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EL MAPA CAMBIÓ

03-10-2009




Cuando todos miraban a Venezuela como instigador de todos los males, resulta que el presidente Manuel Zelaya reapareció en Honduras de la mano de Brasil. La operación supone un éxito político de Itamaraty -la diplomacia brasileña- y refuerza al mismo tiempo la resistencia popular al golpe de Estado en el país centroamericano.

Que haya sido el gobierno de Lula el moderado y no Hugo Chávez el radical quien se haya puesto al frente de la comunidad latinoamericana de países que reclaman la restitución de Zelaya ha descolocado a más de uno. La estrecha colaboración de ambos en Honduras y, previamente, en Bolivia, pulveriza de paso la tesis de dos proyectos de izquierda enfrentados por la hegemonía en América Latina, idea sostenida por quienes confunden deseos con la realidad, tanto a la derecha como a la izquierda.

A su vez, la ambigua posición de Estados Unidos, que posiblemente obedezca a disensiones internas dentro de la administración Obama, dista mucho del abierto intervencionismo de épocas pasadas. Brasil no ha dudado en aprovechar la debilidad política del vecino del norte y su menguada influencia para ir ganando espacios en el antiguo patrio trasero, más allá de la región suramericana. Haití fue su bautizo de fuego en el Caribe y ahora podría liderar algún tipo de misión internacional que permita estabilizar Honduras.

El ordem e progresso brasileño satisface sin duda los intereses de una fracción de la burguesía paulista y de las transnacionales brasileñas de los hidrocarburos (Petrobras) y del agrobusiness, con claros intereses en los biocombustibles hondureños. Pero la intervención brasileña muestra aspiraciones geopolíticas que van más allá de intereses económicos de corto plazo. Incluye la promoción de una gobernanza (sub)imperial que deje atrás definitivamente un conservadurismo militarista -sufrido por el propio Brasil- que no conviene ya en un continente con fuertes movimientos sociales, capaces de derribar gobiernos y de dificultar la inversión.

Movimientos que en Honduras convirtieron a un representante de la oligarquía en símbolo involuntario de la democracia. Falta por ver si, como en Venezuela, lograrán abortar con éxito el golpe institucional. Para ello deberán mantener la alineación de su trayectoria con la de Itamaraty. Eso sí, sin dejar de guardar una prudente distancia.


Fotografía: Acoso de la policía a la embajada de Brasil en Honduras, mediante el empleo de un LRAD-RX Dispositivo Acústico de Largo Alcance.

Fuente:http://www.javierortiz.net/voz/samuel