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EGIPTO: TAN LEJOS, TAN CERCA

Autor :Álvaro Cuadra
Viernes, 04 de Febrero de 2,011


Para los latinoamericanos, Egipto es un país tan exótico como lejano. Poco o casi nada se conoce de su historia reciente, acaso algo de las pirámides, acaso el nombre de algún ilustre faraón de la antigüedad. Rara vez los medios de comunicación nos informan sobre la historia o la política en aquellos países del Magreb. Esto se traduce en un desconocimiento de una importante región del mundo que, esta semana ha saltado a las primeras páginas del mundo entero.


A pesar de la distancia y las diferencias que nos separan de dichas sociedades, lo cierto es que la actual crisis política en Egipto posee ciertas características que nos resultan absolutamente reconocibles en nuestro vecindario, hay un cierto “aire de familia” con nuestra realidad. La explosiva combinación entre una élite corrupta y autocrática que ha mantenido al gobierno de Mubarak por tres décadas, con el apoyo de Estados Unidos y las potencias Europeas y una población sumida en la pobreza, la falta de educación y de oportunidades es algo que nos resulta más que familiar en América Latina.

La situación egipcia es compartida por muchas naciones árabes, lo que explica en parte el llamado efecto dominó que, por estos días, tiene atemorizado a las potencias hegemónicas. El norte de África no sólo guarda inmensas reservas de petróleo sino que es el emplazamiento del estratégico canal de Suez y un cliente preferencial en la compra de armamentos. En este escenario, la actual crisis política desestabiliza toda la región y abre un horizonte incierto.

Lo que sucede actualmente en Egipto trae algunas lecciones dignas de tenerse en cuenta. En un mundo globalizado que nos tiene acostumbrados a la cerveza sin alcohol, al café sin cafeína y a las políticas sin política; la presencia popular en las calles de El Cairo nos viene a recordar que la movilización de un pueblo sigue siendo un factor de cambio histórico protagónico y decisivo. A esto habría que agregar la importancia que han adquirido las nuevas tecnologías en la articulación de grandes movimientos sociales, al punto de que el gobierno de Mubarak suspendió los servicios de Internet en las horas más cruciales de la protesta. Por último, resulta interesante advertir cómo los medios de comunicación logran contagiar las demandas populares en diversos países en cuestión de semanas.

Con todas sus singularidades, lo acontecido en Egipto está tan lejos y, sin embargo, tan cerca de la realidad de muchos países latinoamericanos que, de un modo u otro, comparten aquella condición que en tiempos pretéritos se conoció como las miserias del Tercer Mundo. Una realidad que ya fue denunciada por Gamal Abdel Nasser aquel patriota egipcio que se enfrentó a las potencias europeas de la época y nacionalizó el Canal de Suez. Una vez más, el mundo globalizado nos viene a mostrar que la vieja historia, aquella de pueblos ricos y desarrollados versus la de los pueblos pobres y subdesarrollados no ha perdido su vigencia hasta el presente.

Fuente original  ARGENPRESS

Sembrar el futuro

Por: Juan Carlos Giuliani (ACTA)


Aunque la "inteligentzia" cipaya intente una y otra vez explicarnos otra cosa, lo cierto es que nadie se llama a engaño: la riqueza de las naciones la generamos los trabajadores.

Justo es, entonces, que reclamemos la equitativa distribución de lo que creamos cotidianamente: en fábricas, aulas y oficinas, en la ciudad y el campo, en la actividad privada y estatal. En condición de trabajadores formales, en negro, autogestionarios y cuentapropistas.

No nos resignamos a convivir con la desocupación, ese tributo de humillación social que exige la voracidad del capitalismo.

La clase trabajadora es el motor de la historia. Mal que les pese. La aceitada superestructura cultural del poder ya no tiene consenso social para convencer sobre las bondades del régimen de saqueo y dominación.

Ni el más desprevenido de nuestros compatriotas se traga la píldora de la desaparición de las ideologías. Y mucho menos del trabajo. ¿De qué vivirían los pueblos y los países si no fuera del trabajo humano? Esa ecuación, tan sencilla como natural, no ha podido ser rebatida por los que mandan. Es de una lógica irrefutable.

No es una utopía que en la Argentina el pueblo se alimente, se eduque, viva sanamente de su trabajo y bajo un techo digno. Si la renta nacional no se distribuye, o se lo hace en cuentagotas, lo que hay es esta asombrosa desigualdad que no se compadece para nada con el largo ciclo de crecimiento macroecoeconómico verificado en nuestro país.

Resulta legítimo plantearse la reescritura de un pensamiento estratégico que trascienda cualquier cronograma electoral y tome como objetivo irrenunciable la construcción multisectorial de la Justicia Social.

Durante casi tres décadas hemos comprobado en carne propia que con la llamada democracia representativa no se come, no se educa, ni se sana. Es urgente y necesario avanzar hacia una democracia participativa, de carnadura social y protagonismo popular.

Los trabajadores tienen una experiencia vital de lo que fue la participación en la distribución del ingreso, en la organización para la lucha sindical y su relación con el gobierno del Estado. Saben que los mayores grados de legalidad y derechos adquiridos para el conjunto del pueblo fueron el resultado de procesos en los que protagonizaron claras instancias de democracia participativa.

El proceso hacia una Asamblea de la Constituyente Social en la Argentina, se presenta así como la posibilidad de promover un proceso multisectorial y unificado de construcción y articulación de una experiencia política capaz de dotar al Movimiento Popular de capacidad estratégica transformadora para sentar las bases de un nuevo Estado que resuelva la desigualdad y la pobreza.

Vamos camino a una Constituyente Social con la idea de conjugar la unidad en lo diverso, de reconstruir el Estado a partir de privilegiar lo público sobre lo privado, de recuperar el dominio y uso de nuestros recursos naturales, desmontar el andamiaje legal del coloniaje, deshacer las nuevas y sofisticadas formas de usura y esclavitud, enfrentar la concentración económica y la exclusión, defender el medio ambiente e impulsar un proyecto soberano de reindustrialización.

La consecuencia con el legado de nuestros mártires y el compromiso de sembrar el futuro se cruzan en la esquina donde reside nuestro mandato histórico.

Juan Carlos Giuliani es Secretario de Relaciones Institucionales de la CTA.

El pan que hornean en El Cairo

Por: Oscar Taffetani (APE)

“Egipto -leemos en un libro de Historia que ya cumplió cien años- no se halla ahora bajo el poderío turco, puesto que cayó en las manos comerciales de la poderosa Inglaterra. Las personas que están al corriente de la gran miseria que invadió la India cuando quedó sometida a ese mismo dominio, pueden fácilmente presentir la suerte que espera a este desdichado país".

"He demostrado en un capítulo anterior la inmensa necesidad en que los especuladores europeos sumieron a los labradores egipcios, hace algunos años, pero esta miseria era una suerte de edad de oro comparada con la que les espera. El fellah se verá sometido como el indio a uno de esos engranajes metódicos, formidables y lentos, que exprimen y desmenuzan sin ruido, hasta que no queda nada que sacar. En cuanto a los antiguos monumentos árabes que todavía hay en El Cairo, parecen destinados a sufrir la suerte de los de la India, desapareciendo rápidamente para sustituirlos con cuarteles y otros edificios análogos, pues la demolición se verifica con tal rapidez que indica que terminará muy pronto”.Escribimos alguna vez -a propósito de ese maravilloso, diverso e inagotable continente que es el Africa-, que podía ser visto como un “retrato de Dorian Gray” de Europa, es decir, como un espejo que devuelve con exactitud la imagen de los crímenes cometidos. Y a cada bucle de oro y cada manifestación de abundancia del metafórico Dorian Gray le corresponderá una silueta oscura, de hambre y miseria, pintada en la tela del retrato.También nos preguntábamos en octubre de 2002, al reinaugurarse durante el gobierno de Hosni Mubarak (y bajo el auspicio de la Unesco) la Biblioteca de Alejandría, qué iría a pasar con las nuevas generaciones egipcias, al vincularse a través de la red y las nuevas tecnologías con la movediza sociedad de la información y del conocimiento. Hasta hicimos una lista de libros que sugestivamente no figuraban en el catálogo, sugiriendo con humor su adquisición y exhibición en los estantes.La historia, como siempre ocurre, responde a cualquier pregunta que le hagamos. Será más tarde o más temprano, con una caricia o una bofetada, y siempre será una voz o un aullido inconfundiblemente humano lo que nos baje de la ensoñación y del deseo al áspero territorio que vulgarmente llamamos realidad.Saludo a un pueblo que luchaLas cadenas de noticias, siguiendo la cartilla de procedimiento, redondean las cifras al contar los muertos de la inédita rebelión de masas que vive Egipto. Así, nos informan de los primeros 10, de los primeros 50, de los primeros 100 y a la fecha de los 300. Y por ahora no tienen nombre, ni rostro, ni señas personales.Paradójicamente, en el momento en que hay mayor cantidad de medios electrónicos y digitales de comunicación, ese gobierno vertical y despótico de Mubarak (al que apoyaron y sostuvieron por décadas Israel y los Estados Unidos, acotemos) utiliza hoy como medida de seguridad -de seguridad propia- el bloqueo de Internet y las redes de telefonía celular, que constituyen un arma democrática poderosa, en manos de los jóvenes.

En cuanto a los jóvenes, que son amplia mayoría en las multitudes movilizadas, nos permitimos hacer un cálculo rápido en base a ciertos hitos históricos. Un niño o niña egipcia nacidos en 1967, tras la derrota en la Guerra de los Seis Días (que marcó la declinación del sueño del socialismo árabe, impulsado por Nasser), tiene hoy 44 años. Es un adulto joven. Y si nació en 1981, tras la trágica muerte del presidente Anwar El Sadat (y el comienzo del ciclo de Mubarak), tiene 30 años. Este simple cálculo nos dice que los niños, los adolescentes y los jóvenes de El Cairo, grandes protagonistas de la pueblada que terminará con el régimen de Mubarak y que abrirá un nuevo ciclo en la historia del Egipto moderno, no cargan con la memoria ni con las frustraciones ni con las inhibiciones de sus generaciones mayores. Ellos son una realidad en sí mismos, y no tienen deudas con el pasado.Algo nuevo pasa en París, en Atenas, en Túnez, en El Cairo (nombramos al azar algunas capitales, pero son muchas más). Algo nuevo pasa y
son los jóvenes excluidos del sistema los protagonistas. Ellos pelean por el pan y por el trabajo. Pelean por la tierra. No soportan la prepotencia ni el militarismo. No tienen miedo. Si en el vértice de la pirámide -ya que hablamos de Egipto- no los quieren oír, ellos encontrarán la manera; ellos encontrarán la furiosa y jubilosa manera de hacerse escuchar.Edición: 1947

Escribimos alguna vez -a propósito de ese maravilloso, diverso e inagotable continente que es el Africa-, que podía ser visto como un “retrato de Dorian Gray” de Europa, es decir, como un espejo que devuelve con exactitud la imagen de los crímenes cometidos. Y a cada bucle de oro y cada manifestación de abundancia del metafórico Dorian Gray le corresponderá una silueta oscura, de hambre y miseria, pintada en la tela del retrato.

También nos preguntábamos en octubre de 2002, al reinaugurarse durante el gobierno de Hosni Mubarak (y bajo el auspicio de la Unesco) la Biblioteca de Alejandría, qué iría a pasar con las nuevas generaciones egipcias, al vincularse a través de la red y las nuevas tecnologías con la movediza sociedad de la información y del conocimiento. Hasta hicimos una lista de libros que sugestivamente no figuraban en el catálogo, sugiriendo con humor su adquisición y exhibición en los estantes.

La historia, como siempre ocurre, responde a cualquier pregunta que le hagamos. Será más tarde o más temprano, con una caricia o una bofetada, y siempre será una voz o un aullido inconfundiblemente humano lo que nos baje de la ensoñación y del deseo al áspero territorio que vulgarmente llamamos realidad.

Saludo a un pueblo que lucha

Las cadenas de noticias, siguiendo la cartilla de procedimiento, redondean las cifras al contar los muertos de la inédita rebelión de masas que vive Egipto. Así, nos informan de los primeros 10, de los primeros 50, de los primeros 100 y a la fecha de los 300. Y por ahora no tienen nombre, ni rostro, ni señas personales.

Paradójicamente, en el momento en que hay mayor cantidad de medios electrónicos y digitales de comunicación, ese gobierno vertical y despótico de Mubarak (al que apoyaron y sostuvieron por décadas Israel y los Estados Unidos, acotemos) utiliza hoy como medida de seguridad -de seguridad propia- el bloqueo de Internet y las redes de telefonía celular, que constituyen un arma democrática poderosa, en manos de los jóvenes.

En cuanto a los jóvenes, que son amplia mayoría en las multitudes movilizadas, nos permitimos hacer un cálculo rápido en base a ciertos hitos históricos. Un niño o niña egipcia nacidos en 1967, tras la derrota en la Guerra de los Seis Días (que marcó la declinación del sueño del socialismo árabe, impulsado por Nasser), tiene hoy 44 años. Es un adulto joven. Y si nació en 1981, tras la trágica muerte del presidente Anwar El Sadat (y el comienzo del ciclo de Mubarak), tiene 30 años. Este simple cálculo nos dice que los niños, los adolescentes y los jóvenes de El Cairo, grandes protagonistas de la pueblada que terminará con el régimen de Mubarak y que abrirá un nuevo ciclo en la historia del Egipto moderno, no cargan con la memoria ni con las frustraciones ni con las inhibiciones de sus generaciones mayores. Ellos son una realidad en sí mismos, y no tienen deudas con el pasado.

Algo nuevo pasa en París, en Atenas, en Túnez, en El Cairo (nombramos al azar algunas capitales, pero son muchas más). Algo nuevo pasa y son los jóvenes excluidos del sistema los protagonistas. Ellos pelean por el pan y por el trabajo. Pelean por la tierra. No soportan la prepotencia ni el militarismo. No tienen miedo. Si en el vértice de la pirámide -ya que hablamos de Egipto- no los quieren oír, ellos encontrarán la manera; ellos encontrarán la furiosa y jubilosa manera de hacerse escuchar.

Fuente foto: APE

Egipto: Una revolución en el centro neurálgico del imperialismo

Jorge Altamira (PRENSA OBRERA, especial para ARGENPRESS.info)

Al momento de cerrar la presente edición de Prensa Obrera, centenares de esbirros del aparato oficial del estado egipcio y del partido de gobierno irrumpían en la plaza central de El Cairo (Tahrir) para desalojar de ella a las personas y familias que la continuaban ocupando luego de la inmensa movilización del martes 1° de febrero.

Estas patotas de civil ya habían hecho irrupción en las jornadas precedentes en distintas ciudades el país y fueron asimismo las responsables de diversos saqueos que resultaron en la decisión de armarse por parte de algunos sectores propietarios. La intervención de las patotas ha servido para echar luz sobre la política del mando militar egipcio, al cual numerosos medios de prensa caracterizan como sostenedor del movimiento revolucionario. En la ocasión, las tropas han dejado actuar con toda libertad a los provocadores en función de un planteo que el mando militar había hecho con anterioridad al llamar a la multitud a abandonar la plaza luego de la movilización. Después de más de una semana de manifestaciones y recambios políticos, es claro que los militares no están dispuestos a tumbar al presidente Mubarak, en tanto no hay acuerdo para ello entre las distintas potencias que intervienen en el conflicto y entre los distintos clanes oficiales. Israel y la Autoridad Palestina han mantenido inconmovibles la posición de que Mubarak debe pilotear la transición a las elecciones previstas para septiembre – precisamente el planteo que ha hecho Mubarak en su última aparición televisiva. La complicidad del ejército con la acción de las barras bravas del oficialismo es un indicio de que no está excluido un baño de sangre ejecutado por las fuerzas armadas. El régimen de Mubarak está ciertamente acabado, pero esto no significa que la burguesía mundial haya aceptado que su salida tenga lugar con las masas en la calle.

La revolución egipcia ha tomado al imperialismo por sorpresa, e incluso ahora varios sectores siguen apoyando a Mubarak, incluso en Estados Unidos. Hay una suerte de ficción democrática como sucedió luego del derrocamiento del hondureño Zelaya, cuando Obama logró hacer creer que se oponía a lo que no quería llamar golpe de estado. Ante el hecho consumado, sin embargo, alienta la ilusión de que las revoluciones pueden alcanzar sus objetivos a fuerza de manifestaciones exclusivamente, o sea sin una fuerza política dirigente y por sobre todo con exclusión de la organización de una insurrección popular armada, y si aceptan una dirección liberal y un recambio político superficial. Esta ilusión está ahora presente en Egipto, aún más cuando esa metodología alcanzó para derrocar al gobierno de Túnez, hace dos semanas, e incluso después para expulsar del nuevo gobierno a ministros vinculados con el anterior. Los cambios de gabinete o la renuncia a la reelección del presidente en países como Yemen y Jordania, también alimenta el espejismo de la posibilidad de un cambio social y político efectivo sin la destrucción del aparato de estado precedente. Se omite en estos casos, sin embargo, que en Túnez ha quedado salvaguardado todo el aparato militar, represivo y burocrático del régimen desahuciado, incluido la continuidad del primer ministro (e incluso, hasta ahora, el inmenso conglomerado económico de la familia del presidente depuesto), y que en Yemen y Jordania los cambios no fueron siquiera de fachada.

Mubarak, en Egipto, ha tomado sus propios recaudos al llenar el cargo vacío de vicepresidente en la persona de un mandamás militar, Omar Suleiman, formado en Moscú, bajo el régimen staliniano, y luego en West Point. Omar Suleimánes el jefe del conjunto del servicio de espionaje, y el principal enlace con los servicios de espionaje de Israel y de Estados Unidos; tiene a su cargo la supervisión del bloque a Gaza. No es claro, con todo, que sirva como figura de recambio para las masas movilizadas, dado, precisamente, su larguísimo vínculo con el gobierno de Mubarak y su condición de espada fiel del sionismo. Es, sin embargo, este personaje la cabeza política de las fuerzas armadas, en las que tantos comentaristas y fuerzas políticas locales confían para producir una transición ‘pacífica’. Lo que no cabe duda, de cualquier manera, es que un aplastamiento sangriento de la revolución egipcia no significará, de modo alguno, un retorno al orden anterior de cosas – al contrario, desarrollará en las masas una conciencia revolucionaria más aguda en el conjunto del Medio Oriente. Tampoco se puede dudar que sin una revolución victoriosa no habrá ninguna mejora para las masas, sino más miseria, tensiones y conflictos bélicos.

Crisis mundial

La mejor caracterización de conjunto de la situación revolucionaria que se desarrolla en el Medio Oriente la produjo el titular de un artículo en el británico TheTelegraph (1.2): “El FMI levanta el espectro de guerras civiles como consecuencia del empeoramiento de las desigualdades globales”. En efecto, el presidente del Fondo había declarado: “No es la recuperación que queríamos. Es una recuperación acosada por tensiones y presiones, que pueden sembrar incluso las semillas de la próxima crisis”. Agregó también: “El desempleo global se mantiene en alturas records, con una desigualdad creciente de ingreso que suma tensión social”, para citar “los tumultos en África como un preludio de lo que puede ocurrir con los 400 millones de jóvenes que se sumarán a la fuerza de trabajo en la próxima década”. El funcionario agregó que ¨Están re-emergiendo los desequilibrios globales que han causado la crisis financiera”. Como conclusión pronosticó: ¨Podríamos ver una inestabilidad social y política creciente dentro de los países – incluso guerra”.

Ha sido el desarrollo de la crisis mundial, precisamente, el detonante de la crisis revolucionaria en Egipto, que como toda crisis auténtica nadie la esperaba porque opera en forma subterránea. Los lectores de Prensa Obrera saben que esa ha sido la conclusión fundamental nuestra desde el inicio de la etapa actual de la crisis mundial – la tendencia a la creación de situaciones revolucionarias y de revoluciones. Egipto, que se jacta, como otros países llamados emergentes, de un crecimiento anual del 5%, como consecuencia del ingreso de capital especulativo generado por las operaciones de rescate de los bancos centrales más importantes; este país tiene una tasa de inflación del 20% anual en los productos de primera necesidad y una elevada desocupación. En un reportaje sobre la situación del pueblo egipcio, el francés Le Monde (3.2) relevó, entre los manifestantes en distintas ciudades, ingresos diarios de 1.50 euros, o sea diez pesos.

La fuerza motriz

La presencia abrumadora de la población empobrecida en las manifestaciones en Egipto, pone en cuestión la tesis que más ha circula en los comentarios internacionales, según la cual la revolución egipcia es un movimiento de la clase media modernizadora, cuyo objetivo es puramente político, no social, a favor de una democracia parlamentaria o ‘transparente’. Es la ilusión que tiene el imperialismo de estos acontecimientos. La lectura atenta de los pronunciamientos populares en todos los países en que ha prendido la revuelta, demuestra por el contrario la preeminencia de los reclamos sociales – que solamente podrían alcanzarse con el derrocamiento del poder de turno. Es cierto que el rol de Internet en la agitación política que condujo a las manifestaciones populares mostraría una preeminencia de los sectores más alfabetizados, pero el impulso popular no se detuvo cuando el gobierno cerró el canal de información electrónica, porque, como comenta el reportaje de Le Monde, “la comunicación recurrió al viejo método del boca a boca”. De cualquier modo, la bancarrota capitalista internacional excluye la posibilidad de una ‘modernización incluyente’, si ese fuera el programa de clase media. Incluso en Israel, el único país ‘moderno’ de la región, la pauperización camina a pasos acelerados. La etapa histórica mundial y la correlación de clases en Egipto determinan que la realización de las aspiraciones de las masas movilizadas solamente es posible por medio de la revolución permanente, o sea el desplazamiento de la dirección política de la lucha hacia los polos extremos de las masas.

La perspectiva de una agudización del proceso revolucionario ha levantado la hipótesis de que en un Egipto pueda triunfar un movimiento islámico, o sea reaccionario. Se cita para el caso a Irán, pero simplemente por ignorancia, porque la islamización de Irán no fue el producto de la revolución iraní de 1979, sino de la contrarrevolución posterior que consagró la preeminencia de la jerarquía clerical, reforzada luego por la guerra con Irak – impulsada por el ‘imperialismo democrático’ para desangrar, precisamente, el ímpetu revolucionario. De todos modos, el islamismo egipcio ha buscado colaborar con Mubarak, incluso fue reconocido como la oposición a su majestad, y pagó por ello con prisiones masivas de sus militantes. En la circunstancia actual se ha puesto a la cola y al servicio de la oposición designada por el imperialismo, en la persona de un ex funcionario de la ONU en cuestiones de proliferación nuclear, El Baradei.

El cuidadoso edificio del sionismo

La revolución egipcia ocupa un lugar internacional excepcional por la simple razón de que amenaza hasta sus fundamentos toda la estructura de opresión del sionismo sobre la nación palestina. Este es el hecho, por encima de cualquier otro, que acelera la polarización política y el ritmo de la revolución al interior de Egipto. Israel es incompatible con una revolución victoriosa, por eso obstaculiza cualquier contemporización con las masas. Esto explica el apoyo incondicional que la propia Autoridad Palestina está dando a Mubarak, porque el derrocamiento de éste pondría en peligro todos los acuerdos de ella con el sionismo y pondría fin a su propia supervivencia. Una victoria revolucionaria devolvería la región a la situación de 1956, cuando la nacionalización del canal de Suez provocó la invasión terrestre de Egipto por parte de Israel, con el apoyo de la aviación y tropas aéreotransportadas de Gran Bretaña y Francia – pero ahora en un marco histórico mucho más explosivo. Esta tensión explica que aún no se hayan producido movilizaciones de apoyo a la revolución egipcia en Cisjordania, que serían aplastadas sin miramientos por las tropas ocupantes, y hasta la moderación en Gaza. La historia está demostrando la clarividencia de una de las alas de la IV Internacional, en los años 50, el llamado lambertismo (con el cual el Partido Obrero rompió en los años 80), que previó que una lucha victoriosa contra el sionismo solamente era posible a partir de revoluciones en los estados árabes, cuyas clases dominantes estaban enfeudadas o lo estarían más adelante a un acuerdo con Israel – y nunca mediante la construcción de una utópica Nación Árabe por parte de esas clases dominantes. Una victoria revolucionaria en los países árabes, es decir de sus obreros y campesinos, plantearía a las masas judías una salida de la trampa mortal en que se encuentran, que sería la construcción de una República Palestina Única de todos sus componentes nacionales y la unidad socialista de todo el Medio Oriente.

Salto histórico

Los movimientos revolucionarios en las naciones árabes transportan la crisis capitalista mundial a otro terreno; ya no hablamos solo de la quiebra masiva de bancos que son conservados en estado zombie por los estados; ni de la quiebra de estos estados; ni de la miseria social creada por esta bancarrota. Hemos ingresado a un período de situaciones revolucionarias y revoluciones. Fue precisamente lo que advertimos en un artículo relativamente reciente – El rostro boliviano de la crisis mundial – en referencia a la rebelión desatada por el gasolinazo de Evo Morales. Egipto es Bolivia, pero ubicado en un centro neurálgico internacional para el imperialismo y para su socio más decisivo, el sionismo. Los ‘países emergentes’ no se han alejado de la crisis mundial, ni siquiera la han esquivado, están en el ojo de la tormenta – por la simple razón de que ella desnuda contradicciones históricas mucho más explosivas que cualquier estado desarrollado. Aunque Europa ya ha dado sus primeros pasos.