Por ser resultado de profundas deformaciones estructurales, el subdesarrollo afecta a todo el desempeño y al conjunto de las relaciones sociales de los países del Tercer Mundo aunque se revela con dramática entidad en los ámbitos económico, político e institucional.
Originalmente, la democracia es resultado de la evolución histórica de los pueblos, las naciones, las sociedades y los estados europeos que la incorporaron a su cultura, la convirtieron en filosofía de sus leyes, en base de su organización social y en fundamento de sus sistemas políticos.
La tragedia de los pueblos del Nuevo Mundo fue que aquellos mismos europeos, convertidos en ocupantes y colonizadores, impidieron la independencia económica, obstaculizaron el desarrollo de las instituciones civiles y de la legalidad, durante casi más de tres siglos, ejercieron el poder excluyendo la democracia y luego, usando los resortes de la dependencia, auspiciaron regimenes oligárquicos en neocolonias que llegaron a ser republicas sin nunca ser democracias.
En aquellas pseudo republicas económica y políticamente dependientes e inmensamente pobres, durante siglos se desconocieron u omitieron las instituciones y las prácticas por medio de las cuales se expresa y vive la democracia, se manipuló la cultura de la convivencia y se anularon los esfuerzos para la educación cívica.
Los pueblos subdesarrollados no disfrutan a plenitud de la democracia como tampoco disfrutan del bienestar y del consumo, de las excelencias de la cultura y del arte, de las escuelas y los servicios de salud, de los derechos y las libertades de los ciudadanos de los países desarrollados. No se trata de que los pueblos latinos, amarillos y morenos no los merezcan ni de que hayan luchado menos por conseguirlos, sino del accionar de poderosas fuerzas que se los negaron y lo se los niegan todavía.
La democracia no florece en países que durante tres siglos y medio fueron gobernados como haciendas mal administradas, no prospera donde predomina el analfabetismo, la pobreza y donde la sumisión y el despotismo son las reglas. El autoritarismo oligárquico, el único que en realidad conocen los latinoamericanos y que dio lugar a decenas de dictaduras y a sistemas políticos antediluvianos, es refractario a la democracia como el diablo lo es a la cruz. Jamás habrá democracia donde no haya desarrollo, pueblos educados para ejercerla y mientras no haya verdaderos demócratas.
Los luchadores sociales y los lideres revolucionarios, los gobernantes honestos que impulsan los esfuerzos por el desarrollo y trabajan por el bienestar, contribuyen a levantar la autoestima de sus pueblos, los encabezan en las lucha por sus derechos y por conquistar una vida mejor, son en el Tercer Mundo, como en cualquier parte, verdaderos demócratas.
Excepto en los libros, en los tratados doctrinarios y en la propaganda, la democracia no existe en abstracto sino que es un hecho y un ambiente, un bien que se obtiene, un derecho que se disfruta y una conquista que se alcanza. Obviamente todos los pueblos la quisieran y fueran más felices si pudieran vivirla a plenitud y ella respondiera a su identidad, a sus necesidades y sus reclamos, cosa que reiteradamente les ha sido negado.
Victorias de la democracia son los pueblos liberados del colonialismo, el neocolonialismo y la dependencia al imperialismo, los avances en la lucha contra la pobreza, los enfermos sanados y los ciegos iluminados, los niños rescatados de las calles y de la muerte por enfermedades que se curan con centavos. No hay pueblos libres ni verdaderas democracias en países dependientes.
Me sumo a los que creen que en Venezuela la democracia obtuvo una victoria estratégica y concedo los mayores méritos al presidente Chávez que creó las condiciones ese ejercicio. No se trata tanto de la victoria de su partido aunque es evidente la de los socialistas, sino del avance de un pueblo que se ha puesto de pie, avanza por sus propios caminos y cayéndose y levantándose, errando y acertando, labra su destino. El merito de Chávez no es hacerlo todo sino haber colocado a la Nación en el buen camino. Su trabajo está hecho y sus éxitos están a la vista.
Lo que acaba de ocurrir en Venezuela hubiera hecho feliz a cualquier sociedad europea e incluso a los norteamericanos donde de 50 gobernadores 29 son demócratas, 21 Republicanos y de sus 44 presidentes dos no pertenecieron a partido alguno, seis fueron Demócratas/Republicanos, cuatro se denominaron Whig, 14 han ido demócratas y 18 republicanos.
Votar y elegir son componentes de la democracia y no toda ella que requiere que los electos gobiernen con honradez y eficiencia a favor de quienes los llevaron al poder, cosa que rara vez se ha visto en América Latina y ha sido sumamente escasa en Venezuela donde bajo el manto de turbias elecciones durante siglos se cobijó la oligarquía y la óleo / burguesía que desangró a un país cuyo pueblo, por siglos recordó a un mendigo sentado sobre un cofre de oro.
Los revolucionarios, las vanguardias políticas y las mentes avanzadas de los pueblos, son tan adalides de la democracia como en su tiempo y en su medio lo fueron Roosevelt o De Gaulle, Cárdenas y Allende, hombres enérgicos que creyeron en sus pueblos y fueron reciprocados por ellos.
Chávez ganó no sólo porque sus partidarios conquistaron más cargos de gobernadores y alcaldes, sino porque ganó su proyecto de país, el país que vivirá cuando los oligarcas pro imperialistas y manipuladores de hoy no sean ni siquiera un mal recuerdo.
*Jorge Gómez Barata - Periodista y profesor… Graduado del Instituto Pedagógico y colaborador de medios ‘Cuba-Nos y Extranjeros’. En su columna, el autor incluye —además de artículos exclusivos para ‘CubAhora’— materiales suyos publicados por el diario mexicano !Por Esto!, las emisoras Radio Habana Cuba y Radio Taíno, y otros difundidos por la Agencia ecuatoriana ‘ALTERCOM’ y Director Regional de la Agencia de Contrainformación ArgosIs-Internacional en la República de Cuba…