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Bush admite que la economía pasa "momento difícil"


15 de marzo, 2008


El presidente de Estados Unidos, George W. Bush, reconoció hoy que la economía de su país "está pasando por un momento difícil" ante el impacto de la crisis hipotecaria en los mercados, pero también se mostró "optimista" sobre la capacidad de recuperación estadounidense. "No es la primera vez que tenemos que hacer frente a un desafío... y cada vez que lo hemos hecho la economía ha resurgido más fuerte que antes", dijo Bush, que se mostró "optimista" y expresó confianza en el impacto que tendrán las medidas ya adoptadas por la Reserva Federal (Fed). Bush, que interviene ante el Club Económico de Nueva York, subrayó su "respeto" al trabajo que realiza el presidente de la Reserva, Ben Bernanke, de quien dijo que "lo está haciendo bien" en estas difíciles circunstancias. El presidente de Estados Unidos, que subrayó que el empleo en su país "ha crecido durante 52 semanas seguidas, y eso es también un récord", se refirió a la necesidad de que el Congreso "haga permanente" los recortes impositivos, ya que ello servirá también para reactivar la economía. La intervención de Bush era muy esperada en Wall Street, en donde la Bolsa abrió hoy de nuevo a la baja después de que el banco de inversión reconoció su crisis de liquidez y de que necesitara de la intervención al rescate de la misma Reserva Federal de Nueva York y del JP Morgan Chase. Además, el dólar estadounidense ha caído aún más en la última semana frente al euro, lo que a su vez ha influido en un aumento de los precios del crudo, que hoy se sitúa en 109,45 dólares (por barril de petróleo Texas), y también de los precios del oro, situado en un récord de más de 1.000 dólares por onza. Tras su discurso y ante las preguntas de la audiencia, formada por banqueros y periodistas, Bush respondió que su Gobierno "cree en un dólar fuerte", al tiempo que subrayó que quería enviar "la señal" de que el país tendrá "una economía fuerte". Bush se refirió también a la importancia del comercio para reactivar la economía y a las medidas que la Reserva Federal tiene en cartera para afrontar una situación económica con pérdida de la confianza de los consumidores y numerosas ejecuciones de créditos hipotecarios. Se refirió a los sucesivos recortes de los tipos de interés realizados por el banco central estadounidense, que esta semana anunció que sacará al mercado 200.000 millones de dólares en títulos del Tesoro para alentar la actividad de los mercados financieros. "Ha sido una buena decisión de la Reserva y la han tomado porque algunas instituciones financieras que prestaban dinero para comprar bonos en el mercado de la vivienda tienen ahora que equilibrar sus cuentas antes de poder acceder a nuevos créditos", agregó Bush. Aseguró, además, que tanto Bernanke como el secretario del Tesoro, Henry Paulson, "están adoptando todas las medidas necesarias para promocionar la estabilidad" en los mercados de EE.UU.


Cortesía de EFE

¿Qué puede él cambiar?


Barack Obama tomó ayer distancia del pastor de su iglesia, Jeremiah Wright, quien afirmó que el “terrorismo” estadunidense provocó los atentados del 11 de septiembre de 2001. El senador por Illinois trató así de apaciguar una controversia sobre los dichos del reverendo, quien agregó que “los negros deberían cantar Dios condene a Estados Unidos” como protesta por el trato que reciben. En la imagen, el religioso de la controversia.
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Parece ahora bastante probable, aunque no sea seguro aún, que Barack Obama será el candidato demócrata a la presidencia. Y parece muy probable que podría ganarle la competencia a John McCain. También parece casi seguro que crecerán las mayorías demócratas en el Senado y la Cámara de Representantes. Entonces, parece que Obama podría asumir el cargo con un mandato relativamente fuerte de parte de los votantes. Si uno se pregunta cómo es que Obama fue capaz de lograr esto, cuando entró a la carrera apenas hace seis meses como joven y poco probable vencedor, la respuesta parece clara. Obama enfatiza el asunto del “cambio” y este punto parece haberle resonado a los votantes, incluidos muchos que no habían votado antes.
Por supuesto, cambio es un término ambiguo y su significado varía según quienes lo pregonen. Pero parece ser que el asunto del “cambio” responde a un alto grado de incomodidad en Estados Unidos en el contexto de la actual situación general del país en el mundo. Las dos zonas de máxima incomodidad son la guerra de Irak y el estado de la economía. Lo que la mayoría de los votantes parece estar diciendo es que piensa que la guerra en Irak es un pantano, y que fue un error haber invadido ese país. En cuanto a la economía, los votantes parecen decir que su nivel actual de vida ha ido bajando y que tienen mucho miedo de que continúe cayendo todavía más. Así que, básicamente, rechazan las principales líneas de argumentación del régimen de Bush, y en gran medida lo culpan por sus incomodidades. Es menos claro cuáles son los cambios específicos que los votantes quieren, pero algo desean.
Obama tiene un segundo atractivo más allá de acometer el asunto del cambio. Es una cuestión de estilo. Él afirma que está deseoso de hablar con todo mundo. A nivel internacional con las supuestas fuerzas no amistosas y con los supuestos aliados, y a nivel interno con personas de todas las facciones políticas. Esto contrasta con la repetida insistencia de Bush de que hay todo tipo de grupos con los que Estados Unidos no debería “negociar” jamás.
Hay una segunda clase de atractivo estilístico de Obama. Él dice, una y otra vez, “¡Sí, nosotros podemos!” Éste es un punto que retomó de César Chávez, el legendario líder hispano de los trabajadores agrícolas, cuyo lema era “¡Sí, se puede!” Este punto atrae particularmente a todos aquellos que se han sentido marginados en el sistema político estadunidense, y que encuentran que este punto los empodera.
Así, ahora que Obama parece cerca de convertirse en presidente, ha comenzado una considerable discusión en la prensa, en el Internet, y en el debate público, en torno al tipo de cambios que intenta emprender, de hecho, Obama. Ésa, me parece, es la pregunta equivocada. La real cuestión es qué tipo de cambios puede hacer, cuestión totalmente diferente.
El historial de Obama es el de un demócrata liberal que se opone a la guerra de Irak y cuyo modo de actuar ha sido siempre de centro-izquierda, algunas veces con fuerza y otras con mucha prudencia. Es seguro que intenta conferirle un estilo diferente a la Casa Blanca. Lo que es bastante menos claro es qué tan radicalmente diferentes serán las políticas que intenta implantar. Pero aun suponiendo que fuera más radical políticamente de lo que parece a simple vista, la cuestión continúa siendo ¿qué puede hacer?
Sin duda, los presidentes de Estados Unidos pueden afectar las políticas de modos importantes –George W. Bush lo ha demostrado– pero también quedan prisioneros de su propio cargo. Es por eso importante revisar cuáles son las opciones en política exterior, en política económica, y en aquel ámbito más suelto que podríamos llamar política cultural.
En política exterior, el asunto más inmediato y avasallador es Medio Oriente –no sólo vis-à-vis Irak, sino también vis-à-vis Afganistán, Irán, Paquistán e Israel/Palestina. Bush ha trabajado muy duro para atarle las manos a su sucesor. Pero cometió el error de pensar que la política estadunidense en Medio Oriente está primordialmente en manos del gobierno estadunidense. Yo ya no pienso que ése sea el caso. Hay un torbellino de fuerzas en esta región que están más allá del limitado poder del gobierno de Estados Unidos, como para poder canalizar su dirección. En Irak, lenta, pero seguramente, acumula vapor el nacionalismo antiestadunidense. En Afganistán, los talibanes regresan subrepticiamente al poder de facto y como subproducto amenazan perturbar el funcionamiento de la OTAN como fuerza internacional. En Pakistán, parece que Estados Unidos quedará reducido a rezar en silencio para que su amigo Pervez Musharraf, cada día menos popular, pueda capear el temporal. Los iraníes han decidido que simplemente pueden desafiar a Estados Unidos sin incurrir en ningún peligro real. Y tanto Israel como la Autoridad Nacional Palestina se hallan en terrenos mucho más inestables que nunca, interna e internacionalmente. En gran medida, Condoleezza Rice es ignorada por todos. ¿Tratarán diferente al secretario de Estado de Obama?
Si el torbellino deshace las políticas estadunidenses en la región y si incluso las fuerzas estadunidenses se retiran de Irak, ¿será la consecuencia que Europa occidental, Rusia, China y América Latina se acerquen, de hecho a Estados Unidos, aun cuando aprecien el estilo más amigable e inteligente de Obama? Las tendencias geopolíticas subyacentes están en contra de Estados Unidos. Obama puede hacerlo mejor que Bush, pero ¿qué tanto mejor?
La historia no es muy diferente si miramos el estado de la economía estadunidense. Sin duda, una administración demócrata tendrá políticas diferentes en cuanto a impuestos, atención a la salud y medioambiente. Y probablemente 80 por ciento de la población más pobre la pasará mejor. Pero los empleos en el ámbito de la manufactura no regresarán, aun cuando Estados Unidos hundiera sus propios pactos neoliberales de comercio. En este ámbito, hay también un torbellino, uno tal vez aún más poderoso que el torbellino político de Medio Oriente, y Estados Unidos no controla su despliegue.
Esto deja un ámbito donde Obama puede contar con cierto margen, ése que llamo sueltamente el ámbito cultural. Su campaña ha movilizado una fuerza popular que cobra fuerza y autonomía. Es ésa donde la gente dice: “sí, nosotros podemos”. Obama pudo haber sido de ayuda para encender esa fuerza, pero es una fuerza que cobra impulso propio y que tendrá mucho impacto en lo que haga como presidente. En un sentido amplio, es una fuerza que lo empuja, como presidente, hacia la izquierda, directamente y a través de los miembros del Congreso. Es muy difícil decir con exactitud adónde empujará esta fuerza a Obama. Pero su impacto puede resultar comparable a aquel que tuvo la llamada derecha religiosa en las políticas del Partido Republicano en los últimos 30 años.
Martin Luther King Jr. dijo: “Tengo un sueño”. El sueño de un Estados Unidos diferente con prioridades diferentes y convenciones más igualitarias. Si este próximo periodo conduce aunque sea a la realización parcial de un sueño así, tendrá, por supuesto, un impacto de largo plazo en el papel que juega Estados Unidos, y en el que desea jugar, en el sistema-mundo. Tendrá un impacto de largo plazo sobre el tipo de estructuras económicas que Estados Unidos mantiene para sí mismo y que el mundo mantiene para sí mismo. El cambio es de hecho posible, y es potencialmente un cambio positivo. Todo depende mucho menos de Obama que del resto de nosotros. Pero Obama, podría, únicamente podría, darnos el espacio para que el “nosotros” de “sí, nosotros podemos”, lo empujara a él y a Estados Unidos.
Cortesía de La Jornada
Traducción: Ramón Vera Herrera
© Immanuel Wallerstein