En Estados Unidos llaman pato rengo al gobierno que pierde una elección de mitad de mandato y tiene que enfrentar el segundo segmento del período en inferioridad de condiciones, a veces en minoría en el Congreso. Esa es la situación en la que se encuentra hoy la administración de Cristina Fernández de Kirchner: debilitada, con la necesidad de resolver problemas de extrema gravedad, y con la perspectiva de un despiadado ataque de las fuerzas de oposición, que no son solamente políticas y que, según propias declaraciones, se aprestan ya a lanzar su ofensiva. Que no será de tomar a la ligera, en un país donde la oposición cifra su éxito en el fracaso del oficialismo. O su caída.
Cabalgando sobre sus propios errores, el kirchnerismo se instaló en el escenario de una severa derrota, que lo deja en dificultades para imponer sus ideas en el Parlamento. A partir del 10 de diciembre, será la primera minoría en Diputados, con un poco más de comodidad en el Senado, cámara en la que quedará a un escaño del quórum propio. De todos modos, ya se sabe lo que eso puede valer, máxime contando con un presidente capaz de anunciar un “voto no positivo.
En fin, que a la escasa cintura política de los hombres que rodean a la Presidenta habrá que sumar la escasez de legisladores que acompañen los proyectos gubernamentales. Por el contrario, debe esperarse algún período de hiperactividad de la oposición, deseosa de establecer en el corto plazo los espacios de dominio parlamentario desde donde hostigar al Ejecutivo e imponerle sus propios proyectos. Sobrevendrá seguramente un tiempo de beligerancia entre el Legislativo y la Casa Rosada.
Pero hasta el 10 de diciembre quedan todavía cinco meses, durante los cuales el Gobierno podrá intentar la aprobación de algunas iniciativas necesarias para hacerle menos doloroso el tránsito de dos años hacia el fin del mandato. Porque no son pocos ni pequeños los escollos que se acumulan en el corto plazo: la inflación está acechando a la vuelta de la esquina, y deteriora el frente fiscal al tiempo que influye negativamente en el ánimo de la sociedad; el fracaso en este campo le restó votos al Gobierno el domingo pasado. El desempleo y la pobreza vuelven a crecer, a pesar de los esfuerzos que hace el INDEC por disimularlo. El superávit fiscal muestra signos de debilitamiento, y pondrá a las autoridades en la necesidad de recortar el gasto en un tiempo en que por la crisis se precisan más erogaciones de carácter social.
El financiamiento será otro de los desafíos a enfrentar por el Palacio de Hacienda, en tiempos en que se hace muy difícil –y sumamente caro- conseguirlo en el exterior; todo indica que se seguirá acudiendo a fuentes internas, como el Banco Nación. El manejo de la paridad cambiaria será otro tema a debatir, y en ese plano habrá que enfrentar la creciente presión de sectores empresarios que reclaman una devaluación que les devuelva las ventajas que hallaron en el año 2002; si ello ocurre, volverán a perder los asalariados.
La oposición contará con el refuerzo de las corporaciones empresarias, ahora que la UIA se suma a las entidades del campo. Juntas, ejercerán una poderosa presión sobre el Gobierno, con el objetivo de imponer cambios de rumbo y volver a los paradigmas de la década del 90. Esa presión también se expresará en el Parlamento: la SRA y sus asociadas ya cuentan los legisladores que impusieron, como si se tratara de representaciones de un modelo corporativista. Ya sabemos que la idea es acabar con las retenciones y aumentar fuertemente el valor del dólar.
En el Gobierno no lo toman demasiado a la tremenda, y razonan que, si hasta hoy, kirchneristas y aliados representan en la cámara joven 137 votos, en diciembre la misma combinación sumará 134 voluntades. La Cámara de Diputados tiene 257 bancas, lo que quiere decir que el margen de maniobra del oficialismo no se reducirá al extremo. Sí ocurrirá que deberá apelar al consenso antes que a la imposición, y ahí precisamente estriba una de las debilidades más notorias del kirchnerismo.
Rápidamente tendrá que enfrentar el dilema de la coparticipación federal, postergado y pateado para adelante desde 1994. Y en ese paquete se colará el tema de las retenciones a las exportaciones y muy posiblemente surgirá la idea de coparticipar los dineros generados por la extracción de hidrocarburos, tal vez desde el nuevo diputado por la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Fernando Pino Solanas. El nuevo Parlamento será algo parecido a una Caja de Pandora, aunque es posible que no sean solamente desgracias lo que surjan de allí. También puede asomar alguna idea. Mientras se espera por ese momento, habrá que hacer un primer repaso, porque el Gobierno no es el único en perder en los comicios del domingo.
Empecemos por Córdoba, y veremos que Luis Juez ganó finalmente, pero con una notable disminución de sufragios respecto del 2 de septiembre de hace dos años. También saltará la evidencia de la severa derrota del justicialismo cordobés, que justifica la exasperación de Juan Schiaretti y el surgimiento de voces que proponen a José Manuel de la Sota para volver a la gobernación en 2011; el debate por estos momentos en la cúpula schiarettista es infernal.
En orden a las candidaturas presidenciales, el panorama es variado: si bien el éxito de Francisco De Narváez beneficia a Mauricio Macri, la pobre actuación de Pro en la Ciudad Autónoma sugiere que el actual Jefe de Gobierno todavía es muy vulnerable. En su lugar, más seguro estaría Carlos Reutemann, que exhibe ahora un ajustado pero consistente triunfo en Santa Fe. En ese distrito se desdibujó un tanto la imagen de Hermes Binner, otro presidenciable que podría encabezar la fórmula de una coalición opositora no peronista, aunque hay que decir a su favor que él no fue directamente derrotado.
Quien sale fortalecido por la arrasadora victoria de su candidato en Mendoza, es el vicepresidente Julio César Cobos, que ahora acumula más méritos que Elisa Carrió. La chaqueña estuvo a punto de quedar afuera de la Cámara de Diputados y su grupo fue relegado al tercer puesto en Capital Federal por la lista de Solanas.
Y no se sabe qué será de las intenciones de Mr. K, que al reconocer la derrota el domingo por la noche, insinuó que se anotaba como alternativa en las próximas presidenciales. Tal vez su renuncia a la presidencia del PJ esconda la intención de dejarse las manos libres para esa ocasión, aunque los números del domingo no sean precisamente una buena base para alentarlo por ese camino.
Por supuesto que lo que hoy es claro dentro de dos años puede ser sólo una vieja ilusión. Lo único que no varía es la tendencia del electorado a escaparle a estas citas periódicas. Que hizo mucho frío, que el temor a la gripe A, parecen ser excusas para esconder algo que discurre más profundamente: la apatía de los argentinos hacia una representación política que no cumple con lo que se espera de ella.
Foto: Argentina - La Presidenta Cristina Fernández de Kirchner emite su votó en Santa Cruz. / Autor: Presidencia de la Nación
Ernesto Ponsati es Director periodístico del diario Hoy Día Córdoba.