PHILOSOPHICUS
Jueves, 18 - 04 - 2013
Alianza de medios por la paz / Rebelión
“Éramos una máscara, con los calzones de Inglaterra, el chaleco parisiense, el chaquetón de Norteamérica y la montera de España”
La
derecha, esa anomalía del espíritu que hace amar demasiado a los ricos y
odiar mucho más a los pobres, no tiene límites ni se para en mientes a
la hora de realizar su designio.
La República Bolivariana de
Venezuela de hoy –aunque en rigor hay que decir la de siempre-, ejemplo
palmario. No sólo su pasado remoto y reciente habla de ello en una
historia de despojos, enriquecimiento y sangre que es común al ejercicio
de esa a la que mal cabe la palabra ideología en toda parte, sino que
en este aquí y ahora de abril de 2013 insiste en mostrar su mal talante.
Lo
anterior, a propósito de la forma como hoy enfrenta al recién electo
presidente de la república Nicolás Maduro. Recordemos así no haga falta,
que tal como las descalificaciones al redivivo padre de la patria Hugo
Chávez pasaban por verlo un poco mestizo, un tanto tosco y un mucho
populachero para el refinado gusto de plutócratas, emergentes y
arribistas, de igual manera el nuevo presidente les parece muy plebeyo
para tan alto estatus. Pero con un agravante absolutamente inadmisible,
eufemismo que estilan los comunicados de los jefes de prensa de la Casa
Blanca para decir que la conducta de este o aquél jefe de Estado ha
legitimado el despegue de una escuadra de bombarderos: el nuevo
presidente de la república Bolivariana de Venezuela fue conductor de
línea del metro de Caracas.
¡Que prendan motores pero ya, todos los bombarderos de la oligarquía! ¡Absolutamente inadmisible!
Y
más: que su madre es de Cúcuta, la fronteriza ciudad colombiana, y que
es humilde y la vieron vendiendo hayacas allí. Y peor por si no fuera
bastante, que el hoy presidente, de niño vendió chontaduro en las calles
de Cúcuta. Creemos que esas dos historias son mentiras. Sin embargo,
aquí en Colombia, los que hacemos nuestra la revolución bolivariana y
nos hermanamos con el pueblo que la sustenta, declaramos verdad esas dos
versiones, las hacemos propias y proclamamos nuestro orgullo por ese
tierno niño a quien la insensible oligarquía venezolana obligaba a
ayudar al sustento familiar. Y nos inclinamos hacia esa madre humilde y
trabajadora que honraba su doble condición elaborando uno de esos
tradicionales bocadillos, corazón del maíz de nuestro origen, uno y otro
confundidos en el espíritu de la etnia exterminada.
Pero los
defectos del hombre no son pocos: además sindicalista. ¡Y de qué gremio!
Y como si no fuera bastante el haber tenido formación política en la
Cuba de Fidel, militó en la Liga Socialista cuyo sólo nombre espanta,
luego en el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 del Chávez
golpista y después en el Movimiento 5ª República, siempre como leal
escudero de su caudillo. Demasiadas cosas para el corazón de por sí
afligido de la burguesía después de catorce años de privaciones.
Vienen
luego otros defectos imperdonables –porque nada se le ha de dispensar-
en quien vaya a ostentar la primera magistratura de la patria, en el
baremo de esa aristocracia cuya distinción la da lo pesado de la
alforja, y el linaje, la ilusión de descender de cepas más civilizadas
que los lanceros de Páez y Bolívar. Entonces Nicolás tampoco es buen
orador y a veces yerra, su discurso no es el más galano, no tiene trazas
de erudito y claro –algo le habían de reconocer al Comandante ahora que
está muerto- no tiene el carisma de Chávez.
De nuevo
concedemos. Y sí; que todo eso y más sea cierto. Pero lo que ocurre es
que el catálogo de méritos y talentos de un dirigente del pueblo para
representarlo y enaltecer su patria, es distinto, muy distinto del de
quien sólo pretende encarnar los intereses del capital y de la patria de
este que es ninguna. Y si alguna ha de ser y en algún sitio estar, éste
no es Barquisimeto ni Maiquetía sino Washington. ¿Es mentira acaso que
el destino de todo gobernante que gire en la órbita, digo mal, bajo la
férula del capitalismo, es cumplir a rajatabla los mandatos del llamado
Consenso de Washington, que no por capricho ni por azar se llama así?
Así
que así como estás, estás bien Nicolás. Ya el pueblo te escrutó y te
encontró bueno. El amor cierto y sencillo al pueblo, la disposición sin
demagogias de ir hasta al sacrificio mayor por él, el sentir como
propias sus ansias y dolores, aplicar para los más y mayormente
necesitados los tesoros de su suelo y venerar la memoria de sus héroes,
eso que de ahí resulta es la aristocracia que requiere un primer
magistrado. Esa la erudición que debe tener quien dispense justicia a
sus conciudadanos; tal la galanura que debe orlar al vocero de una
nación pequeña en los escabrosos foros donde se conciertan los poderosos
del mundo; ése el carisma que debe adornar a quien sólo necesita que lo
ame su pueblo. Lo demás, tonterías, gárrula palabrería que dijera el gran poeta colombiano León de Greiff.
Así que ¡Adelante Nicolás!, hijo de Cúcuta, de Chávez, de Caracas y de NuestraAmérica!