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Berezoentvsky: el icono del neoliberalismo o la breve historia de la victoria del capitalismo en el este comunista‏

Philosophicus; 12 - 05 - 2013

Vasile Ernu · · · · ·
Se puede afirmar de forma indiscutible que la muerte de Berezovsky marcó el fin de una época, pero hace falta entender que su herencia está más viva que nunca y que, a día de hoy, apenas recogemos de veras los frutos de la victoria de unos determinados grupos, una victoria que se convirtió en una fuerte derrota y trágica catástrofe para una comunidad entera.
La genealogía: de la conversión al liberalismo, en la década de los 60, al revanchismo, la década de los 90.
En relación con la genealogía de Berezovsky, un modelo común de oligarca, haría falta recordar tres fenómenos importantes que se produjeron en la URSS y allanaron el terreno para los acontecimientos de la década de los noventa (fenómeno válido en general para todo el bloque comunista). Por falta de espacio, se simplificará mucho la historia de esta genealogía, que ayudará a una mejor comprensión de los años noventa.
El primer fenómeno: en la década de los cincuenta, tras la Segunda Guerra Mundial, en la URSS se sentaron las bases de una infraestructura y de un sistema de educación que contribuiría enormemente al desarrollo y a la expansión de un grupo social muy importante: la intelectualidad técnica, especializada y científica (ingenieros, médicos, agrónomos, físicos, matemáticos, geólogos, etc.). Por primera vez se creó en la sociedad un fenómeno prácticamente sin precedentes: una masa crítica intelectual, una especie de clase media de la intelectualidad comunista (la superélite intelectual empezó a vivir del enorme potencial de esta clase media intelectual). Esta categoría social constituye el origen de la “generación sputnik”, de la “generación del deshielo” y, sobre todo, de la “generación perestroika”, la que enterraría el comunismo. La punta de lanza de esta generación no fue la intelectualidad humanista, sino la intelectualidad técnica, aunque, a su vez, la intelectualidad humanista tuvo un papel importante en este proceso. De esta categoría social deriva una gran parte de los oligarcas, a pesar de que la genealogía de este grupo tiene varias raíces (estructuras de partido, grupos de distintas categorías especializadas de estado, grupos tradicionales de atracadores reorganizados en los años setenta, etc.). Berezovsky procede de esta filiación: ingeniero, matemático, investigador relacionado con la Academia de la URSS. Mi punto de vista, fundamentado en datos biográficos, es que los oligarcas rusos más importantes, así como el grupo de oligarcas que desempeñó el papel más activo en los años noventa, descienden de esta categoría social, de la clase media de la intelectualidad técnica.
El segundo fenómeno. Con el proceso de desestalinización iniciado por el Partido Comunista en 1956, en el XX Congreso (acontecimiento olvidado), la intelectualidad soviética cambió de rumbo: se convirtió en un movimiento liberal. (Huelga hablar de los intelectuales que merodeaban el poder, porque ellos ya no ejercían un papel importante, sino que solo personificaban un símbolo ritual.) A partir de este periodo, el intelectual soviético al que nos referimos escuchaba música procedente de cadenas extranjeras, leía libros y debatía sobre asuntos prohibidos o parcialmente tolerados por el poder. Todo se interpretaba mediante un canon liberal disidente. Tomaré solo el ejemplo de la literatura. La tendencia literaria que resultó victoriosa, y a la que todo intelectual soviético leyó como el “padre nuestro” se componía de los siguientes nombres: Bulgakov (se prefiere Corazón de perro, que cualquier intelectual soviético se sabe de memoria; el libro cuenta la revancha del proletariado contra la burguesía, ironizada con ingenio; Pasternak (el icono de la intelligentsia liberal); Solzhenitsyn (la conciencia y lo mejor que ideó esta intelligentsia), etc. El resultado fue la monopolización del discurso por este grupo y el aislamiento de las demás tradiciones. La línea de la intelligentsia revolucionaria o socialista fue marginada hasta su desaparición o se utilizó solo como martillo ideológico para el beneficio de los grupos liberales. Incluso aislaron (ellos y, por supuesto, el poder) a las voces que criticaban con dureza al régimen, como Platónov y Shalamov, precisamente por su modo de enfocar los problemas, planteamiento que incomodaba no solo al canon oficial soviético, sino también al modelo liberal. El caso de Aleksandr Zinóviev es el más relevante: mientras criticaba al comunismo era un héroe, pero en el momento en que realizó duras críticas al capitalismo se convirtió en un traidor (hablamos de los años setenta-ochenta). En el país del“socialismo”, grupos de intelectuales de izquierda se convirtieron en una realidad marginal e ¡incluso Marx fue un autor indexado!
Quiero recordarles que, conforme a la tradición de la intelligentsia rusa del siglo XIX, esta clase de intelectuales había asumido el papel de representar a la gente sencilla y sus intereses en relación con el poder. De esta tradición surgieron las corrientes socialistas más importantes y revolucionarias que no sólo representarían los intereses de la gente de a pie, sino que también lucharían por ellos. La Revolución de Octubre fue el punto de inflexión y el momento en que las masas populares se toman la revancha con la burguesía y la aristocracia rusa, que, por un lado, fueron ignoradas y, por el otro, se mostraron excesivamente cínicas en relación con la realidad social y económica de la población del Imperio zarista. La tradición continuó hasta el periodo de las grandes depuraciones estalinistas. Tras la Segunda Guerra Mundial, las cosas cambiaron de forma radical: la élite intelectual soviética, aunque se volvió liberal, elitista e “incomprendida” por el pueblo, por un lado tomaba en consideración “el sacrificio de la revolución”realizado por el proletariado y las amplias masas de abajo, pero, por el otro, por su propia comodidad, se encontraba siempre más cerca de la nomenclatura comunista, aunque la despreciara de forma visceral. Se apuntó a un doble juego: era liberal en su pensamiento y conformista en su actitud, para mantener sus privilegios. La élite intelectual se convirtió en una nueva aristocracia carente de cualquier relación con su pueblo y que sólo representaba su propio interés. Prácticamente, se preparó el terreno para el revanchismo de los años 90, cuando la élite intelectual ejerció de vanguardia en la instalación del nuevo régimen y de la nueva ideología neoliberal, en detrimento del propio pueblo, al que despreciaba compasivamente.
El tercer fenómeno: al final de los años sesenta del siglo pasado, apareció por primera vez en la URSS una nueva categoría social que empezaba a funcionar desde el punto de vista económico con reglas diferentes de la economía planificada. El hombre soviético, desde el punto de vista económico y legal, era una persona que tenía un sueldo que recibía del trabajo realizado de forma legal, y las oportunidades de obtener otros ingresos eran mínimas. Es importante señalar que, en el régimen comunista, no “estar empleado” le ubicaba a uno automáticamente en el ámbito penal y se castigaba por ley. Pero tener ingresos ilegales “que no proceden” representaba una situación mucho más peligrosa para cualquier ciudadano soviético. Los castigos eran más duros por recibir ingresos ilegales (el robo de riqueza pública) y, a partir de un cierto nivel, para tales hechos existía incluso pena de muerte. Entre nosotros sea dicho, en los años sesenta, los disidentes eran más tolerados por el poder que los “elementos” que robaban“la riqueza pública”. (Y en este caso no me refiero al “robo” aceptado por el poder como una forma no convencional de pago o ingreso mínimo: el pequeño soborno, el cubo de tomates de un campesino del colectivo, etc.). A pesar de estos castigos, en aquellos años (setenta-ochenta) comenzó a desarrollarse una economía paralela que resultaba difícil de imaginar en el periodo estalinista.
Los primeros que marcaron la batuta fueron los desvalijadores, los especuladores que en los años setenta se reorganizaron y crearon una verdadera red (el mercado negro), seguidos por distintos grupos que realizaban prestaciones de servicios o comerciaban al margen de la ley. Con el paso del tiempo, esta economía alternativa llegó a la cúpula de la élite comunista. Una gran parte de los intelectuales entró en este juego: clases particulares, diferentes servicios, comercio, etc. El intelectual soviético liberal sentía una creciente atracción por los bienes de consumo, cada vez más escasos, pero que se podían “conseguir” con dinero; para eso, uno debía saber ganar “dinero”. La maldición de la época era: ojalá que Dios nos ayude a vivir con un solo sueldo. Este campo de la economía alternativa es uno de los más interesantes y significativos de la época comunista en su final, ignorado por completo por los investigadores.
Berezovsky (y toda la élite de la oligarquía rusa de los años 90) es un producto típico de estos fenómenos y, en su biografía, se encuentran presentes todos estos hechos.
Los años noventa: el sueño de oro del neoliberalismo en su juventud o el gran robo como forma de democratización, como legitimación de la lucha por la democracia y extensión del capital
A quien quiera saber más verdades sobre el periodo de comienzo de la transición del comunismo al capitalismo, de la “lucha por la democracia y el libre mercado”, le recomiendo que no lea los informes de las instituciones oficiales occidentales (FMI, Banco Mundial, la embajada de EEUU, etc.) ni las opiniones de los analistas políticos, expertos y economistas. Es verdad que entre ellos se encuentran excepciones. No digo que no valga la pena en absoluto leerlos, pero invito a no empezar por ellos, porque, en el mejor de los casos, mienten con buenas intenciones. (Se trata de la perversa categoría de texto que no miente, pero que tampoco dice la verdad, como la cámara de cine que usa diferentes ángulos que nos presenta una imagen real, pero una realidad falsa.) Lo mejor es empezar por la lectura de las biografías de los que hicieron las grandes fortunas de la época. Vale la pena leer incluso sus entrevistas, porque estas personas, no pocas veces, dicen unas verdades cínicas y reconocen muchas cosas por las cuales se imponen como mínimo penas de cárcel de por vida. La historia de estos hombres de negocios de los años noventa, algunos fallecidos de forma prematura y otros convertidos en los pilares de la nueva sociedad, es, de hecho, la esencia y la verdadera historia reciente de la gran ruptura producida en los años noventa. Empezaré por esbozar algunas ideas significativas de la biografía y del discurso del oligarca más importante de los años noventa del este poscomunista: Boris Abramovichi Berezovsky.
Los piratas y el robo como forma de acumulación del capital llamada privatización
Berezovsky queda como el marco genérico y el héroe de la época de comienzo del capitalismo en el espacio soviético. Es el hombre que apareció en el escenario sin dinero, sin capital y se hizo casi con todo: fábricas, bancos, recursos y control político. En los guerreros años noventa, cuando se produjo la transferencia de la propiedad de la mano del estado a las de un pequeño grupo de propietarios mediante los métodos más ilegales y criminales, Berezovsky se convirtió en el líder aceptado de forma unánime. Los tiempos pedían un nuevo héroe y éste llegó bajo el rostro del “genio con doble cara”, “demonio y ángel”, como portavoz de este inmenso robo representado por las grandes privatizaciones. Huelga mencionar las técnicas y modos mediante los cuales se hizo dueño de VAZ (la fábrica de coches más importante de la URSS), Sibneft (petróleo), los esquemas piramidales empleados, Aeroflot u ORT (canal nacional de televisión de URSS-Rusia), dado que se pueden encontrar en los medios. Los esquemas no son ni tan complicados ni tan geniales como se dice. La gran privatización, este gran robo poscomunista, sigue siendo un tema tabú en el Este y cuesta creer que alguien plantee este asunto en serio, porque ninguna fuerza política interna o externa lo desea. ¿Por qué? Porque todos los importantes grupos políticos y financieros implicados (internos y externos) se aprovecharon con creces de esta“privatización” y todos saben que este fenómeno no se basa en ningún elemento legal ni en ninguna política democrática real. Ilegítimo y criminal es decir poco.
Si miramos con más atención el periodo de principios de la transición, podemos observar que, en esta época del capitalismo primitivo, las acciones de los primeros hombres de negocios importantes y de los grupos que iban a tener un papel fundamental en el proceso de “las grandes privatizaciones” se asemejan de una forma sorprendente a los piratas del Caribe del siglo XVII. Ellos rehicieron el trayecto del comienzo del capitalismo: grupos de personas en nada especiales y mejor dotadas que sus semejantes, se abren camino porque están dispuestas a hacer cualquier cosa para alcanzar el tesoro: el capital.
En este momento, Berezovsky&co cumplieron con la primera ley fundamental del capitalismo, la competitividad sin límites: cuando uno gana, otros pierden, dice cualquier oligarca que se precie. A veces, eso lo reconocen también los ideólogos del neoliberalismo. El oligarca cumplió el sueño liberal de la categoría social a que pertenecía, llegó arriba y fue obligado a pisar muchos cadáveres, incluso de algunos colegas del ideal neoliberal, porque cuando uno gana muchísimo, muchos otros deben perderlo casi todo.
En este contexto, las cualidades consideradas negativas en todas las culturas y épocas se convierten en cualidades positivas, muy apreciadas y respetadas. No en balde, el mundo intérlope y los famosos desvalijadores del espacio soviético se encontraron tan cercanos e implicados en los negocios de las personas que posteriormente se llamarían oligarcas y se convertirían en un emblema de la sociedad. Es la época de la falta de límites y reglas elementales, tal y como sueña cualquier neoliberal honesto. Los años noventa fueron la época de oro del neoliberalismo en su juventud. Pero es una historia antigua: el primer millón se consigue mediante el robo, eso se convirtió en una regla aceptada. El gran problema ya no es el robo, sino su legitimación, post-factum.
Mecanismos de legitimación del gran robo
Los oligarcas no inventaron nada nuevo, simplemente repitieron algunos mecanismos que los países occidentales atravesaron hace tiempo, pero con un periodo de “transición” algo más largo. La gran tragedia del Este es la falta de tiempo en el maratón para recuperar los retrasos. El Este es un Occidente más pobre, que perdió el disparo de salida y que corre para recuperar el tiempo perdido. Prácticamente, si se mira con atención el periodo estalinista y el periodo de la “transición”, se observa un fenómeno similar. Stalin quiso realizar la modernización del Estado de una forma rápida y radical para recuperar este desfase. “Los reformistas”, los restauradores del capitalismo, quisieron lo mismo de forma rápida y radical (convertirse, en pocos años, en los EEUU, si puede ser). Desearon quemar etapas porque no disponían de tiempo. El resultado: mucha sangre y mucho sufrimiento demasiado visible, del que se beneficiaron muy pocos y en el que la gran mayoría perdió. En Occidente, esta sangre y este sufrimiento se distribuyeron en un plazo más largo, y ahora se empujan hacia la periferia, con lo cual son menos visibles.
Discurso
Resulta alucinante escuchar el discurso de legitimación de estos individuos. Este discurso procede del discurso liberal promovido en el periodo soviético y, sobre todo, del discurso neoliberal occidental. La primera tesis utilizada por todos es: el comunismo es malo, el capitalismo es democracia, es decir, lo bueno, y nosotros solo hemos destrozado el comunismo para construir una sociedad mejor. No importa que exista un estado, una sociedad, una legislación, el objetivo legitima cualquier medio, si sirve contra el “Imperio del Mal”. El discurso de los oligarcas no es diferente en nada del discurso de los intelectuales anticomunistas. No en balde todos recibieron premios, becas y activaron en revistas y centros con el dinero de los oligarcas. La segunda tesis es mucho más realista: “No existe ninguna forma de privatización justa, equitativa” (Berezovsky), pero la teníamos a mano porque el estado era débil. Como diría Vîntu (oligarca rumano): “defended el estado, que si no lo tomamos-robamos nosotros y ya no podréis actuar contra nosotros”. La tercera tesis se basa en una especie de darwinismo social: nosotros hemos metido la mano en los recursos y el poder porque hemos sido capaces, es decir, nos merecemos todo. Y la tesis utilizada más a menudo: lo que nosotros hemos hecho no es nada más que la lucha por el capitalismo, es decir, la lucha por la democracia y los derechos humanos. Todos los oligarcas importantes se consideran los mejores luchadores por la democracia. La democracia puede ser, en su visión, equivalente a la acumulación del capital y esta ideología se impuso hasta en el último pueblo de Siberia mediante la propaganda controlada por ellos. La tesis central, sin embargo, la representa el conocido discurso neoliberal: mercado libre, desregulación, la mano invisible, sacar al estado del juego económico, etc. Es decir, lo que ocurrió fue un producto “natural” del capitalismo.
Los medios de comunicación
Berezovsky entendió muy rápidamente que no necesita solo el capital, sino también una herramienta tan importante para la política y economía moderna como los medios de comunicación. Realizó enormes inversiones para crear un imperio mediático a su medida, y con este arma consiguió construirse una imagen nueva para influenciar la política y, sobre todo, propagar una ideología dominante. Si comparamos este artificio con la antigua escuela de propaganda soviética, la última nos parecerá un juego de niños. (Recomiendo la novela más importante que incluye aquella época: La generación P, de Viktor Pelevin.) Casi todos los oligarcas de la época crearon sus medios de comunicación o se acercaron a los que existían, elemento que sigue pasando hoy día, y no sólo en Rusia.
Cercanía y captura del poder del estado
El siguiente paso importante para Berezovsky fue la creación de unos mecanismos de apropiación del poder. Las estrategias fueron múltiples: desde el endeudamiento de las personas o instituciones del estado para facilitar su posterior control, hasta la organización de banquetes y chantajes. Lo cierto es que, en un breve periodo, Berezovsky se convirtió no solo en una persona cercana al Kremlin, sino también en uno de sus estrategas. Al final de la carrera de Boris Yeltsin, Berezovsky llegó a comportarse y a hablar como una persona con poderes totales en Rusia. Sus gestos y su comunicación de aquel periodo parecen alucinantes hoy día. A veces Berezovsky hablaba de los hombres más importantes de estado como si se tratara de unos peones o empleados suyos. De hecho, Berezovsky introdujo este tipo de “management político” en Rusia, donde el político se ve como una especia de business que se subordina a unas reglas controladas por un boss. Conforme a su visión, el estado se convertía en una compañía cualquiera. Cuando Berezovsky se confundió con el poder, dejó de necesitar legitimación. Pero fue en este momento cuando aparecieron también algunos cambios.
Con Yeltsin en un estado avanzado de degradación (enfermedad, alcoholismo, etc.), se planteó su relevo del poder. La paradoja es que una de las personas clave que designaron el modelo del nuevo dirigente fue el mismo Berezovsky. Putin llegó al poder, en cierta manera, por la implicación de Berezovsky. De los textos y testimonios de las personas involucradas en la elección del sucesor de Yeltsin, el nombramiento y la“selección” de Putin se parece de forma clara a la selección de un top manager en una multinacional. Y este aspecto no es una mera casualidad.
Berezovsky cara a cara con Putin o de la piratería a la empresa
A finales de la década de los noventa y al comienzo de 2000, aparecieron los primeros signos de cambio. Berezovsky, el valiente corsario del capitalismo ruso, pareció sentir este aire de cambios, pero no vislumbró el ocaso del tiempo del capitalismo romántico, de la piratería aventurera. El capital tiene su trayectoria y el romanticismo resultaba cada vez más perjudicial. Tras un periodo romántico y eufórico-violento, el capitalismo entró en su periodo conservador y burocratizado, cuando necesitaba estabilidad y orden. Aunque no nos guste hablar del carácter oligarca del capitalismo ruso y de la oligarquía rusa, debemos constatar que ese periodo duró alrededor de diez años. Por suerte y por distintas razones, la oligarquía rusa no consiguió mantenerse en el poder más tiempo.
La época romántica de los oligarcas no podía durar demasiado, por varias sencillas razones. La burguesía construida en el comunismo y poscomunismo, es muy burocrática y establece una relación estrecha y de filiación con las estructuras de estado. Este aspecto es visible en los países europeos poscomunistas, que forman una periferia del capitalismo occidental, y, sobre todo, en los países dependientes de una economía que se basa en la exportación de materias primas. El segundo factor se relaciona con la antigua construcción del estado y la estructura de las categorías sociales: los estados comunistas fueron estados sociales con niveles de educación media bastante elevados. A estos estados, aunque se encuentren en quiebra, uno no puede arrojarlos al “tercer mundo”. El desmantelamiento radical de este estado y de sus estructuras aumentaba de forma elevada el riesgo de revueltas o incluso de una guerra civil. En aquella época, las categorías intelectuales más importantes, desde el intelectual hasta el obrero y el campesino, perdieron la estabilidad y los ínfimos privilegios de los que gozaban. Se bloquearon todos los mecanismos de mínima protección social, de acceso a los recursos y cargos y se destrozaron todos los ascensores sociales. El acceso a la salud, educación, protección social, derechos sociales y, sobre todo, el acceso al trabajo profesional, especializado se convirtieron en el lujo y privilegio de una élite. El país sufrió un terrible retroceso, y existía un inmenso riesgo de que las categorías sociales mencionadas no pudieran soportar las fracturas y presiones radicales. Los nuevos dirigentes se volvieron conscientes de los riesgos internos que podían surgir, dado que Rusia tiene una importante tradición en este tipo de revueltas y guerras.
A finales de la década de los noventa, asistimos a un conflicto entre los intereses de los pioneros del capitalismo poscomunista, estos piratas románticos dedicados al robo en sus formas más espectaculares y aventureras, a veces seguidas por crímenes y luchas callejeras, y la lógica fría, empresarial-burocrática de una nueva etapa del capitalismo. La lógica individualista agresiva perdía su fuerza y poder ante la lógica del interés corporativista y burocrático mediante el cual el capital empezaba a imponerse como una lógica de clase mucho más extensa y superior a la lógica individualista de los pequeños grupos.
Esta época coincide con la llegada al poder del nuevo líder de Kremlin, Vladimir Putin. El Kremlin entendía que solo podía reforzar su poder negociando con los grupos influyentes y agresivos, y una gran parte de estos grupos entendían que por su interés valía la pena renunciar a una parte del capital y de los privilegios para garantizar una especie de paz que asegurara el paso a una nueva etapa. Los historiadores dicen que, para poner algo de orden, Putin convocó y negoció con todos los oligarcas del país y les propuso el rescate por parte del estado de los sectores estratégicos (sobre todo el energético). A cambio, además de dinero, el estado les ofrecía legitimidad, acceso libre a todos los sectores económicos y, por supuesto, libertad. Casi todos los héroes de la década de los noventa entendieron que comenzaba una nueva etapa y aceptaron este acuerdo. De esta manera, el estado consiguió recuperar algunos sectores estratégicos, como los recursos energéticos, con las cuales construyó una especie de capitalismo de estado (pero sólo en este sector; en los demás sectores aplicaron el neoliberalismo), y que, posteriormente, se convirtieron en un arma estratégica importante tanto en el plano interno como en el externo. A partir de ganancias fabulosas, el estado podía asegurar una mínima paz social mediante la redistribución de la riqueza y el gigante Gasprom se convirtió en un arma política geoestratégica que ayudó a Rusia a “levantarse”.
Final de la historia
Berezovsky se situó del otro lado de la barricada (al lado de Hodorkovski, Gusinsky&co) y eligió la vía del exilio londinense, como “el peor enemigo de Putin”. No obstante, se convirtió en un enemigo muy cómodo para Putin y, a la vez, en un aliado útil para Occidente. La propaganda interna le construyó una imagen de Mefistófeles, el personaje malvado que robó a la Mama-Rusia, acusado de todos los males habidos y por haber. A su vez, los occidentales le construyeron una imagen positiva, pero controvertida y lo utilizaron como ariete propagandístico contra el Kremlin. Desde su mansión de Londres, Berezovsky asumió de forma declarada el papel de primer opositor del “despotismo de Putin”, de luchador por la democracia y los derechos humanos, construyó su imagen de refugiado, demócrata, y se convirtió en una verdadera víctima del “dictador de Kremlin”. Escenificó a la perfección ambos papeles.
En el último periodo, resultaba cada vez más evidente que el pirata de los años noventa, aquel “genio de los trapicheos”, no consiguió adaptarse al capitalismo desarrollado que jugaba con otras reglas. Este capitalismo sabía tomar por asalto los navíos movedizos del capitalismo primitivo y no tenía paciencia con la zona inestable del capitalismo burocrático y corporativista. Berezovsky, como cualquier verdadero pirata, gastó su fortuna con la misma rapidez con la que la hizo, sin volverse demasiado feliz. La historia dice que una gran parte de su fortuna fue copada mediante distintas estafas por sus alumnos-seguidores, que hoy día se encuentran esparcidos por el mundo y son inversores respetables y pilares de las sociedades civilizadas.
En su última entrevista (en Forbes), se observa que Boris Abramovichi ya se encuentra en estado de depresión y que cada vez se siente más desvalido. Le escribe una carta a Putin, le suplica el perdón y el indulto para que pueda regresar a Rusia. Sus conclusiones, al final de su vida, son sencillas: no se creyó que no podía vivir fuera de Rusia, que infravaloró a Rusia y al Este y sobrevaloró a Occidente. Pero lo que me resulta más interesante es su conclusión: no debía haber abandonado Rusia, a pesar del castigo que se le hubiera asignado. El entrevistador afirma: si se hubiera quedado en Rusia, habría recibido el mismo castigo que Hodorkovsky (el embargo de su fortuna y la pérdida de la libertad). Berezovsky medita y concluye: "Hodorkovski lo perdió todo, pero no perdió lo más importante, el sentido de su lucha, de su vida. Yo, aquí en Londres, he guardado mi libertad y mi fortuna, pero perdí el sentido, no tengo por qué luchar. Aquí he perdido el sentidode mi vida." Parece ser que el exilio y la cárcel convierten a los antiguos hombres del poder en verdaderos sabios.
Poco a poco, los héroes de la década de los noventa nos abandonan y apenas ahora comenzamos a recoger los frutos del caos, del desastre social, económico y político de aquellos años. Y es solo el comienzo de la primavera.
Vasile Ernu (1971, URSS) es escritor y publicista. En el Reino de España se ha publicado su libro Nacido en la URSS, Foca Ediciones (Akal), 2010.