda lastimado o torcido o deprimido.

Con su agresiva disformidad los bancos de Ciudad Cruel más que el cuerpo maltratan el alma.

Entonces se sabe que en Ciudad Cruel se está condenado a estar siempre de pie y que las camas sentencian a insomnio perpetuo.
De inmediato advierte el visitante que en Ciudad Cruel faltan los rótulos de la mayoría de las direcciones, o que cuando aparecen están por lo regular equivocados o repiten el nombre de una misma calle en los sitios más contradictorios o llaman de mil maneras distintas una misma avenida.

En las señales de tránsito de Ciudad Cruel prepondera la prohibición, el obstáculo, la advertencia sobre la vía cerrada o la ciega.

En sus semáforos está ominosamente graduado el ciclo para que prepondere la luz roja o esté fija proscribiendo todas las direcciones.

Mejor es no entrar a una casa de Ciudad Cruel. Aparte de que el espacio suele estar dispuesto en las más extrañas formas, es preferible no mirar las sillas o las camas, y todavía mejor no acercarse ni usarlas.

En Ciudad Cruel el correo extravía las cartas de amor pero últimamente las extravía todas por sospechar que es amor el simple hecho de enviarse una carta.

Todo lo que existe tiene vocación de basura pero en Ciudad Cruel no hay nada que ya no lo sea.

Una ciudad es la extensión del habitante, pero en Ciudad Cruel no encontramos habitantes. Se fueron todos, después de haber materializado su infierno, o lo soportan creyéndose extranjeros, tratando de convencerse de que les son extraños el prójimo, los parques baldíos o los dañinos agujeros en una que otra calle.

Todos los caminos llevan a Ciudad Cruel, y de ella ninguno regresa.
Se fuerón

Los ricos gobiernos de los países ricos sancionaron la directiva y una mañana todos los inmigrantes se fueron.
Se fueron los que siembran y cosechan el maíz en el Corn Belt y las naranjas en California y los olivos en Sevilla y las uvas en Italia.
Se fueron las que trabajan por nada en las maquilas y las que duermen tiradas en el piso en los talleres de costura de las prendas de marca y las que cambian pañales con mierda de bebés ajenos y las que cuidan niños con problemas de conducta y las que tienden camas en los moteles por horas.
Se fueron los que van a pie a ensamblar Fords en Detroit y Mercedes en Stuttgart y Masserattis en Italia y BMWs en Bavaria.
Se fueron las que madrugan para fregar bulevares a las cuatro de la madrugada y las que trasnochan para limpiar excusados de bares a la medianoche y vaciar bacinillas de hospitales ahora y en la hora de la muerte amén.
Se fueron los que llegaron con título y postgrados bajo el brazo y que con las sabidurías pagadas por sus pueblos de origen mantenían funcionando quirófanos, laboratorios, tanques para ahogar el pensamiento, academias de destrucción masiva.
Se fueron las importadas para las agencias de acompañantes y las traficadas para el turismo sexual y las subastadas para los traficantes de órganos.
Se fueron los que desde sus tierras saqueadas acarrearon hasta los museos saqueadores el monolito prodigioso, el arabesco infinito, el Dios todopoderoso, las máscaras que inspiraron la contemporaneidad, y después sólo quedaron para conserjes en la gran fiesta de lo imaginario.
Se fueron de los estadios tristes en los cuales ya casi nunca más se vio el récord vencido, la carrera de saeta, el gol prodigioso, la ovación mulata.
Se fueron los que consumen lo que nadie consume, las que aceptan lo inaceptable, los que soportan lo insoportable.
Se fue la carne de cañón de las guerras imperiales y casi desiertos quedaron los frentes de combate de las agresiones y las casamatas donde los niños blancos hacer remilgos ante la sangre derramada para defender su modo de vida.
Se fueron los que por defender países que los discriminan marcharon a guerras ajenas y dejaron en ella brazos propios u ojos que nunca vieron un destino, y en el camino a los muelles rechinan las muletas, las prótesis, las sillas de ruedas.
Se fue el sabor y se quedaron sin guaguancó las calles y sin latido los corazones y sin ritmo los pasos de las muchedumbres abrumadas.
Se fueron los que producían para mantener los enjambres de las burocracias y las legiones inútiles de la tercera edad privilegiada, las castas de los subsidiados, las masas de los pensionados, las hordas de las estériles que no quisieron parir, las multitudes de viejas solitarias que compran bebés como quien adopta perritos falderos.
Se fueron los nadies, los ningunos, los nadas que a lo mejor son todo.
Se fueron de los países que desde entonces ya no fueron.

LA OPINOPATÍA

Eduardo Dermardirossian


Nuestro diccionario no conoce la voz opinología, pero los hablantes hispanos sí. Los hablantes hispanos la definimos como la disciplina que trata de las opiniones, sea que sus dueños calcen mollera ilustre, sea que se trate de perfectos ignaros.

Digo estas cosas para darle un marco a estas reflexiones, no para fatigar a nadie con asuntos semánticos; quiero avisarle al lector que el verbo opinar tiene un lugar incómodo en nuestro catálogo hablatorio. En su última edición el diccionario ofrece tres acepciones del verbo opinar; yo me atrevo a fundirlas en una y decirla así, de una vez y con licencia: Formar o tener opinión de palabra o por escrito, discurriendo sobre las razones, probabilidades o conjeturas referentes a la verdad o certeza de algo. Así, la Academia autoriza la conjetura, al opinar nos permite guiarnos por indicios o lecciones no atestiguados todavía. Licencia que justifica el delirio razonador de muchos. Quizá por eso las opiniones son como las narices.


Fernando Savater dice: “En nuestra sociedad abundan venturosa y abrumadoramente las opiniones. Quizá prosperan tanto porque, según un repetido dogma que es el non plus ultra de la tolerancia para muchos, todas las opiniones son respetables. Concedo sin vacilar que existen muchas cosas respetables a nuestro alrededor: la vida del prójimo, por ejemplo, o el pan de quien trabaja para ganárselo, o la cornamenta de ciertos toros. Las opiniones, en cambio, me parecen todo lo que se quiera menos respetables: al ser formuladas, saltan a la palestra de la disputa, la irrisión, el escepticismo y la controversia. Afrontan el descrédito y se arriesgan a lo único que hay peor que el descrédito, la ciega credulidad”*.


Esta irónica parrafada me abre las puertas en pares para descreer de los opinantes compulsivos, especie de incontinentes que abundan acá y allá, por todas partes, torturadores de palabra, residuos de la sociedad, charlatanes que ponen la pluma o la lengua en movimiento cuando el buen juicio aconseja estarse quieto. Entusiastas empatadores de la estolidez.


Puede ser


Vaya una fábula de la tradición taoísta para ilustrar el asunto:


A un granjero se le escapó su único caballo y ese día no pudo labrar la tierra. Sus vecinos lo visitaron para consolarlo: “Qué mala suerte has tenido”, le dijeron. “Puede ser”, respondió el granjero. Algunos días después el caballo regresó trayendo consigo dos yeguas salvajes de los montes. Y los vecinos volvieron a la casa del granjero: “Qué buena suerte”, se congratularon; y el granjero respondió: “Puede ser”. Al día siguiente, al intentar domar a una de las yeguas, el hijo del granjero cayó al suelo y se le quebró una pierna. Esta vez los vecinos vinieron para confortarle por la desgracia de su hijo, y el granjero respondió: “Puede ser”. Una semana después los oficiales de reclutamiento pasaron por la casa del granjero para llevarse a su hijo, pero como tenía rota la pierna desistieron por ser inútil para el combate. Alborozados corrieron los vecinos para decirle al granjero que compartían su alegría. Y el granjero, como antes, respondió: “Puede ser”.


Así como el afán opinatorio de estos buenos vecinos mereció la chanza del cuentista chino, la devoción democrática de los opinantes gratuitos puede granjearse esta chacota mía. He sido testigo (¡quién no!) de mil aventuras discursivas estériles. Personas que en las reuniones se ponen de pié para que sea más estentórea su payada, delegados de pacotilla que, enamorados de su discurso, lo escriben y lo encomillan para que algún editor desprevenido lo ponga en negro sobre blanco. Es difícil encontrar interlocutores que, como aquel granjero, respondan “puede ser”.


La opinopatía, mal epidémico


Corazón tenemos todos, todos tenemos nariz. El corazón y la nariz son partes de nuestra anatomía. Y las opiniones son parte de nuestra fisiología mental. Todo puede enfermarse, el corazón, la nariz y las opiniones; pero mientras la enfermedad de esos órganos no contagia, la de las opiniones se transmite velozmente, es epidémica. Todavía no lo dicen los libros de medicina, pero el observador atento sabe que esta patología es incurable, te infecta y te condena a vivir en la oscuridad, y lo que es peor, siembra esa oscuridad adondequiera que abras la boca.


La incontinencia opinatoria se presenta en muchos escenarios. Dos de ellos son particularmente coloridos: las reuniones de consorcio y las asambleas de las instituciones. Unas y otras muestran con claridad el estrago que la opinopatía hace entre los hombres, unas y otras acunan a los más conspicuos cultores de la zoncera (dicha esta palabra en su acepción cubana: Sensación de desorientación o de turbación que impide pensar con claridad). Seamos buenos y perdonemos a los opinantes consorciales, porque su estrago no excederá los límites de su ínfima vecindad. Pero uno no puede ser tan complaciente con los charlatanes institucionales porque ellos proyectan su sombra más allá de su carnadura. Cada quien rasca sus nalgas como mejor le cuadre, pero no puede salirse a rascar las nalgas de los demás. Yo suscribo esta teoría.


Otros atribuyen la inconsistencia de las opiniones a una causa más radical. Cuentan que Nasreddín estaba sentado en un rincón de la mezquita, cabizbajo y entre sombras: su hijo había protagonizado un desorden en el mercado y los guardias de seguridad lo habían llevado al manicomio aduciendo que había extraviado el juicio. Los vecinos se acercaron al padre y procuraron consolarlo: “Tu hijo ha perdido el juicio por la voluntad de Allah –le dijeron-, debes aceptarlo sin aflicción”. Y Nasreddín respondió: “Yo acepto la voluntad de Allah, pero mi hijo nunca tuvo juicio, por eso me pregunto qué es lo que extravió”.


Acaso yo no comprenda que la capacidad de opinar no ha sido repartida democráticamente entre los hombres, acaso deba ser indulgente con los desheredados de Allah que andan por ahí ensayando saberes que no poseen y pidiendo créditos que no merecen. Pero en cualquier caso, sea que se trate de una enfermedad o de un talento ausente, es cierto que, como dijo el español, en nuestra sociedad abundan abrumadoramente las opiniones. Por eso, creo que es saludable hacer un llamado a la continencia en este sentido.


El color de las opiniones


En mis años jóvenes solía discutir asuntos que excedían mi estatura y la mis contertulios (creo que todavía lo hacen nuestros muchachos). Pertrechado de un puñado de palabras floridas y de dos o tres ideas sacrosantas, con vocación heroica defendía lo que otros ya habían defendido con sus vidas. Y para coronar mis discursos arrojaba al ruedo mis propuestas. Opiniones propias y ajenas, diferentes las unas de las otras. Opiniones que debían resumirse en una que representara el pensamiento del conjunto; y ésta, a su vez, sería refundida con otras opiniones para decir, finalmente, cuál era la opinión general. Vocación uniformadora que esterilizaba, si esto es posible, la más estéril de las actividades humanas, la de opinar.


Aquí debo hacer una digresión. Debo hablar de la teoría de los colores o, para mejor decir, de la propiedad que tienen los colores de resultar en gris cuando se mezclan arbitrariamente. Sea la paleta de un pintor que ha colocado, separados entre sí, varios colores entre los que no faltan los primarios. Si mezclamos todos los colores en un solo empaste, obtendremos el gris. Siempre gris. Como era también gris el color de aquella opinión que resultaba del forcejeo opinatorio que quería contentar a todos. En otros términos, una neutralidad que aborrecía la luz.


Y en este floripondio irrespetuoso estoy yo, opinador alzado en armas, consentido del editor (ojalá lo fuera del lector), trayendo mi óbolo para contribuir al cambalache de las ideas. Quizá los dioses me perdonen como perdonan a los humoristas que con desidia se mofan de todos. Quizá sean indulgentes por haber hablado de mis culpas fuera del recinto oscuro y breve del confesionario.


* F. Savater, Diccionario filosófico, Planeta, 4ª ed., Barcelona 1997.

El Dorado futuro de Carlos gracias a Frida


Andreina Gutiérrez

El capitalismo arrecia y no tiene medida a la hora de llevarse por delante cualquier cosa que pueda representar ganancia inmediata o a largo plazo. Este es el caso reciente de la polémica generada acerca de una marca de productos de belleza que lleva el nombre de la famosa y excéntrica pintora mexicana Frida Kahlo.

El artífice de este nuevo hito del consumismo y la apropiación de íconos culturales para la comercialización (como ha sucedido con la figura del Che Guevara), es nada menos que el empresario venezolano Carlos Dorado, dueño de la casas de cambio Italcambio y de la tienda de ropa de diseñador, Casablanca. Dorado es gallego de nacimiento y llegó a Venezuela siendo adolescente con su familia. Según cuenta él mismo, un día se encontró un billete en la calle y acto seguido le dijo a su madre que cuando fuera grande quería ser millonario. Dorado (apellido muy pertinente para su “carrera” y su rubia cabellera) estuvo vinculado al paro empresarial de 2002-2003, es muy amigo de Juan Fernández, ex directivo de PDVSA, y sus ataques al gobierno del presidente Hugo Chávez los ha mostrado en la prensa nacional sin ningún prurito.

Pero ¿cómo es que Carlos Dorado se apropia del nombre de la pintora mexicana para convertirla en marca de cosméticos? Todo comenzó un día en que Carlos, como él mismo cuenta, se encontraba en sus oficinas de Miami y un empleado suyo llegó con una franela con la figura de la artista estampada en ella. Dorado sin ocultar su ignorancia, afirma que preguntó al empleado quien era esa “mujer tan fea” que tenía pintada en la camisa. El empleado le explicó y a partir de allí la mente de comerciante audaz de Dorado comenzó a cavilar cómo sacarle provecho a su “reciente descubrimiento”. Pero no le fue fácil llegar a lograr su meta.

Frida Kahlo es la pintora más emblemática de México, quien junto con los muralistas mexicanos, pertenece al olimpo de los artistas plásticos latinoamericanos del siglo XX. Frida llevó una vida intensa, trágica y apasionada. Marcada por la enfermedad y la desgracia, desde niña, sufrió un accidente que la dejó atrofiada de por vida soportando constantes operaciones, intensos dolores y al final de su vida la mutilación de una de sus piernas. Jamás pudo tener hijos lo cual afectó su relación con el monstruo del muralismo que era Diego Rivera, su esposo, el amor de su vida. Su pintura de estilo surrealista nunca fue comprendida, pintándose a sí misma en casi todos sus cuadros, reflejando el dolor y sufrimiento que padecía a causa de sus múltiples problemas de salud. Vestía ropas folklóricas de su país, con flores en el cabello y era característico el hirsutismo de sus pobladas cejas unidas. Estuvo también vinculada a la causa de los pobres y a los movimientos comunistas de entonces. Tosco resumen para explicar qué la llevó a convertirse en un personaje controversial, incomprendido y a veces rechazado por el arte mundial impuesto. Mientras Diego Rivera se convertía en una celebridad del arte universal en los años 30 y 40, la obra de Frida Kahlo quedó sumida en un cierto olvido hasta que a finales de los 80, gracias al mainstream estadounidense comenzó a conocerse la obra de esta artista. Una de las artífices de este boom de la fridamanía, fue nada menos que la cantante Madonna quien empezó a apasionarse tanto por la obra de Frida que decidió mostrarla en Hollywood y muchos fueron sus esfuerzos por protagonizar la película sobra su vida, que finalmente estuvo en manos de la actriz mexicana Salma Hayek, quien produjo, escribió y protagonizó la cinta Frida en 2003, con no muy buenas críticas, pero que terminó de catapultar al estrellato de la imaginería latinoamericana el personaje extraño y excepcional que fue esta artista.

¡Pero Carlos Dorado no tenía idea de quien era ella! Fue el año pasado, cuando se conmemoraban los cien años del nacimiento de Frida, que el empresario venezolano se enfrascó en un pleito judicial por los derechos del nombre de la pintora con la familia de ella y de Rivera, quienes se oponían enérgicamente a prestar el nombre de Frida para su comercialización. Pero finalmente la sobrina de Kahlo, Isolda Pineda, fue seducida por la “dorada” idea del empresario y le cedió el nombre y la imagen de la pintora, su firma y hasta algunas pinturas. La intelectualidad y los artistas mexicanos pusieron el grito en el cielo y condenaron la acción de la descendiente de Frida. Sin embargo muchos mexicanos mostraron más molestia por el hecho de que fuese un empresario extranjero y no un mexicano, el que obtuviera los derechos de comercialización de la marca Frida Kahlo y se enriqueciera a costa de ella.

Superado el escollo judicial y la crítica, Dorado arranca entonces la creación de su empresa Frida Kahlo Corporation, lanzando una línea de productos de belleza 100% hechos con materiales naturales, apelando supuestamente a “la fuerza y pasión con la que vivió ella”. Pero fueron otros productos los que generaron aún mayor polémica. Primero fue un tequila, del mismo tipo que se supone le gustaba a Frida, el que llevó su nombre. La nota de prensa sobre sus productos dice lo siguiente: “Nos dijimos, ¿cuáles son las cosas o productos que más usaba Frida? Es así, como nace la idea del Tequila Frida Kahlo, ya que ella tomaba tequila y decía que le aliviaba el dolor y las penas. Tratamos, y creo que lo hemos logrado, de producir en Guadalajara un tequila Frida Kahlo, con la misma calidad y sabor del original que ella solía tomar”, expresó Carlos Dorado. “Frida era una gran amante y descubridora de todo lo que era natural aplicado a su comida, a su belleza y a su salud; así que no podíamos dejar de hacer una línea de productos 100% naturales, sin un solo aditivo o producto químico. El gran reto era precisamente lograr una calidad en los productos a la altura de su vida, su obra y su personalidad, y creo que humildemente que lo hemos logrado.”

Luego vinieron una serie de productos de edición limitada los que terminaron de escandalizar a los seguidores de la artista. Unos zapatos deportivos de la marca Converse con dibujos y la firma de la pintora, una muñeca, joyas, platería, cerámica, ropa y finalmente un corsé, réplica del que debió usar Frida toda su vida a causa de las severas lesiones en su espalda, realizado por la marca de ropa íntima La Perla, con incrustaciones de cristales Swarozky, y vendido por la módica suma de 3.500 dólares. Incluso dice que tendrá un spa con su nombre.

Ahora Dorado está listo para traer su marca Frida Kahlo a Venezuela. Sus tiendas de cosméticos se encuentran en Miami y Nueva York, pero ya tiene un espacio especial en su tienda Casablanca en Caracas, donde venderá algunos de estos productos, que incluyen cremas, jabones y perfumes. También traerá el tequila: “nuestra aspiración siempre que hagamos cualquier cosa fuera de nuestro país es replicarlo aquí, porque creemos que siempre estaremos en deuda con nuestro país; por esto estamos en pleno proceso de trámite de toda la permisología necesaria para que este año tanto la tequila como los productos naturales Frida Kahlo estén en Venezuela y, por supuesto, estos últimos tendrán un lugar privilegiado y destacado en Casablanca con los grandes nombres de la moda”.

Carlos Dorado asegura que los beneficios económicos de la comercialización de los productos Frida Kahlo, se verán con el tiempo y serán sus nietos quienes los disfruten. En un artículo publicado en el diario El Mundo de España, el año pasado, titulado “Un gallego, millonario por Frida”, el autor escribió lo siguiente: “Ajeno, aunque no indiferente a la polémica, cuando se le interroga sobre la contradicción que supone ver a una mujer que abanderó el movimiento comunista convertida en reclamo comercial, Carlos Dorado exhibe un galleguismo aún más marcado que su acento: «Bueno, esa es historia de ella».”


VIGILIA EN HUALGALLOC

MAS ENFRENTAMIENTOS Y PROTESTAS POR CULPA DE LA MINERIA

CAJAMARCA EN DEFENSA DE LA VIDA, LA ECOLOGIA Y SUS TERRITORIOS


Otra vez Cajamarca, sale a defender sus derechos: LA VIDA LA ECOLOGIA Y SUS TERRITORIOS, un problema que acaba con muertos, heridos y encarcelados, el único delito es rechazar a los que envenenan el agua, el aire y la tierra (Las Transnacionales), el gobierno actual le ha declarado la guerra a las comunidades campesinas e indígenas, aún quedan docenas de Decretos Legislativos que atentan su desaparición, los hermanos nativos a travez del Levantamiento Amazónico, ya trajo abajo 2 D.L. la 1015 y la 1073, tuvo como costo social graves consecuencias y persecusión de lideres amazonicos, son los pueblos que estan rechazando la aplicación de la firma de los TRATADOS DE LIBRE COMERCIO, son las comunidades las que estan sufriendo las duras arremetidas dictatoriales del gobierno central, los pueblos y comunidades ya no resisten mas y se han declarado en RESISTENCIA CIVIL EXIGIENDO LA VACANCIA PRESIDENCIAL, las consultas ya se iniciaron en el norte, centro y sur; costa, sierra y selva, este 12 de Octubre llegarán todas las organizaciones sociales a la ciudad de Lima para dar respuesta política al Señor Alan García, en LA CUMBRE SOCIAL DE LOS PUEBLOS.

JUAN NAVARRO YNGA

SECRETARIO DE ACTAS Y COMUNICACIONES

CONACAMI-PERÚ




CONVOCAN VIGILIA CONTRA PROYECTO TANTAHUATAY



Bambamarca – Cajamarca: Los pobladores de Bambamarca, capital de la provincia de Hualgayoc, realizarán una vigilia el martes 30 de setiembre a fin de protestar contra el proyecto Tantahuatay, a cargo de la compañía minera Coymolache SA.

La medida de rechazo, organizada por la Coordinadora provincial en Defensa del Medio Ambiente, pretende sensibilizar a la sociedad civil y autoridades sobre el riesgo que corren los colchones acuíferos que alimentan al valle de la región, y el daño que sufriría la agricultura, si es que se concreta el citado proyecto minero.

Daniel Briceño Chávez, integrante del Frente de Defensa de los Intereses de Bambamarca, precisó que la vigilia se desarrollará en la plaza de armas de Bambamarca, a partir de las 20:00 horas.

“Rechazamos la forma cómo esta empresa minera está intentando ir por sobre la opinión y los intereses de los pueblos, y sobre todo del agua (...) destruir los colchones acuíferos significaría que Bambamarca se convierta en un desierto de agua contaminada”, declaró a Radio Coremarca.

La empresa minera Coymolache S.A. inicio sus exploraciones en el año 1994 en la comunidad El Tingo, ubicada en el distrito y provincia de Hualgayoc. En estas tierras esta compañía desarrolla el proyecto minero denominado Tantahuatay (oro y cobre), en la cabecera de la cuenca Catilluc Chancay-Lambayeque.