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Ultimátum a la Tierra

10-12-2009



Le Monde diplomatique


Representantes de todos los países del mundo se reúnen en Copenhague (Dinamarca) del 7 al 18 de diciembre en el marco de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, con el objetivo de evitar que, de aquí a 2050, la temperatura media del planeta aumente en más de dos grados. Si la Tierra fuese un balón de fútbol, el espesor de la atmósfera sería de apenas dos milímetros... Nos hemos olvidado de la increíble estrechez de la capa atmosférica y consideramos que ésta puede absorber sin límites cualquier cantidad de gases nocivos. Resultado: se ha creado, en torno al planeta, un sucio envoltorio gaseoso que captura el calor del sol y funciona como un auténtico invernadero.

El calentamiento del sistema climático es una realidad inequívoca. Unos 2.500 científicos internacionales, miembros del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre la Evolución del Clima (GIEEC) (1), lo han confirmado de modo indiscutible. Su causa principal es la actividad humana que produce un aumento descontrolado de emisiones de gases, sobre todo dióxido de carbono, CO2, producto del consumo de combustibles fósiles: carbón, petróleo, gas natural. La deforestación acrecienta el problema (2).

Desde la Convención del Clima y la Cumbre de Río de Janeiro en 1992, y la firma del Protocolo de Kioto en 1997, las emisiones de CO2 han progresado más que durante los decenios precedentes. Si no se toman medidas urgentes, la temperatura media del planeta aumentará por lo menos en cuatro grados. Lo cual transformará la faz de la Tierra. Los polos y los glaciares se derretirán, el nivel de los océanos se elevará, las aguas inundarán los deltas y las ciudades costeras, archipiélagos enteros serán borrados del mapa, las sequías se intensificarán, la desertificación se extenderá, los huracanes y los tifones se multiplicarán, centenares de especies animales desaparecerán...

Las principales víctimas de esa tragedia climática serán las poblaciones ya vulnerables de África subsahariana, de Asia del sur y del sureste, de América Latina y de los países insulares ecuatoriales. En algunas regiones, las cosechas podrían reducirse en más de la mitad y el déficit de agua potable agravarse, lo que empujará a cientos de millones de "refugiados climáticos" a buscar a toda costa asilo en las zonas menos afectadas... Las "guerras climáticas" proliferarán (3).

Para evitar esa nefasta cascada de calamidades, la colectividad científica internacional recomienda una reducción urgente del 50% de las emisiones de gases de efecto invernadero. Único modo de evitar que la situación se vuelva incontrolable.

En esa perspectiva, tres son los temas centrales que se abordan en Copenhague: 1) determinar la responsabilidad histórica de cada Estado en la actual degradación climática, sabiendo que el 80% de las emisiones de CO2 son producidas por los países más desarrollados (que sólo reúnen el 20% de la población mundial), y que los países pobres, los menos responsables del desastre climático, padecen las consecuencias más graves. 2) fijar, en nombre de la justicia climática, una compensación financiera para que aquellos Estados que más han degradado el clima aporten una ayuda significativa a los países del Sur que permita a éstos luchar contra los efectos de la catástrofe climática. Aquí se sitúa uno de los principales desacuerdos: los Estados ricos proponen una suma insuficiente, cuando los países pobres reclaman una justa compensación más elevada. 3) definir con vistas al futuro un calendario vinculante que obligue política y legalmente a los actores planetarios -tanto a los países desarrollados como a las otras potencias (China, Rusia, la India, Indonesia, México, Brasil)- a reducir progresivamente sus emisiones de gases de efecto invernadero. Ni Estados Unidos ni China (los dos principales contaminadores) aceptan esta perspectiva.

Además de esta agenda, un fantasma recorrerá las mesas de discusión de Copenhague: el del necesario cambio de modelo económico. Existe en efecto una grave contradicción entre la lógica del capitalismo (crecimiento ininterrumpido, avidez de ganancias, explotación sin fronteras) y la nueva austeridad indispensable para evitar el cataclismo climático ( léase, p. 32, el artículo de Riccardo Petrella ).

Si el sistema soviético implosionó fue, entre otras razones, porque descansaba sobre un método de producción que valoraba principalmente el beneficio político de las empresas (creaban obreros) y no su coste económico. De igual modo, el sistema capitalista actual únicamente valora el beneficio económico de la producción, y no su coste ecológico. Con tal de obtener un beneficio, no le importa que un producto tenga que recorrer miles de kilómetros, con la emisión de toneladas de CO2 que eso supone, antes de llegar a las manos del consumidor. Aunque ello ponga en peligro, a fin de cuentas, a toda la humanidad.

Por otra parte, es un sistema despilfarrador que agota los recursos del planeta. Actualmente la Tierra ya es incapaz de regenerar un 30% de lo que cada año consumen sus habitantes. Y demográficamente éstos no cesan de crecer. Somos ya 6.800 millones, y en 2050 seremos 9.150 millones... Lo que complica el problema. Porque no hay recursos para todos. Si cada habitante consumiese como un estadounidense se necesitarían los recursos de tres planetas. Si consumiese como un europeo, los de dos planetas... Cuando no disponemos más que de una Tierra. Una diminuta isla en la inmensidad de las galaxias.

De ahí la urgencia en adoptar medidas que detengan la huida hacia el abismo. De ahí también, ante el cinismo de muchos líderes mundiales, la rabia de los miles de militantes ecologistas que convergen de todo el planeta hacia la capital danesa gritando dos consignas: "¡Cambiad el sistema, no el clima!" y "Si el clima fuese un banco ¡ya lo habrían salvado!".

Se cumplen diez años de las grandes manifestaciones de la "batalla de Seattle" que vieron nacer el movimiento altermundialista. En Copenhague, una nueva generación de contestatarios y activistas, en nombre de la justicia climática, se dispone a abrir un nuevo ciclo de luchas sociales. La movilización es enorme. La pelea va a ser grandiosa. Está en juego la supervivencia de la humanidad.


Notas: (1) Recompensado colectivamente, en 2007, con el Premio Nobel de la Paz por sus informes sobre los cambios climáticos.

(2) Los árboles, las plantas y las algas de los océanos absorben y neutralizan el CO2, y producen oxígeno; de ese modo ayudan a combatir el efecto invernadero.

(3) Léase Harald Welzer, Les Guerres du climat. Pourquoi on tue au XXIe siècle , traducido del alemán por Bernard Lortholary, Gallimard, París, 2009.

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¿Qué significa el "vivir bien"?

10-12-2009


Marx ecologista: el capitalismo sólo sabe desarrollar el proceso de producción y su técnica socavando las dos únicas fuentes de riqueza: el trabajo humano y la naturaleza


El contexto en el cual se produce la reflexión acerca de lo que significaría un "vivir bien", es la crisis civilizatoria mundial del sistema-mundo moderno. La modernidad aparece como sistema-mundo (mediante la invasión y colonización europea, desde 1492), subordinando al resto del planeta en tanto periferia de un centro de dominio mundial: Europa occidental.

Desde ese centro se desestructura todos los otros sistemas de vida y se inaugura, por primera vez en la historia de las civilizaciones, un proceso de pauperización a escala mundial, tanto humano como planetario. Se trata de una forma de vida que, a partir de la conquista y la colonización del Nuevo Mundo, marca el inicio de una época que, en cinco siglos, ha producido los mayores desequilibrios, no sólo humanos sino también medioambientales. Es decir, una forma de vida que, para vivir, debe matar constantemente.

Para encubrir esto, debe producir conocimiento encubridor; el conocimiento que produce, en cuanto ciencia y filosofía deviene, de ese modo, en la formalización y sofisticación de un discurso de la dominación, elevado a rango de racionalidad: Yo vivo si tú no vives, Yo soy si tú no eres. La forma de vida que se produce no garantiza la vida de todos sino sólo de unos cuantos, a costa de la vida de todos y, ahora, de la vida del planeta.

La economía depredadora que se deriva del proyecto moderno, el capitalismo, no sólo produce la pauperización acelerada del 80% pobre del planeta sino destruye el frágil entorno que hace posible la vida humana; de esto se constata una constante que retrata al capitalismo: para producir debe destruir.

Por eso la sentencia de un Marx, ecologista avant la lettre, es categórica: el capitalismo sólo sabe desarrollar el proceso de producción y su técnica, socavando a su vez las dos únicas fuentes de riqueza: el trabajo humano y la naturaleza. Se convierte en una economía para la muerte; y su proyecto civilizatorio objetiva eso, de tal modo, que, por ejemplo, cuando la globalización culmina en un proceso de mercantilización total, la posibilidad misma de la vida, ya no de la humanidad entera sino de la vida del planeta mismo, se encuentra amenazada. Por lo tanto, la constatación de la crisis, no es sistémica, y no supone reformas superficiales sino que reclama una trasformación radical. Lo que está en juego es la vida entera. Una forma de vida que, por cinco siglos, se impuso como la naturaleza misma de las cosas, es ahora el obstáculo de la realización de toda vida en el planeta.

Quienes optan por esta forma de vida, no toman conciencia de la gravedad de la situación en la que nos encontramos, no sólo por ignorancia sino por la ceguera de un conocimiento que produce inconsciencia. En este sentido, el sistema-mundo moderno genera una pedagogía de dominación que, en vez de formar, deforma. Desde la inconsciencia no se produce una toma de conciencia. Esta toma de conciencia sólo puede aparecer en quienes han padecido y padecen las consecuencias nefastas de esa forma de vida: la modernidad.

La toma de conciencia produce la crítica al sistema. La crítica, si quiere ser crítica, sólo puede tomar como punto de referencia, la perspectiva de quienes padecen las consecuencias nefastas de un sistema basado exclusivamente en la exclusión, negación y muerte de su vida; es decir, las víctimas de este sistema-mundo: los pueblos indígenas. Ellos nos constatan (en la pauperización sistemática que sufren) a dónde nos conduce esa forma de vida. Se trata de un lugar epistemológico que tiene la virtud de juzgar al sistema como un todo. La referencia trascendental se encuentra como presencia de una ausencia: el grito del sujeto. Pero en este grito el sujeto incluye otro grito aun más radical: el grito de la Madre tierra, la pachaMama, el lugar donde se origina la vida.

Es decir, es la vida en su conjunto la que grita. Y ese grito es sólo posible de ser atendido, como grito humano; es decir, la responsabilidad por transformar el desequilibrio y la irracionalidad de este proyecto de la muerte, es responsabilidad humana. La Madre delega esa responsabilidad a sus hijos.

Y se trata de un grito, no sólo porque es desesperado; sino porque la forma de vida en la que nos hallamos sumidos hace prácticamente imposible escuchar; por eso sucede la aporía: en la era de las comunicaciones, esta es cada vez menos posible.

Se trata de una forma de vida que nos vuelve sordos. Ya no somos capaces de escuchar, por eso se devalúan las relaciones humanas; incapaces de escuchar nos privamos de humanidad. La mercantilización de las relaciones humanas hace imposible cualquier cualificación de nuestras relaciones; todas se diluyen en la cuantificación utilitaria de los intereses individualistas. El ismo del ego moderno es el que le ciega toda responsabilidad, al individuo, de sus actos. Incapaz de responsabilizarse de las consecuencias de sus actos y sus decisiones, el individuo colabora, sin saberlo, en la destrucción de la vida toda, incluso la suya propia. Se convierte en suicida. Todos al perseguir su bienestar exclusivamente particular, colaboran en el malestar general. Toda aspiración choca con la otra, de modo que las relaciones se oponen de modo absoluto. Sin comunidad, los individuos se condenan a la soledad de un bienestar que se transforma en cárcel.

Los seres humanos se atomizan, aparece la sociedad. Esta viene a ser un conjunto en continuo desequilibrio, porque se funda en el despliegue de una libertad que, para realizarse, debe anular las otras libertades. La sociedad es el ámbito del individuo sin comunidad; es un desarrollo que no desarrolla, un movimiento que no mueve, cuya inercia consiste en el desgaste que significa permanecer siempre en el mismo sitio, pero agotado. Su no movilidad empieza a mostrarse como el carácter de una época que debe de cambiar siempre para no cambiar.

Por eso produce cambios que no cambian nada. La moda es el reflejo de ese carácter: lo nuevo no es nuevo sino variaciones de lo mismo. La pérdida de sentido de la vida produce el sinsentido del cambio superficial: se cambian las formas pero seguimos siendo los mismos de siempre, se produce el maquillaje exagerado de una sociedad que, para no mostrarse lo podrida que está, debe continuamente negarse la posibilidad de verse de frente a los ojos. Se le nubla la visión, ya no sabe mirar lo sustancial y sólo atiende a las apariencias, la sociedad se vuelve un mundo de las apariencias.

La constatación de esta anomalía produce el desencanto, pero también una lucidez macabra. Porque si el ser humano es aquel que para ser lo que es debe transformarse siempre, la incapacidad de transformación se vuelve en resistencia y negación de un cambio real. La tendencia conservadora empieza a manifestarse no precisamente en los viejos sino en los jóvenes. No cambiar significa, en consecuencia, afirmar el yo y sus certezas, cerrarse a toda apertura. La tendencia conservadora es la que afirma el orden imperante y empieza a perseguir a todos aquellos que sí proyectan cambios necesarios.

Si el afán de cambio no trastorna lo establecido entonces ese afán es tolerado, es más, es deseado, porque el sistema requiere siempre de reformas que lo adecuen a las circunstancias. Pero si ese afán persigue un cambio total, entonces la reacción no tarda en aparecer. Si la forma de vida es la que hay que cambiar entonces no hay otra que cambiar de forma de vida. Si lo que se halla en peligro es la vida misma, entonces la reflexión en aquello que consiste la vida, empieza a cobrar sentido.

Si los sentidos se diluyen entonces precisamos dotarnos de un nuevo sentido, que haga posible el seguir viviendo: sin sentido de vida no hay vida que valga la pena ser vivida. Aquello que precisamente ocurre en la forma de vida moderna, cuyos sentidos se diluyen en puras formas sin contenido alguno. El mundo de las apariencias nos priva lo sustancial de la vida. Se aprende a ver sólo las apariencias; de modo que lo sustancia y esencial desaparece de nuestra visión.

Incapaces de poder advertir lo que realmente importa, nuestras propias vidas empiezan a carecer de importancia. Nos movemos en lo frívolo y lo superfluo. Pero ese movimiento no es un movimiento real; porque un movimiento real implica necesariamente un movimiento de la conciencia, pero en lo frívolo lo que se mueve son exclusivamente las cosas, las mercancías, quedando los seres humanos en meros portadores de estas: el movimiento de las cosas es el que ordena el movimiento humano. La
humanidad se devalúa en la fetichización. Si la conciencia empieza a carecer de movimiento entonces adviene el retraso mental. La desidia es el reflejo de la incapacidad de movimiento de la conciencia.

La pereza no desea moverse de su lugar, aunque está dispuesta a movilizar su cólera, con tal de regresar a su letargo inicial. Por eso, la fuerza no es una demostración de poder sino la ausencia de éste. El poder real es aquel que es voluntad. La voluntad no necesita determinarse como fuerza. Su fuerza está en la capacidad de proyección que tenga. Proyectar significa exponerse, mostrar de lo que se es capaz, persuadir y convencer. La fuerza pura no hace nada de esto, su única exposición consiste en clausurarse. Clausurando a los demás se clausura a sí mismo.

En una situación colonial, la clausura del individuo es la constatación de la clausura que, como país, ha acontecido. Incapaz de proyectar un desarrollo propio, nos condenamos a depender, es decir a subdesarrollarnos. La clausura es incapacidad de ser sujeto. Quien no enfrenta el desafío de ser sujeto, se condena a ser objeto del desarrollo ajeno.

Una digresión. Bolivia ha sido un sueño proyectado siempre al borde de la muerte. Aún como sueño, nunca ha podido ver la luz del día, porque en ese parto, soñado una y otra vez, ha muerto no sólo la criatura, sino también la Madre. La muerte, en el sueño, no es definitiva, es una variante que muestra el sueño para proyectar su sentido. Pero el sueño proyecta no sólo variantes, también recurre a su reinvención y, entre una de ellas, se encuentra la imagen de la huida, del escape (de la muerte).

Escapar, en este caso, significa el mantener-se fiel en la espera; el que espera es el que tiene esperanza y se mantiene en la esperanza el que no ha perdido la fe: la madre y el niño son la posibilidad de lo imposible. Son la vida que alumbra la vida y le da sentido a la persistencia por vivir.

Quien levanta a la madre y al niño es aquel que toma la responsabilidad de preservar la vida, porque la vida se encuentra amenazada y la amenaza, precisamente, aquel que se pone en lugar de dios y pretende decidir quién vive y quién muere. Quien apuesta por la vida de la madre y el niño, apuesta por la vida en sentido eminente, porque no toda vida se encuentra amenazada, sino siempre la vida de los débiles. El poderoso es aquel que asegura su vida a costa de la vida de los débiles; devalúa la vida a la persecución de otras vidas, de tal modo que, la afirmación de su vida, significa la negación de las otras.

Esta afirmación tiene necesariamente que pretenderse divina para, de algún modo, mitigar su finitud. Recurrir a la idolatría del poder no es sólo una recurrencia maniática, es el fundamento mismo que asegura al poder repartir vida y muerte a granel. Quien decide quién vive y quién muere no es otro que dios y el hombre, que se pone en lugar de dios, no comete nunca asesinato, sólo cobra la deuda que impone su divinidad al resto de los mortales.

La madre es la posibilidad de la vida, en este caso, el niño; éste, a su vez, es el sentido de esta posibilidad. El sentido es lo que puede proyectarse, una vez que su posibilidad está asegurada; a partir del sentido es que se puede concebir lo que viene por-venir, el futuro. La Madre es también actualidad, es el nutrimento, el regazo que procura la vida; por eso la madre es símbolo de la tierra: pachaMama. La tierra es actualidad pero, como actualidad, es actualidad del pasado: el desde donde toda proyección cobra sentido. Apostar por la vida de la madre y el niño es apostar por la continuidad de la vida, por hacer posible la continuidad de la vida.

Pero el poderoso considera la vida de todos como una imposibilidad y busca, por todos los medios, mostrar esta imposibilidad como real. En lenguaje moderno, la recurrencia a este principio se manifiesta en el principio económico de no factibilidad o el principio político de inviabilidad. Todo proyecto que aspire a asegurar la vida de todos y, de estos, la vida de los más débiles es, en consecuencia (desde el legalismo del poder), no factible e inviable; porque asegurar la vida significa tanto como relativizar la presencia misma del poder.

Porque sólo hay ejercicio del poder cuando hay sobre quien ejercerlo y, mientras éste no sienta amenazada su vida, no tiene sentido tal ejercicio. Esa es la dialéctica del amo y el esclavo. Es el circuito por el cual toda dominación se reproduce ad infinitum, porque no hay otra forma de liberarse sino buscar otro a quien dominar. Bajo esta dialéctica toda liberación no es real sino pura ilusión porque, bajo la lógica del poder como dominio, toda liberación es un eufemismo por el que otra dominación se hace posible.

Por eso la apuesta por una nueva forma de vida trastoca todo y produce la resistencia feroz de lo conservador que permanece como lastre en un proceso de cambio. La tendencia conservadora, en este sentido, no sólo se encuentra en la otra vereda sino en la propia. La transformación que no es transformación subjetiva, es decir, transformación del sujeto, no es transformación real.

El cambio tiene, de ese modo, una precisión: es un cambio de transformación estructural: del Estado colonial al Estado plurinacional. El sujeto del cambio produce esta alternativa desde una toma de conciencia: la historia hecha conciencia. Sólo puede proyectar futuro desde su memoria hecha conciencia, es decir, producir una política coherente con su propia historia.

En este contexto, la alternativa que se nos presenta, proyecta su sentido como algo, cuyo contenido, viene señalado por nuestro propio horizonte de sentido. Lo que se persigue no es algo que viene de afuera sino algo que ha estado siempre entre nosotros. La ceguera consistía en no haber producido nunca el conocimiento adecuado para darnos cuenta de que las respuestas no están afuera sino adentro; que las preguntas que hacíamos eran falsas preguntas porque no eran preguntas que se deducían de nuestros problemas sino una ciega asunción de lo que se pensaba afuera.

Presos de una colonización subjetiva, nunca supimos cómo desplegar una forma de vida que asegure la vida de todos nosotros; presos del resplandor moderno de las mercancías, también nos devaluamos, aun en nuestra miseria, a desear aquello que nos sometía, como nación y como pueblo.

Nunca nadie nos enseñó cómo "vivir bien". Porque quienes nos podían haber enseñado aquello, eran quienes padecían el peso real del sometimiento estructural, sobre los cuales depositábamos las consecuencias de nuestras adicciones: insertarse en la globalización representó, y representa, "morir como perros para que otros coman como chanchos". Para mirar adentro hay que aprender a ya no mirar exclusivamente afuera; lo cual señala una propedéutica, ya no sólo ser conscientes sino autoconscientes. Pasar de la conciencia a la autoconciencia significa, pasar del deseo de cambio a lo que significa el cambio efectivo.

El "vivir bien" es un modelo que, como horizonte, da sentido a nuestro caminar el proceso. Hacia lo que tendemos, no es una invención de laboratorio o de escritorio sino lo que permanece como sustancia en todas nuestras luchas, ya no solamente como luchas emancipatorias criollas sino como lo que ha hecho posible inclusive a ellas: las re-vueltas emancipatorias indígenas. Por eso pervive el modelo como horizonte: el sumaj q'amaña.

El q'amaña, el vivir, es cualificado por el sumaj, es decir, no se trata de un vivir cualquiera sino de lo cualitativo del vivir. Por eso el sumaj no sólo es lo dulce sino lo bueno, es decir, la vida se mide de modo ético y también estético. Una buena vida se vive con plenitud moral y rebosante de belleza. Por eso atraviesa todo el conjunto de los hábitos y las costumbres. Se trata de una normatividad inherente al mismo hecho de vivir, no como meros animales sino como verdaderos seres humanos.

Recuperar nuestro horizonte de sentido no es, entonces, un volver al pasado sino recuperar nuestro pasado, dotarle de contenido al presente desde la potenciación del pasado como memoria actuante. El decurso lineal del tiempo de la física moderna ya no nos sirve; por eso precisamos de una revolución en el pensamiento, como parte del cambio. El pasado no es lo que se deja atrás y el futuro no es lo que, de modo inerte, nos adviene. Cuanto mayor pasado se hace consciente, mayor posibilidad de generar futuro. El problema de la historia no es el pasado sino el presente, que tiene siempre necesidad de futuro.

El presente que nos toca vivir tiene esa demanda, porque estamos en la posibilidad de producir autoconciencia, ya no sólo nacional sino plurinacional. La revolución nacional, fracasada en el 52, sería ahora posible, pero ya no como nacional sino como plurinacional. Esto es: lo que hemos estado produciendo, en definitiva, ya no responde a demandas sectoriales o corporativas, ni siquiera particulares, como es siempre una nación, sino: el carácter cualitativo de esta transformación (el primer proceso de descolonización radical del siglo XXI) estaría mostrando la contradicción fundamental de esta época moderna, como verdadero diagnóstico de una situación planetaria: vida o capital. Lo que significa: vida o muerte.

Para que la vida tenga sentido vivirla, esta no puede carecer de proyecto; pero el proyecto no es algo privado sino lo que se proyecta como comunidad, en este caso, como comunidad en proceso de liberación. El sentido de la liberación significa un echar por tierra toda relación de dominación. "Vivir bien" querría decir: vivir en la verdad. Por eso, el que "vive bien", camina "el camino de los justos", el qapaq ñan. La transformación estructural es también transformación personal: tener la capacidad de ser y comportarse como sujeto. Por eso: se es sujeto relacionándose con el otro como sujeto, en el reconocimiento absoluto de la dignidad absoluta del otro.

"Vivir bien" sería el modo de comportarse como decía el Che: como un hombre nuevo, capaz de sentir en su propia carne el ultraje que se comete contra un hermano al otro lado del planeta. El "hombre nuevo" ya no sería como el modelo educativo prescribe: un ser inteligente.

El hombre nuevo es un ser humano justo y liberador. Por eso su proceso de transformación es continuo; porque su condición no es la permanencia en un estado inactivo sino en una obstinada apetencia por trascenderse siempre. De este modo, el "vivir bien", proyecta un sentido que establece el por qué del vivir. De éste se desprende el cómo vivir. Del criterio se establece una normatividad.

No se vive por vivir sino se vive de modo metódico, que es el modo organizado de un vivir auténtico. Caminar en la verdad es caminar en la justicia; por eso no es un caminar cualquiera. Se trata de la responsabilidad del caminar en el ejemplo. La política puede ahora transformarse, de la suciedad que empaña toda pretensión liberadora a la liberación como proceso de purificación de toda pretensión de dominación. La capacidad crítica de este proceso radica en la capacidad que se tiene de autocrítica.

El "vivir bien" no se deriva de algún valor metafísico que se impone a la situación presente. Se deduce de la historia y del propio mundo de la vida, como una presencia de la ausencia: lo imposible para el Estado colonial, la justicia, es lo que permite su transformación. El norte de la transformación queda indicado por esa ausencia presente en el grito de las víctimas. Su grito señala siempre un cielo a donde se grita. Lo imposible en la tierra se proyecta como utopía en los cielos. Del alajpacha, epistemológicamente, pasamos al qauquipacha. Del arriba al más allá en términos de utopía. Los cielos, en este sentido, pasan a ser el locus epistemológico de conocimiento. La presencia de esa ausencia se establece, así, en términos de utopía. Proyección que es, en definitiva, proyectada desde la historia hecha contenido de una conciencia liberadora. Por eso en el "vivir bien", en su proyección, pernoctan todos aquellos a quienes debemos esta situación privilegiada.

En este cielo pernocta no sólo el dolor, pernoctan también los sueños y las esperanzas; la muerte de aquellos que daban lo único que tenían, para que todos pudiésemos tener lo que nunca tuvieron ellos. Su lucha es ahora nuestra lucha. Nuestra responsabilidad es también para con ellos, para que no sea también su muerte una muerte inútil. Nada nos garantiza que este proceso concluya triunfante; por eso precisamos volver la mirada, hacer nuestra la fuerza de nuestros mártires, ser fieles con aquello que nos encomendaron sus vidas.

Ahora es nuestro turno. Por eso nos acompañan. Porque somos comunidad; al devolvernos el sentido de comunidad, nos ha sido devuelto el sentido de humanidad. Nuestra lucha es por la vida; eso es lo que nos hace más solidarios, más justos, pero, también, más responsables, es decir, más humanos. Eso es lo que hay que agradecer: la oportunidad histórica que tenemos de redimir, ya no sólo a un país sino a lo humano en general. Por eso, si no desarrollamos este nuestro proceso de transformación, le estaremos privando, a nosotros y al mundo entero, de la posibilidad de un mundo mejor, más humano y más justo. De nuestro triunfo o fracaso depende, en última instancia, el triunfo o fracaso del planeta entero. Si la vida toda está en peligro, no nos sirve producir para nosotros un arca para salvarnos. La salvación, o es de todos o no es de nadie.

No hay sujeto sin autoconciencia. Esta nos lleva a manifestar al mundo nuestra palabra: la lucha por la Madre tierra es lucha por la humanidad; esta lucha es de aquel que asume la responsabilidad de un vivir en la verdad y la justicia. "Un mundo en el quepan todos" es un mundo donde todos vivan dignamente, es decir, donde el sumaj q'amaña sea el norte de toda política y toda economía. Por eso nos encontramos en el tiempo del pachakuty (o tiempo mesiánico). Nuestra es ahora la oportunidad histórica de producir aquello que nos legaron nuestros mártires: un mundo más justo. Si el occidente moderno no se hizo nunca cargo de la humanidad y del planeta, nosotros tenemos ahora que hacernos cargo de aquello. Nuestra lucha ya no es particular sino profundamente universal. La responsabilidad es ahora nuestra. Por eso: los mejores años de nuestras vidas, es lo que se nos viene, de aquí en adelante.

* Autor de "PENSAR BOLIVIA DEL ESTADO COLONIAL AL ESTADO PLURINACIONAL" / rafaelcorso@yahoo.com

Fuente:http://www.bolpress.com/art.php?Cod=2009120803

Evo pide acelerar el camino al socialismo

10-12-2009

Un rico debate se anticipa en torno al cómo y con qué construir la nueva sociedad


La Epoca


Con un vigoroso bloque indígena-obrero-popular, unas clases medias mestizas urbanas menos timoratas y un empresariado cada vez menos receptivo a esos gritos opositores que anunciaban que se les quitaría todo –lo cual ni ha pasado ni es lo que se busca-, el presidente Evo Morales, después de su histórica victoria en las elecciones del domingo, tiene condiciones inmejorables para avanzar en los siguientes cinco años hacia un socialismo que, sin embargo, se debe precisar en su forma y contenidos.

“Acelerar el proceso de cambio y profundizar el socialismo”, ha afirmado el presidente Evo Morales, en la noche del domingo 6 de diciembre, a escasas horas de conocer su reelección con más del 62 por ciento y con una Asamblea Legislativa Plurinacional de la que podrá disponer para implementar la Constitución Política del Estado.

Y las breves palabras del líder indígena y presidente del Estado Plurinacional ante miles de personas en la Plaza Murillo y otras miles, que seguramente superaban el porcentaje de votación que obtuvo, a través de las pantallas de televisión y los parlantes de radio, no hacían otra cosa que poner el debate, así como definir el carácter de la práctica política, en la verdadera dimensión histórica. Cinco días antes, ante una pregunta periodística, Evo Morales expresó que el socialismo es la respuesta al capitalismo.

Pero no es ningún manual que a Evo le da las recetas. Con una ubicación de líder de su tiempo, el jefe del Estado Plurinacional parte del reconocimiento de cómo las especificidades determinarán la construcción de la sociedad de iguales –que no quiere decir igualitarismo-. “En algunos será socialismo del siglo XXI y en otras socialismo comunitario”, ha aseverado a manera de quitarles argumentos a los que lo critican por una supuesta subordinación no probada al “chavismo” y para interpelar, al mismo tiempo, a esa memoria histórica de los pueblos originarios preexistentes antes de la invasión modernizadora del capital.

El punto de partida, para no equivocarse, es la aplicación de la Constitución Política del Estado. En sus más de 400 artículos están establecidas varias pluralidades (jurídica, autonómica, democrática, política, económica y social) que, dependiendo como se las acompañe con otras leyes, lo mismo pueden allanar la transición al socialismo como construir, a pesar de los buenos deseos, un dique a esa forma distinta de organización y reproducción de la vida que trasciende el capitalismo.

¿Capitalismo o socialismo de Estado?

Uno de los primeros temas para el debate, partiendo del socialismo como objetivo, seguramente girará en torno a si en los siguientes cinco años se profundiza el capitalismo de Estado –que es la característica del primer período y para muchos inevitable- o se pasa hacia una suerte de socialismo de Estado en la que la forma de planificar, presupuestar y gestionar las empresas estatales se hace cualitativamente distinta de las viejas formas de gestionar proyectos que empiezan profundamente nacionalistas y terminan como canales de penetración del capital transnacional.

Las condiciones para el socialismo de Estado están dadas. En el primer período se ha consolidado el desplazamiento de una clase por otra –requisito fundamental para calificar como revolución a un proceso-, aunque hay un sector de pequeños propietarios -una significativa base social del MAS- que pueden tener una aspiración al capitalismo más que al socialismo. Empero, existe también una articulación mayor entre originarios y clase obrera –forjada a partir de la alianza entre el Consejo Nacional por el Cambio (Conalcam) y la Central Obrera Boliviana (COB) que Evo reivindicó el domingo en la noche-, como garantía del proceso de cambio.

La apuesta es muy clara: fortalecer la participación del Estado en sectores estratégicos de la economía, tanto en los tradicionales (recursos naturales no renovables) como en los nuevos (industria alimentaria y telecomunicaciones), así como impulsar la constitución de formas comunitarias de producción, urbanas y rurales, que varios intelectuales comprometidos con el proceso de cambio anotan como déficit del primer período gubernamental.

¿Y que pasará con la propiedad privada? El vicepresidente Alvaro García Linera, en declaraciones al periódico El Clarín de Buenos Aires un día antes de las elecciones, se ha encargado de despejar los temores alimentados por la oposición a partir del 22 de enero de 2006, cuando Bolivia empezaba a escribir otra capítulo –el más profundo- de toda su historia. “No vamos a aceptar que las corporaciones empresariales actúen como partido. En ese caso, existe plena voluntad del Estado para apoyar a los sectores productivos. Creo que ya lo han entendido”. Más claro, agua: el gobierno será respetuoso de la propiedad privada, le dará garantías y le dará apoyo. El ámbito de realización del empresariado es la producción y no la política.

Industrialismo con o sin armonía con la naturaleza

Una mirada al programa del gobierno para los próximos cinco años abre la posibilidad para un debate sobre la concepción de “desarrollo”. Una lectura es que la propuesta presentada en torno al “salto industrial” tiene más relación con el paradigma cepalino de la década de los 50 que con el Vivir Bien del siglo XXI. Entonces ahí hay un problema de condiciones de cumplimiento en un contexto globalizado y sin la burguesía nacional que el MNR no tuvo la capacidad de construir.

Una segunda lectura es preguntarse, aún materializando la modernización de la estructura económica, si el “salto industrial” es compatible con el principio de la armonía con la naturaleza y si lo es, ¿en qué rubros de la economía? Entonces, eso conduce a reflexionar sobre si la incorporación de tecnología debe ser para reforzar la industria extractivista –que desde la colonia genera excedentes que siempre han sido el motivo de la disputa nacional y clasista-, o más bien para “modernizar” la producción comunitaria de alimentos con destino a la satisfacción de las necesidades internas y, complementariamente, para exportar al mundo en un momento en el cual la crisis alimentaria está por apoderarse del planeta.

¿Y como ampliar y enriquecer la democracia?

Un segundo nivel del debate tiene que ver, como diría Felix Patzi, con la determinación de las formas políticas de gestionar la política. La Constitución Política del Estado reconoce tres formas de democracia y por tanto de gestión política. Si el objetivo es el socialismo, resta por debatir el cómo se deben complementar la representativa, directa y comunitaria, y cómo la primera –de esencia liberal- puede ayudar a construir en el mediano plazo “la democracia de consenso” por la cual no oculta su simpatía Evo Morales.

Este debate sobre el tipo de democracia a construir es, ciertamente, el más complejo y delicado pues un error que se cometa pueda contribuir a retroceder de los espacios conquistados en la ardua lucha de clases que se expresó a partir del año 2000, cuando Bolivia ingresó a la cuarta crisis de Estado más profunda de su historia. En los libros, incluso de los clásicos, no hay respuestas capaces de satisfacer preguntas, pero quizá hay muchas reflexiones y experiencias históricas que aportan huellas y señales.

Pero si el tema es cómo ampliar la democracia –que hoy se expresa en un alto porcentaje de participación de la población que vota, elije y decide-, la discusión sobre el tipo de relación entre el gobierno central y los gobiernos subnacionales se presenta fundamental. Dependiendo de lo que se haga y del cómo se lo haga, la democracia de consenso pueda dar paso a la constitución de un gobierno de consenso que sólo es posible con la lógica de la comunidad, en la cual no hay la división de poderes propia de la modernidad.

Menos Estado, más comunidad

Dependiendo de los rasgos, las características y las condiciones de la transición al socialismo, cuyos siguientes cinco años serán decisivos, otro debate, también presente desde los clásicos, es cuánto de Estado se debe construir y cuánto de comunidad se debe fortalecer.

El Estado, a diferencia de lo que pensaban los anarquistas en el pasado y de lo que reeditan hoy varias corrientes indianistas, se presenta como necesario e importante en un contexto mundial en el que el capital transnacional no ha renunciado a la constitución de un gobierno mundial. La querella por el excedente, la atención a los sectores más vulnerables y la defensa de las conquistas ante enemigos internos y externos justifican el fortalecimiento del aparato estatal.

Pero, también es verdad, que uno de los desafíos más grandes de toda revolución es la construcción de un Estado ampliado, como diría el italiano Gramsci para referirse a la articulación de armonía entre sociedad política y sociedad civil, o para edificar ese “óptimo social” del que nos habla René Zavaleta sobre el mismo tema.

En definitiva, Evo Morales cuenta a su favor con condiciones inmejorables para construir un nuevo sistema hegemónico o nuevo bloque histórico en el poder: una alianza originaria-obrera-popular en vías de consolidación, una economía envidiable, una derecha derrotada y un contexto internacional bueno. Todo allanado para que el socialismo deje de ser una ilusión.

Naciones insulares interrumpen sesión en Copenhague

Jueves 10 de Diciembre de 2009

LOS TITULARES DE HOY


EL RESTO DE LA HORA DE DEMOCRACY NOW!

  • El presidente Obama recibe el Premio Nobel de la Paz: “Los intrumentos de la guerra desempeñan un papel en la preservación de la paz”

    Obama-nobel

    El presidente Obama aceptó hoy en Oslo, Noruega, el Premio Nobel de la Paz. Esto sucede menos de dos semanas después de ordenar el despliegue de otros 30.000 efectivos en Afganistán. Quizás como una maniobra para evitar preguntas sobre la guerra en Afganistán, la Casa Blanca canceló la tradicional conferencia de prensa que brindan los ganadores del Premio Nobel de la Paz. Igualmente, la Casa Blanca ha cancelado otros eventos que se celebran todos los años, incluyendo una cena con el Comité Noruego del Nobel, una entrevista en televisión y la participación en un evento infantil para promover la paz, así como también una visita a una exposición en su honor en el Centro Nobel de la Paz.

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  • Activistas indígenas se manifiestan frente a la embajada de Estados Unidos en Copenhague para reclamarle a Obama que “detenga la guerra de la industria energética estadounidense contra los pueblos y las tierras indígenas”

    Indigenousmarch

    Poco antes de que el presidente Oabama recibiera su Premio Nobel de la Paz en Oslo, una coalición de grupos indígenas norteamericanos marchó a la embajada de Estados Unidos en Copenhague para pedir a Obama que detenga lo que describieron como la guerra que la industria energética estadounidense está librando contra los pueblos y las tierras indígenas. entre los oradores de la manifestación estuvieron Faith Gemmill, de Arctic Village, Alaska, y Clayton Thomas-Muller, miembro de la campaña “The Canadian Indigenous Tar Sands Campaign”.

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  • Kumi Naidoo, de Greenpeace, habla sobre el Premio Nobel de la Paz de Obama y la guerra, Copenhague y la deuda climática

    Kuminaidoo

    El activista sudafricano de amplia trayectoria Kumi Naidoo ha sido designado recientemente Director Ejecutivo de Greenpeace International. En 1986, Naidoo se vio obligado a vivir en la clandestinidad después de ser arrestado por violar las normas del estado de emergencia impuesto por el régimen del Apartheid. Tiempo después se convirtió en uno de los fundadores de la iniciativa “Llamado mundial a la acción contra la pobreza” (GCAP, por sus siglas en inglés). Hablamos con Naidoo sobre el Premio Nobel de Obama, la situación de la cumbre de Copenhague, la deuda climática, y sobre cómo ha influido en su actual lucha por la justicia climática su época de militancia contra el régimen del Apartheid.

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  • Alegando una cuestión de supervivencia, la Isla de Tuvalu interrumpe la cumbre de Copenhague para pedir compromisos vinculantes contra el cambio climático

    Tuvalu

    La isla nación de Tuvalu, una de las islas del Océano Pacífico, ha asumido una postura firme en las conversaciones sobre el cambio climático que se están celebrando aquí en Copenhague, alegando que su propia supervivencia está comprometida. Tuvalu es una de las naciones más vulnerables del mundo al aumento de los niveles del mar debido al cambio climático. El miércoles, Tuvalu intentó que el pleno de la conferencia considerara un nuevo protocolo vinculante que exigiría reducciones más drásticas de los gases de efecto invernadero y un objetivo climático más ambicioso que los que se están considerando.

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